domingo, 29 de enero de 2012

UNA HISTORIA EN IMÁGENES--/ EXCUSAS PARA NO PENSAR- ¿ EXISTE VIDA EN OTROS PLANETAS?.

TÍTULO: UNA HISTORIA EN IMÁGENES:

Abrirnos los ojos. Eso es lo que pretende Unicef con las fotografías que premia cada año, según dijeron
sus responsables en la entrega de galardones de este año en Berlín. Y, sin duda, lo logra. Es imposible no asombrarse e indignarse ante las condiciones de vida de millones de niños en el mundo. Y, más aún, al atisbar en las imágenes nuestra responsabilidad en su drama.


TÍTULO: EXCUSAS PARA NO PENSAR- ¿ EXISTE VIDA EN OTROS PLANETAS?

Hay una dimensión que se aprende más tarde que las demás. Quiero decir que, cuando se cumplen dos años, ya se entiende muy bien el significado de las tres dimensiones espaciales: para adelante y para atrás, para la derecha o la izquierda o, si se cae uno de la cuna, para abajo o para arriba.


Ahora bien, se debe esperar a haber cumplido los tres años para darse cuenta de la dimensión temporal; antes de entonces, el niño de tres años, cuando oye a los demás mencionar los Reyes Magos, no sabe distinguir en modo alguno si se trata de los de este año, del año pasado o de algún sitio localizado en el futuro. A los tres años no se ha adquirido todavía la dimensión temporal.


¡Menudo misterio que nos acompaña desde el comienzo de nuestras vidas! Es lo que lleva a algunos científicos a afirmar que el tiempo no existe; que solo se nota en el color blanco del pelo que adquiere esa condición con la edad. A mí me gusta preguntarles a algunos de mis amigos científicos que me expliquen la diferencia entre un instante y un millón de años. Siempre me contestan refiriéndose a cualidades que no nos ayudan en absoluto a definir el tiempo: que el pelo se torna blanco, me dicen; pero eso no tiene nada que ver con mi pregunta: «El color, que yo sepa, no me sirve para describir el tiempo».


Me recuerda la misma pregunta que se hacía la amonita antes de que un terremoto la trasplantara del fondo del mar al medio de un desierto con un cactus a cada lado. Guardé la fotografía de aquel suceso, que no me canso nunca de admirar. Si pudiera hablar, la amonita me contaría que mientras estaba en el fondo del mar no veía otra cosa y que, de haber seguido allí, no sabría de verdad en qué se distinguía su vida de otras vidas, si las hubiera. ¡Estaba encantada con el terremoto y el movimiento geológico que la había transportado desde el fondo marítimo al medio del desierto entre dos cactus llenos de púas! Al descubrir otros tipos de vida –en este caso, la vida vegetal de un cactus–, supo por fin cómo era la suya.


Más de un cosmólogo me había explicado algo muy parecido a lo que había sucedido con la amonita. La búsqueda de vida en otros planetas –me decían– tiene una explicación muy parecida: necesitamos saber si hay vida en Marte o en otros planetas porque solo si la descubrimos en otro lugar del universo y es distinta a la nuestra sabremos de verdad en qué nos diferenciamos del resto; sabremos lo que es vida.


Ahora bien, cuando les oía platicar de esta manera, me acordaba –es un decir, claro– de lo que ocurrió hace unos seiscientos millones de años. En el siglo pasado hubo debates encendidos en los que se analizaban las diferencias supuestamente decisivas entre los organismos unicelulares y los organismos multicelulares como nosotros; es decir, aquellos que se las arreglaron para formar un sistema biológico tan complejo como la comunidad andante de células que somos los humanos. Había científicos seguros de que se necesitaría, prácticamente, un milagro para dar el salto de un organismo sencillo y débil como el formado por una sola célula a un organismo multicelular capaz de combinar conocimientos diversos, multiplicar su fuerza y casi vivir a su bola, quiero decir, como quisiera.


Tuvieron razón los pocos científicos que estaban convencidos de lo contrario; es decir, aquellos que de alguna manera intuyeron que la naturaleza no inventa dos veces lo que ya tiene inventado. Resulta que un organismo unicelular constituye ya una invención portentosa y que hacen falta muy pocos milagros o ninguno para transformarlo en una comunidad andante de células. ¿Se dan cuenta ahora de por qué estoy convencido de que, si se descubre vida en otros planetas, será muy parecida a la nuestra?

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