Ciencia
                
En busca del tesoro oculto en Sevilla
            
                       
                
Fenicios, romanos, árabes... Todas las 
culturas de Andalucía dejaron su huella en Sanlúcar la Mayor. Para 
desvelar los secretos de uno de los puntos con más historia de España, 
la Fundación Focus-Abengoa, junto con arqueólogos de las universidades 
de Southampton y Sevilla, han sacado a la luz un yacimiento en el que se
 puede 'leer' el pasado de toda la región. 
 
         Se imagina una completa fotografía subterránea de una de las
 tierras con más historia y cultura de España? ¿Una imagen que mostrara 
con precisión muros y otras construcciones árabes, romanas y fenicias 
bajo tierra?
¿Incluso materiales cerámicos oantiguas 
orillas de un río ya inexistente en las profundidades de la provincia de
 Sevilla? Pues en tomar esa fotografía se han empleado a fondo durante 
tres meses arqueólogos de las universidades de Southampton (Reino Unido)
 y Sevilla, realizando codo con codo una serie de prospecciones 
geofísicas para localizar y cartografiar antiguos yacimientos en 
Sanlúcar la Mayor. ¿Cómo lo han hecho? Con sofisticadas 
técnicas no invasivas, como la magnetometría, que usa sensores para 
medir variaciones en el campo magnético terrestre, y la resistividad, 
que detecta los cambios en la resistencia del subsuelo al hacer pasar 
por él una corriente eléctrica. Así han podido realizar un mapa de cinco
 yacimientos ubicados en los terrenos que rodean las imponentes torres 
de la Plataforma Solúcar, una de las más importantes instalaciones de 
ingeniería de la región para la obtención de energía solar por 
concentración, promovidas por Abengoa en la finca de Casa Quemada.
Y
 es que las huellas del paso del hombre por la tierra quedan ahí. 
Algunas sin duda, las más recientes saltan a la vista, como las torres 
de Abengoa. Pero muchas otras se encuentran escondidas bajo tierra, como
 los restos arqueológicos que han ido dejando los distintos habitantes 
de esta región. Una riqueza hoy preservada, parcialmente 
restaurada y expuesta por la Fundación Focus-Abengoa, bajo la dirección 
científica de Fernando Amores Carredano, del departamento de Prehistoria
 y Arqueología de la Universidad de Sevilla.
El director 
del proyecto De la Tierra al Sol. Historia de los paisajes del Guadiamar
 habla con entusiasmo: «El paisaje es como un palimpsesto, compuesto de 
distintas capas donde se puede observar la huella del tiempo. La 
secuencia histórica dice es mucho más amplia de lo esperado: abarca 
desde el Bronce final tartesio, pasando por el periodo romano, hasta la 
Antigüedad tardía y el periodo islámico. Casi dos mil años de historia 
almacenada en los archivos de la tierra de estos yacimientos». A
 partir de las imágenes obtenidas en las prospecciones, los expertos 
seleccionaron las mejores áreas en las que realizar pequeños muestreos 
superficiales para ampliar la información. «La prospección geofísica 
comenta Amores Carredano es como una radiografía que te permite elegir 
después donde realizar la operación quirúrgica». El análisis del 
material superficial arroja, en cambio, información sobre quién y cuándo
 se asentó en esa región y qué actividades desarrolló en ella.
Así,
 el trabajo arqueológico revela no solo las construcciones levantadas 
por los distintos pobladores, sino también su influencia en el paisaje. 
Una evolución que ha modificado un entorno heredado hasta darle su forma
 actual: en su origen más remoto, el valle del Guadiamar fue un mar que 
se fue retirando para dejar a la vista suaves lomas después colonizadas 
por álamos, olmos y sauces. Así lo atestiguan los fósiles marinos 
hallados a muchos kilómetros de la actual línea de costa. Fueron los 
fenicios, primero, y los romanos, después, quienes se encargaron de 
abrir claros en el bosque, para hacerse con la leña necesaria para 
levantar sus edificaciones y, en gran medida, para su actividad 
metalúrgica. Y es que las minas de Aznalcóllar son las responsables de 
los asentamientos humanos aquí desde la Edad de Bronce. En época
 romana llegó a haber miles de habitantes en los distintos asentamientos
 de la actual finca y sus alrededores: el cercano asentamiento de Laelia
 de especial importancia estratégica para la administración romana sería
 el principal y a su alrededor crecieron otros como los llamados 
Lagunillas la extensa villa romana que concentraba el núcleo de 
actividad agraria y residencial o Molinillo, equivalente en la época a 
un polígono industrial, donde se trataba el mineral extraído en 
Aznalcóllar.
También la toponimia el estudio del 
origen y la significación de los nombres propios de un lugar aporta 
mucha información histórica. Y se han encontrado incluso restos que 
aluden a hornos de fundición y transformación del mineral extraído.
 Este largo camino explica el proceso que ha modelado el paisaje hasta 
llegar a las características dehesas actuales de la región, hogar para 
la cría de ganado, especialmente toros. Y podemos ver su huella todavía 
hoy en eventos como la romería de la Virgen del Rocío, donde la imagen 
de la Blanca Paloma es transportada por carretas tiradas por bueyes 
engalanados con adornos cuyo origen se remonta a los fenicios y su culto
 al dios Baal, representado como un toro. No en vano los templos que han
 aparecido en yacimientos cercanos, como el de Carambolo (en Camas, 
Sevilla), exhiben altares en forma de piel de toro. Estos templos están 
orientados de tal manera que sus puertas coinciden con la salida del Sol
 durante el solsticio de verano: el 21 0 22 de junio, según el año. 
Estas fechas eran especialmente importantes en la región desde tiempos 
de los fenicios y siguieron siéndolo en la época romana.
El culto 
al Sol hoy ha desaparecido, pero sigue dominando el paisaje a través de 
las imponentes torres de Abengoa, que, además de energía solar, 
concentra, a través de su fundación, la memoria de una tierra preñada de
 cultura y riqueza patrimonial. 
        
TÍTULO: QUE COMPETECIAS SE REQUIEREN PARA TRIUNFAR,.
 ¿Qué competencias se requieren para triunfar?
¿Qué competencias se requieren para triunfar?
Es fácil decir que la ausencia de las nuevas competencias que exige la sociedad del conocimiento, comparadas con las modeladas por la ...
 Es fácil decir que la ausencia de las nuevas competencias que
 exige la sociedad del conocimiento, comparadas con las modeladas por la
 revolución industrial, tiene la culpa del índice atrabiliario de paro 
entre los jóvenes. Lo difícil es demostrarlo y, más que eso, explicar el
 contenido de las competencias que se echan de menos.
No
 existe ninguna fórmula matemática que indique la falta aprendizaje de 
los conocimientos y estilos de vida necesarios para el mundo nuevo que 
vivimos. Sencillamente, constatamos que, cuando no se ejerce el
 liderazgo que reclaman las circunstancias nuevas, la empresa deja de 
ser productiva; que, cuando no se dominan las técnicas para decidir 
intuitiva y emocionalmente, algo falla a nivel organizativo. En 
definitiva, solo el balance final puede aportar la prueba de que se 
aplicaron o dejaron de aplicarse las nuevas competencias requeridas.
Pero,
 entretanto, no es bueno confiarlo todo a la buena suerte y lo lógico 
sería profundizar en la definición de esas competencias.  En primer 
lugar se trata de suplantar el sistema competitivo al que se nos ha 
acostumbrado por un diseño totalmente opuesto, basado en la 
colaboración. Trabajar en equipo requiere no fiarse solo de uno
 mismo, sino diseñar con la ayuda del resto la manera de profundizar en 
el conocimiento. Colaborar, en lugar de competir, requiere un trato y 
una sabiduría a los que se está poco acostumbrado.
Uno de los 
descubrimientos que han cimentado la posibilidad de aplicar el 
aprendizaje social y emocional ha sido el papel inusitado del 
inconsciente; resulta que el lugar ocupado por el pensamiento racional 
en el cerebro es insignificante comparado con el poder de la intuición. 
Casi todo se elabora en el inconsciente partiendo de premisas 
intuitivas. Ahora bien, sería iluso creer que la intuición puede
 funcionar sin cierta preparación; todos los investigadores, incluidos 
premios Nobel como Kahneman, nos alertan de la necesidad de saber 
desgranar las estructuras que también caracterizan a la intuición.
Es
 preciso, además, aceptar lisa y llanamente lo que se ha demostrado en 
los laboratorios: las demandas instigadas por la empatía, por la 
facultad de saber ponerse en el lugar del otro, son mucho más decisivas 
que las movidas por el puro egoísmo. Cuesta al común de los 
mortales aceptar los resultados de los experimentos de la Harvard 
Business School que demuestran que uno tiene muchas más posibilidades de
 dar con la felicidad cuando busca la de los demás que la suya propia.
Estamos
 saliendo solo de la Prehistoria en lo que se refiere a las técnicas de 
comunicación. Es preciso mejorarlas recurriendo a las técnicas 
digitales, pero no solo así. Hacer llegar a los demás el mensaje 
implícito en las nuevas tecnologías requiere atender, entre otros 
impactos, a la comunicación no verbal.
No hemos siquiera iniciado la elaboración de las técnicas de concentración. Muchos
 padres y educadores atribuyen la supuesta falta de atención de sus 
hijos y sus alumnos a su fácil acceso a plataformas dispares. Pero en 
realidad, como dicen los sajones, it's not a deficit attention, it's 
that I am not interested (no es un déficit de atención, es que no estoy 
interesado). No tenemos respuestas todavía a la falta de 
aprendizaje de la creatividad con la que se enfrentan los alumnos, no 
solo los artistas.
Ahora bien, si debiéramos establecer un orden 
de prioridades, sin caer en el vicio anterior de la jerarquización de 
las competencias que tanto daño ha hecho proscribiendo la creatividad, nadie
 debiera olvidarse de la necesidad imperiosa de que cada alumno, cada 
maestro y cada persona sea capaz de identificar aquello que le hace 
vibrar y desearlo para comunicarse con los demás. Sin olvidar que no 
basta con localizar el elemento, sino que hace falta profundizar en su 
conocimiento hasta controlarlo. Yo no sé de otra 
 
 
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