Los conspiradores decían que el escándalo sobre la amante del general David Petraeus era un intento del Gobierno de impedir que testificara,.
Obama subraya que no tiene evidencias de que la infidelidad del general comprometiera la seguridad nacional.,
Los conspiradores decían que el escándalo sobre la amante
del general David Petraeus era un intento del Gobierno de impedir que
testificara en el Congreso sobre los atentados de Bengasi. Esa teoría se
desvaneció ayer cuando la directora del Comité de Inteligencia del
Senado, Dianne Feinstein, anunció que Petraeus «está muy dispuesto» a
testificar, aunque ya no sea director de la CIA. De hacerlo hoy, a
puerta cerrada, será su primera aparición en público desde su dimisión,
el viernes. Quien fue su adjunto, Michael Morell, ahora su sucesor
interino, estaba citado a testificar hoy en las audiencias que se
mantendrán en el Senado para responder a las muchas preguntas que quedan
sobre esos atentados. Sin embargo, los senadores han dejado claro que a
quien quieren interrogar es a Petraeus.
El general de cuatro estrellas que ha caído en desgracia
tras conocérsele un 'affaire' extramarital con su biógrafa estaba el
pasado 11-S al frente de la CIA durante los ataques que se cobraron la
vida del embajador de EE UU en Libia y de otros tres estadounidenses. El
consulado de Bengasi resultó ser una tapadera para las operaciones de
la CIA en el norte de África. La agencia de inteligencia tenía un
edificio 'anexo' al consulado que en realidad estaba a varias manzanas, y
donde según dijo la amante de Petraeus en un acto público, habría
tenido retenidos ilegalmente a dos miembros de las milicias libias, lo
que habría provocado el ataque.
La CIA ha denegado tajantemente esa teoría, pero como
Broadwell tenía la confianza de Petraeus y parecía hablar por él, todo
el mundo se pregunta si disponía de información privilegiada. De hecho,
ese es el motivo por el que continúa la investigación del FBI. Cuando
los agentes federales la interrogaron el 20 de octubre y accedieron a su
ordenador descubrieron una serie de documentos confidenciales que según
ella no procedían de Petraeus. El lunes pasado el FBI obtuvo una orden
de registro para la casa que Broadwell comparte con su marido en
Charlotte (Carolina del Norte), donde requisó numerosas cajas que al
parecer contienen evidencias de que poseía aún más documentos
clasificados. Broadwell no es una periodista de investigación. Su único
libro es la biografía de Petraeus, al que conoció cuando preparaba su
tesis en Harvard, por lo que todo el mundo se pregunta de dónde si no
pudo sacar esa información.
«Vengan a por mí»
La posible brecha en la seguridad nacional dio lugar a la
primera pregunta de la primera rueda de prensa que da Obama desde su
reelección, y aún más, la primera desde agosto. «No tengo evidencias,
por lo que he visto, de que se haya comprometido la seguridad nacional»,
aseguró el mandatario, «pero obviamente hay una investigación y no
puedo comentar los detalles». Obama se deshizo en halagos para un
general de «extraordinaria carrera que ha servido a su país con
distinción» y deseó que al final este romance extramarital sea solo una
nota a pie de página. Sin embargo, el grueso de sus halagos fueron para
Susan Rice, la embajadora de la ONU que los republicanos han convertido
en cabeza de turco de los atentados de Bengasi, por haber sido la figura
pública que cinco días después insistió en atribuirlos a las
manifestaciones de protesta por un vídeo antiislámico.
Su nombre se ha rumoreado como uno de los favoritos para
sustituir a Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado, pero
los senadores John McCain y Lindsey Graham reiteraron ayer que se
opondrán tajantemente. «Estoy absolutamente decidido a asegurarme que no
se promueve a nadie que haya sido jugador esencial en la debacle de
Bengasi», dijo Graham. Según McCain, Rice «o bien encubría algo o fue
muy incompetente». Obama tuvo para ellos sus palabras más agresivas: «Si
quieren ir a por alguien que venga a por mí, pero ir tras la embajadora
de la ONU, que no tenía nada que ver y habló a petición de la Casa
Blanca, y manchar su reputación es indignante». El senador Graham no
tardó en responder a sus deseos con un furibundo comunicado: «Señor
presidente, no dude ni por un momento de que le haremos responsable
último de lo que pasó en Bengasi». La posibilidad de que esa
indiscrección de cama hubiera puesto en peligro la sagrada seguridad
nacional es lo que tiene al Congreso en pie de guerra. Los detalles del
escándalo, jugosos para el mundo de los cotilleos.
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