Has remontado el vuelo, con el breve aleteo de una tórtola, dejando al horizonte herido para siempre con tu ausencia. No pude protegerte contra el destino incierto. No pudiste evitar ser arrastrada, acompasada y leve, al río del olvido. Jamás podrá el olvido arruinar este amor que nos creció, sin saber cómo, un día en nuestras manos. Porque está, puesta en pie todavía, mi palabra, para dar testimonio de nuestra vivencia, con esta apasionada exaltación del canto, el llanto y la memoria.
TÍTULO: CONTINUO MUDAR:
El sol cubre tu mano y, al punto, se te escapa y te redime. Es tu dolor, humano, de piel ancha y sublime, de mujer que en esposa se define. Tiendes tu luz al día, bajo los altos árboles, cansados, de tu ilusión tardía. Estamos desolados, frente a frente, los dos, y enamorados.
Los dos, en nuestras manos, traemos la ilusión como medida del mundo que creamos. Es la única salida para izarse a la fe, de antes, perdida. Recreamos el mundo, bebiéndonos la lluvia, gota a gota, del llanto más profundo. Y vuela, a veces, rota, la esperanza, con alas de gaviota.
TÍTULO: NI EL ESPÍRITU DE LOS PÁMPANOS:
Nos vivimos por dentro. Rehacemos la luz que presentimos del inminente encuentro. Amamos y vivimos, reviviendo el amor que, ayer, perdimos.
Y perdidos estamos. No nos sirve inventarnos la frontera. Es cierto nos amamos, pero ¿ qué queda fuera de este morir, amor, en primavera.
Pagamos el tributo de capturar la aurora, cada día, en las redes del luto. No resta, amiga mía, más dolor que inventarse la alegría.
Sonríes al futuro, domadora del tiempo y su cabriola. Cabalgas sobre el puro bisel de la amapola: el límite del ala y de la ola.
TÍTULO: EL TESORO OCULTO DE LOS TEMPLARIOS:
En parto original, la vida te renace y se te entrega, fiel del bien y del mal, en la afanosa brega que la vida y la muerte crea y niega.
No temes levantar la piel hasta la luz que te vertebra. No te asusta dejar hilo a hilo, hebra a hebra, tu vida, por igual, en triunfo y quiebra.
Sabes la exactitud consciente de tu empresa, de la mía. Sabes la plenitud de la noche, del día;
nuestro exacto equilibrio en agonía.
Te mueres, poco a poco, al sol, harto de luz y de occidentes. Te mueres, si te toco, aunque tú lo desmientes.
Te mueres cada día, lo presientes.
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