La cuestión de quién es Angela Merkel parece que aún no está clara 
del todo. De hecho, de tanto en cuanto no dejan de especularse con 
nuevos enigmas sobre su biografía, aunque algunos datos son conocidos y 
de dominio público: nació en Hamburgo en 1954 y ese mismo año su familia
 se instaló en la Alemania del Este. Su padre era sacerdote y su madre, 
profesora. Y tuvo una vida normal y relativamente integrada en la 
República Democrática. Merkel, que estudió Ciencias Físicas en Alemania 
Oriental, se sumó al cambio democrático en 1989 y un año después entró 
en la CDU, donde inició una fulgurante carrera política. Tan fulgurante 
que el 22 de noviembre de 2005 era elegida canciller alemana. En 
septiembre se enfrenta a sus terceras elecciones y, con ese motivo, 
accede a charlar sobre dos temas: poder y control.
XLSemanal.
 Señora canciller, hay un dicho que afirma: «La confianza está bien, 
pero el control está mejor». ¿Qué papel juega esta frase en su vida?
Angela Merkel. Depende de la situación, como le sucede a todo el mundo.
XL. ¿Se siente obligada a tener siempre el control?
A.M.
 El control, para mí, es sobre todo mantener la perspectiva. 
Evidentemente, no puedo encargarme yo misma de todo o decidirlo todo yo 
sola. Tengo que confiar, y puedo confiar, en mis colaboradores.
XL. ¿Ejerce ese control en su vida privada? Por ejemplo, ¿comprueba su factura de la electricidad?
A.M.
 No. De las facturas de la basura, el agua o la electricidad me fío. En 
cuanto a ese tipo de cosas, simplemente confío en que estén bien. No 
tengo tiempo para comprobarlas.
XL. Y cuando saca dinero del cajero, ¿cuenta los billetes?
A.M. No. Seguro que la cantidad estará bien.
XL. La confianza es algo bueno...
A.M. Lo
 que sí trato de controlar siempre es la hora, asegurarme de que no se 
me ha ido el tiempo o de si llego tarde a la siguiente cita. 
XL. ¿Se siente sometida al control público?
A.M. Acepto
 que soy una personalidad pública y que siempre estoy siendo observada. 
Ustedes, los periodistas, también me observan porque es su profesión. 
Puedo vivir con ello, aunque a veces eso lleve a que me fotografíen 
hasta en el supermercado.
XL. ¿Percibe como una limitación de su libertad estar siempre bajo la mirada de los demás?
A.M.
 Visto así, también podrían preguntarle a una peluquera si le molesta 
tener unas tijeras en la mano todo el día. Presentarme a este cargo fue 
una decisión libre, nadie me obligó a ser canciller.
XL. 
Hace unas semanas salieron publicadas unas fotografías suyas en bañador 
tomadas por los paparazis durante sus vacaciones en Italia. ¿Cree que 
han llegado demasiado lejos?
A.M. No 
dejaré que esas cosas me arruinen unas vacaciones estupendas. Quizá sí 
que es posible que en Italia el peligro de los paparazis sea mayor que 
en otros lugares...
XL. ¿Requiere mucha energía tener que controlarse todo el rato, por ejemplo, cuando está en su escaño?
A.M.
 Revisen su archivo fotográfico: encontrarán muchas fotografías que 
demuestran que el control que tengo sobre mi rostro deja mucho que 
desear. 
XL. ¿Es muy exigente consigo misma en este aspecto?
A.M.
 Cuando te pasas diez horas en el estrado de una convención, es 
imposible parecer siempre fresca y cien por cien interesada. Le pasa a 
otros políticos. No se puede estar siempre callada y con la misma 
expresión en la cara.
XL. ¿Tiene que privarse de hacer ciertas cosas para no dar pie a que aparezcan imágenes suyas poco favorecedoras?
A.M.
 Sé que prácticamente todas las veces que escribo un SMS desde el escaño
 me hacen una foto. Alguien lo podría interpretar como desinterés por el
 Parlamento, lo que por supuesto no es así. 
XL. Tristeza, enfado... ¿Muestra sus emociones en público?
A.M.
 Puede ocurrir. No disocio mi rostro de la situación que vivo en ese 
momento. Suelo explicarlo diciendo que intento actuar y trabajar de una 
forma integral. Ahora, también puede pasar que algo me haga gracia 
durante una declaración y que me cueste seguir hablando.
XL.
 Uno de sus predecesores en el cargo, Helmut Kohl, lloró muchas veces en
 público. Pero a usted nunca la hemos visto con lágrimas en los ojos. 
¿Le resultaría incómodo?
A.M. No me resultaría incómodo. También me he sentido conmovida en muchas ocasiones. 
XL. ¿Cuándo?
A.M. Casi
 al comienzo de mi primer mandato tomaron como rehenes a dos alemanes en
 Irak. En aquellos días mantuvimos unas reuniones muy tensas; no 
sabíamos cuál era la mejor forma de actuar: ¿había que esperar?, ¿era 
mejor intervenir? Aquello me tuvo muy preocupada. Los funerales de los 
soldados alemanes caídos en Afganistán también me afectaron mucho: las 
conversaciones con los familiares, su tristeza, su desesperación... 
XL. ¿Añora no ser observada?
A.M. Me
 tomo todo el espacio que necesito para desempeñar bien mi cargo. 
Evidentemente, la canciller siempre tiene que estar disponible y ser 
accesible. Pero un poco sí me puedo proteger, gestionando mis citas con 
inteligencia y no juntándolas demasiado.
XL. Se dice que 
una vez intentó salir de la Cancillería por el montacargas de la cocina 
porque no quería ser vista... y que solo consiguió llegar hasta el 
garaje.
A.M. Quería ver si era capaz de 
encontrar la forma de moverme por la Cancillería sin que me captaran las
 cámaras. Pero... ¡el sistema de vigilancia funcionó!
XL. ¿Muy a su pesar? 
A.M. Fue en mis comienzos como canciller. Quería probar si era posible; y no lo fue.
XL. Se la describe de innumerables formas: artista de la vacilación, zarina alemana... ¿Lleva bien las etiquetas?
A.M.
 Está claro que lo llevo bien: aquí estoy, sigo trabajando. Lo que no 
quiere decir que esas etiquetas me describan con exactitud. Mis 
decisiones tienen consecuencias directas sobre mi país y sus habitantes,
 así que me tomo todo el tiempo preciso para reflexionar hasta que la 
decisión está madura. A veces, la opinión pública o los medios de 
comunicación creen que ese momento ya ha llegado, pero yo tengo que 
guiarme por mi propio criterio. 
XL. ¿Intenta controlar su vida anterior, su propia biografía?
A.M. Todo lo que he vivido en mis 58 años forma parte de mi vida. No hay una vida previa y una posterior, es un todo.
XL.
 Estas semanas se ha empezado a debatir sobre cuánto queda en Angela 
Merkel de la antigua RDA; hasta qué punto era usted realmente una 
convencida del sistema.
A.M. Treinta y 
cinco años de la RDA forman parte de mi vida. El interés público en 
torno a mi persona y a mi vida pasada va con el cargo, lo encuentro 
comprensible. Estamos en precampaña electoral y han salido algunos 
libros sobre mí, solo eso. No tengo por qué entrar a valorarlos. 
XL. ¿Lee los libros que se publican sobre usted? ¿Controla que todo se ajuste a la verdad?
A.M. No, a ese extremo no llego. Echo un vistazo, nada más.
XL.
 Pero se trata de su vida. Por ejemplo, se cuestiona si usted fue 
secretaria de Cultura de la FDJ (Juventud Libre Alemana, la organización
 juvenil oficial) en la República Democrática Alemana (RDA), como 
asegura, o si en realidad fue secretaria de Agitación y Propaganda...
A.M.
 Siempre he hablado sin problemas sobre mi vida en la RDA, especialmente
 en un libro de entrevistas, publicado 2004, antes de ser canciller. Lo 
que conté sobre mis años en la FDJ sigue siendo válido hoy. No tengo 
nada nuevo que añadir.
XL. Respecto a su biografía, hace 
unos días dijo: «Si ahora saliera alguna cosa más, también se podría 
vivir con ello». Suena defensivo.
A.M. 
Yo no lo veo así en absoluto. En los últimos años he hablado mucho sobre
 mis recuerdos de la RDA. En cualquier caso, todo depende de cómo 
queramos verlo. La FDJ era parte del sistema de la RDA, sí, pero también
 era un espacio para iniciativas comunitarias, para visitas al teatro y 
discusiones en grupo. Si se tiene todo esto en cuenta, entonces se 
consigue una imagen de conjunto.
XL. ¿Se busca de vez en cuando en Google?
A.M. No, saldrían demasiados resultados.
XL. Lo llaman 'egosurfing'.
A.M. Créame. Lectura no me falta. 
TÍTULO:  A FONDO. POR QUE NO  LA CIERRA OBAMA,.
 
         Parece una mecedora, aunque las correas le dan un 
aspecto inquietante, como de silla eléctrica. no es una cosa ni la otra.
 a su lado, una sonda nasogástrica y una papilla nutricional, de las que
 usan en las dietas de deportistas.
La habitación
 es grande, iluminada por fluorescentes, y está vacía, a excepción de un
 reloj de pared y unas cortinas. Está en la enfermería de la prisión de 
Guantánamo. Y allí se alimenta por la fuerza dos veces al día a unos 35 
prisioneros de un centenar en huelga de hambre, cuyas vidas corren 
peligro. No hay foto de esa ingesta forzada, solo del 
escenario, porque a efectos prácticos esos presos son invisibles, para 
la prensa y para la justicia.Esa especie de trona para dar de comer a 
presuntos terroristas adquiere en el espacio vacío una resonancia 
simbólica. Lo que simboliza es el empecinamiento de unos y de otros. Por
 un lado, los huelguistas, que se niegan a abrir la boca desde febrero. 
Por otro, las autoridades militares, que se empeñan en considerarlos 
prisioneros de guerra, aunque más de la mitad son inocentes según el 
propio Gobierno estadounidense. Por encima de todo, esa silla simboliza 
la impotencia de Barack Obama, que se ha tenido que tragar sus palabras.
 Prometió cerrar la controvertida cárcel, donde el gobierno Bush había 
mantenido bajo custodia a centenares de hombres capturados en operativos
 antiterroristas desde 2001. Fue un compromiso solemne que realizó en 
enero de 2009, un día después de ser investido como presidente. «Los
 padres fundadores de Estados Unidos estarían de acuerdo en que el país 
tiene que observar una conducta ética no ya solo cuando las cosas son 
fáciles, también cuando son difíciles». Reiteró su promesa al comienzo 
de su segundo mandato. «No trasladaré el problema al que venga después».
 Pero los analistas aseguran que se volverá a comer sus palabras.
¿Cómo
 es guantánamo en la actualidad? El entorno de la cárcel se parece más a
 un típico pueblo de la América profunda que a una base militar. Desde 
Nueva York son necesarios dos aviones y un transbordador para llegar a 
la bahía, en el extremo suroriental de Cuba. La estación naval 
se estableció en 1898, cuando España perdió el control de la isla al 
término de la guerra contra EE.UU., cuyo gobierno obtuvo el 
arrendamiento perpetuo sobre Guantánamo en 1903. Hay un McDonalds, 
bares, lavanderías, hospitales, gimnasios, parques infantiles y hasta 
una tienda de regalos con figuritas de Fidel Castro. Muchos de los 
contratos los obtuvo Halliburton, la empresa vinculada al 
exvicepresidente Dick Cheney. Allí viven unas 5000 personas. Solo quedan
 166 prisioneros. El resto son los soldados encargados de vigilarlos, 
sus familias, médicos, traductores... 
El penal está 
dividido en campamentos. Varios de ellos están clausurados, como el 
Campo Rayos X, en el que los prisioneros estaban encerrados en jaulas al
 aire libre, con uniformes naranja. Ahora visten de blanco. Hay un 
módulo de máxima seguridad con forma de donut, al que se accede 
franqueando varias puertas electrónicas. En el agujero del 
centro están los guardias, que ven todos los movimientos de los presos, 
recluidos en celdas individuales. Hay otros barracones para los reos 
menos peligrosos, que pueden asistir a un aula en la que reciben clases 
de inglés, informática y arte. Tienen una biblioteca donde hay títulos 
como Harry Potter, La Guerra de las Galaxias o Mujercitas. Disfrutan de 
un menú variado, con fruta fresca y carne halal; muda limpia y planchada
 a los pies de sus camas cada mañana; y acceso a unas pistas deportivas.
 También hay zonas misteriosas, como el Campamento Platino, que estuvo 
operado por la CIA hasta 2006 y donde se recluía a los presos «de alto 
valor estratégico». La agencia sigue disponiendo de un espacio para 
interrogatorios cuya ubicación es secreta y cuyo nombre es Strawberry 
Fields (campos de fresas).
Para entender por qué 
Guantánamo sigue abierto conviene recordar que la mayoría de los 
estadounidenses consideran que ese penal convierte al mundo en un lugar 
más seguro. ¿Pero esto es así? Contestar a esa pregunta es imposible, 
pero no lo es preguntar quiénes siguen encerrados allí. Según detalla un
 informe publicado por la revista Time, hay tres tipos de presos. El
 primer grupo está formado por 86 detenidos considerados como poco 
peligrosos. Tienen autorizada su salida y llevan años esperando a ser 
devueltos a sus naciones de origen o trasladados a terceros países, 
siempre que EE.UU. reciba garantías de que las autoridades donde sean 
acogidos controlarán sus movimientos. Obama tiene potestad para ponerlos
 en libertad en cualquier momento. El problema es que la mayoría son del
 Yemen. Y, en 2009, la rama yemení de Al Qaeda intentó atentar contra un
 avión de pasajeros estadounidense, así que Obama suspendió las 
repatriaciones. Era una medida provisional. Y ha dado a entender que 
está dispuesto a revocarla porque el Gobierno del Yemen se ha 
comprometido a luchar contra el terrorismo. Pero los republicanos, con 
mayoría en el Congreso, no se fían y bloquean la partida presupuestaria 
para trasladarlos. Se destinaban más de cien mil dólares por cada 
liberado. El país de acogida utilizaba esos recursos para ayudarlos a 
iniciar una nueva vida. Los republicanos argumentan que el 20 
por ciento son captados por las redes terroristas. Y que ese riesgo es 
más importante que los perjuicios causados por Guantánamo a la 
reputación internacional de EE.UU.
Un segundo 
grupo lo forman 32 sospechosos de terrorismo que el Gobierno tiene 
previsto acusar de crímenes concretos. Obama quiere transferir los 
juicios militares que tienen lugar en Guantánamo a tribunales civiles. 
Pero también se topa con las reticencias de los republicanos. Y
 eso a pesar de que la reclusión de cada detenido sale por 600.000 euros
 al año y que el presupuesto total asciende a 113 millones anuales.Si 
los dos grupos anteriores ya son un quebradero de cabeza para Obama, el 
tercero es una pesadilla. Lo forman 48 hombres que son demasiado 
peligrosos para recuperar la libertad. Unos pocos son sospechosos de 
pertenecer a la cúspide de Al Qaeda. Otros han expresado su intención de
 matar a ciudadanos estadounidenses. Hay unos cuantos que están formados
 en el manejo de explosivos... Y todos tienen en común que no se los 
puede llevar a juicio. ¿Por qué? O bien porque sus confesiones fueron 
obtenidas bajo tortura y no tienen validez legal, o bien porque los 
soldados que los capturaron no recopilaron pruebas. Time afirma que 
Obama proyecta trasladar a centros de máxima seguridad en suelo 
estadounidense a estos prisioneros hasta que se encuentre alguna 
solución. Pero está maniatado por la oposición de los 
conservadores y de muchos demócratas que temen ser tildados de blandos. Y
 todo ello pese a que el encarcelamiento sin pruebas quebranta el 
principio de hábeas corpus, es decir, la obligación de presentar al 
detenido ante el juez en un plazo razonable, una garantía jurídica en 
cualquier país democrático. 
Así que estos 
detenidos son tratados como prisioneros de guerra. «Se supone que los 
dejarán en libertad cuando terminen las hostilidades», explica un 
portavoz de una organización humanitaria. ¿Y cuándo será eso? ¿Cuando 
Estados Unidos complete su repliegue en Afganistán, en 2014? ¿O cuando 
haya derrotado a Al Qaeda? En este caso, el Pentágono calcula 
que la guerra contra el terrorismo puede prolongarse veinte años más. No
 es extraño que muchos de los presos que habían creído en la promesa de 
Obama estén dolidos y frustrados. Y que la tensión sea irrespirable, 
según sus abogados, que hablan de profanaciones del Corán por parte de 
los guardias, trifulcas e incluso un herido de bala. El Ejército lo 
desmiente y asegura que los soldados se defienden con munición no letal 
cuando los reos les lanzan piedras.¿Puede considerarse tortura la 
alimentación forzosa? Naciones Unidas cree que quebranta las 
leyes internacionales, pero el Pentágono asegura que el tubo que les 
introducen en la nariz está lubricado con aceite de oliva y los presos 
no sufren. E intenta ganar la batalla de la imagen. Ha abierto 
las puertas del campamento a algún medio. En realidad, las restricciones
 son tantas no solo no se puede fotografiar a los detenidos, ni siquiera
 está permitido verlos que es mucho más lo que se escamotea que lo que 
se ve. 
La cárcel: módulo a módulo 
Así
 es la prisión  de Guantánamo, construida para albergar a los presos de 
la guerra contra el terrorismo desatada a partir del 11-S.
Aparcamiento: Para el personal de vigilancia.
Campos 1, 2 y 3: Las jaulas.
 En 2002 se abrieron los tres primeros campos del llamado Campo Delta. 
Los presos llevaban monos naranjas y vivían en jaulas. En la actualidad,
 estos campos están cerrados.
Campo 4. Presos que colaboran. Pensado para los presos dispuestos a colaborar y que serían puestos en libertad en breve. Está fuera de uso desde 2011. 
Campo 5. La sección de alta seguridad.
 Aquí están los 65 presos muy peligrosos o que tienen un «alto valor» 
para CIA. Este edificio de dos plantas se dirige por ordenador  desde un
 centro de control. El personal puede regular desde allí el caudal y la 
temperatura del agua de las duchas. Los presos pueden salir al aire 
libre una hora al día.
Campo 6. Los presos no peligrosos. Este
 complejo se abrió en 2006 y costó 39 millones de dólares. Alberga a 75 
presos no peligrosos o sin interés para la CIA. Cuenta con 200 celdas 
individuales. Los presos tienen permitido ver la televisión o escuchar 
la radio con auriculares. Desde febrero de 2012, en el exterior hay un 
campo de fútbol.
La enfermería. En esta sección 
médica se alimenta contra su voluntad, con una sonda nasogástrica, a los
 presos en huelga de hambre. Los militares aseguran que es la única 
forma de mantener con vida a los prisioneros. 
Campo eco.
 El tribunal militar. Aquí es donde esperan los intAernos que deben 
responder ante un tribunal militar. Tienen permiso para hablar con sus 
abogados, utilizar papel y pluma y estudiar documentos. Los enviados de 
Cruz Roja tienen autorización para acceder a él.La enfermeríaEn esta 
sección médica se alimenta contra su voluntad, con una sonda 
nasogástrica, a los presos en huelga de hambre. Los militares aseguran 
que es la única forma de mantener con vida a los prisioneros.
        
 
 
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