● Licenciada en Derecho, conoció a Nick Clegg en Brujas. Tienen tres hijos: Antonio (8 años), Alberto (5) y Miguel (1). MIRIAN GONZALEZ-FOTO.
● Es socia en una prestigiosa firma de abogados y está en el Consejo de Acciona, lo que causó polémica por posible conflicto de intereses con el cargo de su marido.
No es difícil adorar a esta mujer morena, delgada lo justo y guapa como lo son las mujeres reales: con una mirada vivaz e inteligente y una sonrisa que hace feliz a quien la contempla. Miriam González Durántez, esposa de Nick Clegg, el viceprimer ministro del Reino Unido, tiene todas las papeletas para convertirse en el estereotipo que los ingleses (y franceses) más aprecian: la española de rompe y rasga.
Habla con franqueza, conserva su apellido de soltera y tiene una vida profesional propia que no piensa abandonar (al menos de momento) para convertirse en 'esposa de su marido'. "No tengo la suerte de poder dejar mi trabajo durante cinco semanas, como la mayoría de los ciudadanos", respondió cuando le preguntaron si acompañaría a su esposo durante la campaña electoral.
Pero, además, Miriam tiene una elegancia de mujer corriente combinada con un atrevimiento en el vestir que ha rendido a los popes del estilo: sus prendas no son extraordinarias (una chaqueta buena aquí, una falda menos buena allá, zapatos de Zara, algún diseño español), pero exhibe un dominio maestro del color.
Su vestido de Miguel Palacio, de lunares negros recubiertos de tul, y su espectacular turbante de plumas color coral que semejaban grandes flores, resplandecieron como pocos en la boda de Guillermo y Catalina, un mar de rasos chillones y pamelas extravagantes y caras.
Hay que tener mucha personalidad y mucha gracia para arreglarse a lo Carmen Miranda. O para escoger el amarillo canario para una convención política. Y quizá un don más preciado e inaprensible que la sola habilidad para combinar prendas: pura alegría de vivir.
Eso es lo que hace brillar sus ojos y sus vestidos, en tiempos oscuros y remilgados, además de ese valor en alza entre las esposas de una cierta generación que la alta política acepta mal: la seguridad de ser una profesional reconocida por méritos propios, que gana más que su marido y que concilia, como se dice ahora, al 50%. Ni más, ni menos. La otra mitad le corresponde al viceprimer ministro, como mucho, tan ocupado como ella.
POR SUS PALABRAS LA CONOCERÉIS:
"La decisión de acompañar o no a un cónyuge en una campaña es personal... No pienso hipotecar en ese empeño mi vida como madre trabajadora" (Abril de 2010).
Habla con franqueza, conserva su apellido de soltera y tiene una vida profesional propia que no piensa abandonar (al menos de momento) para convertirse en 'esposa de su marido'. "No tengo la suerte de poder dejar mi trabajo durante cinco semanas, como la mayoría de los ciudadanos", respondió cuando le preguntaron si acompañaría a su esposo durante la campaña electoral.
Pero, además, Miriam tiene una elegancia de mujer corriente combinada con un atrevimiento en el vestir que ha rendido a los popes del estilo: sus prendas no son extraordinarias (una chaqueta buena aquí, una falda menos buena allá, zapatos de Zara, algún diseño español), pero exhibe un dominio maestro del color.
Su vestido de Miguel Palacio, de lunares negros recubiertos de tul, y su espectacular turbante de plumas color coral que semejaban grandes flores, resplandecieron como pocos en la boda de Guillermo y Catalina, un mar de rasos chillones y pamelas extravagantes y caras.
Hay que tener mucha personalidad y mucha gracia para arreglarse a lo Carmen Miranda. O para escoger el amarillo canario para una convención política. Y quizá un don más preciado e inaprensible que la sola habilidad para combinar prendas: pura alegría de vivir.
Eso es lo que hace brillar sus ojos y sus vestidos, en tiempos oscuros y remilgados, además de ese valor en alza entre las esposas de una cierta generación que la alta política acepta mal: la seguridad de ser una profesional reconocida por méritos propios, que gana más que su marido y que concilia, como se dice ahora, al 50%. Ni más, ni menos. La otra mitad le corresponde al viceprimer ministro, como mucho, tan ocupado como ella.
POR SUS PALABRAS LA CONOCERÉIS:
"La decisión de acompañar o no a un cónyuge en una campaña es personal... No pienso hipotecar en ese empeño mi vida como madre trabajadora" (Abril de 2010).
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