viernes, 17 de junio de 2011

EL ALMA VASCA, AL DESCUBIERTO.

Familias baserritarras comparten sus antiguos caseríos para hacer sentir al visitante como uno más.
HAY dos formas de hacer turismo. Pasar de puntillas sobre una ciudad, comunidad o país para almacenar un centenar de instantáneas digitales. O pararse a mirar, conversar y conocer una ciudad, comunidad o país para aprender y almacenar experiencias en el disco duro de la memoria. Quienes entiendan sus vacaciones de este segundo modo, tienen la oportunidad de ponerla en práctica este verano en el País Vasco. Más concretamente, con su oferta de turismo rural. Al Norte de España.
No ya para perderse haciendo senderismo por los parajes más verdes de la península Ibérica o para desgranar la riqueza natural de una gastronomía que tiene fama internacional. Más aún, la oferta diseñada por el Gobierno Vasco esconde una pequeña joya entre todas. Se trata de la posibilidad de compartir la estancia con una familia tradicional vasca en uno de los famosos caseríos del lugar. Compartir en el sentido más amplio de la palabra: conocer las labores cotidianas del caserío, la tradición del lugar a través de las historias que los dueños del mismo han heredado a lo largo de generaciones y sentirse como un auténtico baserritarra, entre aire puro, tranquilidad y comida natural, durante los días que dure la estancia en uno de estos lugares.
Karmele Ondarre es la dueña de uno de estos caseríos, ubicado en la comarca de Goierri (Guipúzcoa). Su casa es una quesería y aplica la ciencia transmitida en cinco generaciones para fabricar el queso. «Quienes se alojan en mi caserío tienen la oportunidad de ver el proceso de elaboración, de diciembre a mayo. Cuando no es la época, se les explica cómo son los pasos de la elaboración en la casa. Al final, ofrecemos una degustación. A todo el mundo le encanta el queso. Tanto, que ya nos lo piden por correo», relata contenta.
Uno más en casa
La estancia en el caserío, que puede ser alquilado al completo o por habitaciones, aporta sobre todo, según quienes lo han probado, tranquilidad, sensación de retiro, historia local... La familia vive en un apartado del edificio, pero casi siempre hay momentos para compartir y sentirse como uno más.
«Al final del día, a veces, nos sentamos a hablar con nuestros huéspedes para contarle la historia del lugar, las costumbres de los goierritarras... Es una experiencia muy enriquecedora para ambas partes. De la gente del campo hay muchos prejuicios, pero yo no lo cambiaría por nada y estas experiencias de compartir con los viajeros te suben la moral», explica Ondarre. Tan solo hay que echarle un vistazo al libro de firmas que tiene en el caserío para ver el grado de satisfacción con el que se va la gente de su hogar.
Si en el caserío de Karmele Ondarre la producción es la del queso, hay alojamientos con familias que elaboran sidra, carne, miel, mermeladas. Siempre se puede elegir el que más atractivo resulte.
Caminos de hierro
Por otro lado, junto a la experiencia rural, puede completarse el recorrido gastronómico con la asistencia a alguna de las fiestas populares o mercados de productos de la tierra que se celebran a lo largo del año en diferentes puntos del Goierri. La región está muy bien comunicada -tiene una autovía cercana y San Sebastián está a 30 minutos en coche- y ofrece la posibilidad de hacer alguna que otra excursión interesante por los alrededores.
Uno de los que suelen ser elegidos por los visitantes del Goierri, es la excursión por la Vía Verde del ferrocarril minero Mutiloa-Ormaiztegi. Antaño se utilizaba para enviar el hierro que se obtenía de las entrañas de la tierra a diferentes países de Europa. En la actualidad, se puede pasear por el trazado de este antiguo ferrocarril y visitar el antiguo complejo minero de Aizpea, la antigua cárcel, la iglesia, la serrería hidráulica y el museo etnográfico, donde se exponen más de 200 herramientas donadas por los caseríos del municipio. Todo ello conforma el denominado Paisaje Cultural de Zerain.
Otra de las visitas que aportan una visión histórica de la región es el caserío Igartubeiti, en Ezkio Itxaso, uno de los más antiguos de todo Euskadi (construcción del siglo XVI) y sede del Museo del Baserri o del Caserío.
Todo ello se encuentra flanqueado por dos pulmones verdes, el Parque Natural de Aralar y el Parque Natural de Aizkorri-Aratz. Cada uno merece la dedicación de una jornada para pasear por las diversas rutas de senderismo.
En el segundo se encuentra el Txindoki, uno de los picos más emblemáticos de Euskadi en pleno Parque Natural. A sus pies se encuentra la agroaldea Goizane, un centro de recursos para el desarrollo rural que cuenta con un audiovisual sobre la vida y el trabajo de los baserritarras en el medio rural.
Aunque lo mejor es perderse por sus calles y establecimientos para llevarse el mejor sabor de boca de la experiencia. En esta agroaldea o agrobotiga existe una tienda degustación con una amplia representación de productos de caserío con el sello de calidad de Eusko Label, como Txakoli, huevos, miel, queso Idiazabal, alubias, pimientos, carne, etc., que los propios baserritarras se encargan de traer.
Si la deliciosa alternativa invita deja con ganas de ejercicio al viajero, la alternativa es la sierra de Aizkorri. La ascensión atraviesa uno de los hayedos más importantes de Europa. Siguiendo la señalización, culmina el camino en una de las cimas más emblemáticas de Euskadi, el Aizkorri con 1.528 metros. En la cima, respirando el aire del norte, tendrá la sensación de no haber desperdiciado su tiempo.
Imagen del caserío Oiharte. Su porche, ideal para disfrutar del verano, da paso a amplios maizales, bosques y praderas en los que gozar del aire limpio y la libertad del campo-foto.

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