jueves, 7 de febrero de 2013

Suiza es España / Tener las de ganar,.

TÍTULO: Suiza es España,.

Cuando en el mundo había dos bloques me resultaban muy simpáticos los neutrales, a los que no hay que confundir con los neutrones. Una vez que cayeron los muros que separaban Occidente del resto del mundo, mi punto de vista sobre los equidistantes empezó a resquebrajarse:  no es lo mismo pasar de todo cuando dos macarras se están zurrando entre sí, que ver a un gigante abusón hacer lo que le viene en gana con los más débiles y no decir ni mu.
Mientras Gérard Depardieu se convierte en ruso, otros muchos optan por hacerse los suecos, quizá porque creen que encogerse de hombros es la mejor manera de mantener la dignidad. Pero el país neutral por antonomasia es Suiza, a quienes muchos despistados de la geografía colocan precisamente en Escandinavia. Un Estado admirable en el que consultan a la ciudadanía en referéndum cada dos por tres, donde no tira nadie un papel al suelo, con cuatro lenguas oficiales y sin ningún problema para entenderse. No me digan que con estos datos no les entran ganas de hacerse suizo, aunque te acaben vendiendo en una pastelería.  Y no les digo nada de los bancos de allí, donde te tratan con una discreción admirable y te sientes como en casa. Eso es lo que le ha debido de pasar a Bárcenas, que se llevó los 22 millones a Suiza convencido de que aquello era territorio español pero con más montañas y relojerías. Lo que está fuera de toda duda es que alguien como él pudiera pecar de falta de patriotismo. Ya lo verán: es más fácil que Suiza pase a ser la vigésima región española antes que reconocer que el tesorero del partido del Gobierno se lo llevaba crudito y evadía capitales.

TÍTULO: Tener las de ganar

No sale uno de su asombro. Un día abres los periódicos y descubres que grandes cadenas de hipermercados se las apañan para pagar a sus proveedores 200 días después de efectuar las compras. No sirve de nada que existan normativas que lo limitan a un máximo de 90 días porque se las saben todas. Con conseguir que firmen el consentimiento para recibir el pago en determinada fecha, se van de rositas y se escapan judicialmente. Alguien se preguntaba en la radio por qué no denuncian esos proveedores a las grandes cadenas y la respuesta es muy simple: si se atreven a intentarlo, no vuelven a ver sus productos en las estanterías y se los tienen que comer con patatas. Te enteras luego del rocambolesco desenlace del caso Pallerols, con sus corruptelas para desviar fondos europeos para la formación de desempleados, y me acordé de la época en la que trabajé en ese sector. En aquellos días también sabíamos de entidades que se quedaban con lo que no les correspondía. O por no hablar de quienes obligaban al profesor a devolver bajo mano parte del sueldo oficialmente recibido. Los mismos de siempre preguntaban de nuevo por qué no se actuaba contra aquella ilegalidad. Volvíamos a dar la misma respuesta: intentar cualquier heroicidad era una condena a no trabajar jamás en el sector en muchos kilómetros a la redonda. De estos dos asuntos, que parecen tan distintos, acaba uno por sacar tres conclusiones: a quien maneja la sartén por el mango es muy difícil ponerle contra las cuerdas; retar a quien tiene siempre las de ganar no es aconsejable; esperar una justicia igual para débiles y poderosos se está convirtiendo en una quimera. 

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