Puede que hoy en día, metidos de lleno en la era de la globalización, suenen a chascarrillo este puñado de anécdotas, pero haga un ejercicio,.-foto,.
Puede que hoy en día, metidos de lleno en la era de la
globalización, suenen a chascarrillo este puñado de anécdotas, pero haga
un ejercicio de viaje en el tiempo y ponga el pie en los primeros años
60. Que una niña en edad de emborronar dibujos viajara al lejano Japón y
que allí fuera recibida con honores de jefe de Estado; que en el dorado
Hollywood Audrey Hepburn le desvelara sus secretos de maquillaje; que
Orson Welles no dudara en catalogarla como «el animal cinematográfico
más impresionante que jamás he conocido» o que, en fin, la carita de
aquella niña se reprodujera hasta el desmayo en álbumes, cromos,
banderitas, revistas y hasta muñecas son, incluso ahora, algunos de los
perfiles de un fenómeno que a pesar del paso del tiempo no ha perdido ni
un ápice de su potencia.
Esa niña cumple hoy 65 divinos años. Y ahí sigue el mito,
ajeno a esta cifra que en otro caso implicaría la jubilación. Al
contrario. Puede que en este fenómeno influya el hecho de un silencio
voluntario que dura ya cerca de tres décadas, o que su presencia en el
imaginario colectivo sea demasiado profunda como para apagar ese rayo de
luz, pero el hecho es que, aún hoy, decir Marisol es cerrar los ojos y
disfrutar de la estampa de la pequeña belleza de ojos azules entonando
el 'Corre, corre, caballito' acompañada de una corte de imberbes
embelesados.
Esa es quizás la muesca que une a una generación con
otra, a madres e hijas que soñaron con ser aquella niña y a padres e
hijos que se derritieron por sus huesos. «Es la grandeza del mito;
Marisol no ha crecido y sigue siendo una superestrella por aclamación
popular». A José Aguilar, uno de los biógrafos autorizados de esa niña
prodigio, se le agotan los superlativos a la hora de trazar el perfil de
Pepa Flores, la mujer que brilla una vez que se apagan los focos.
Porque Pepa ha conseguido sobrevivir a Marisol. Lo hace además
«reconciliada con su pasado» y sorteando con elegancia y naturalidad
ofertas millonarias que harían a más de uno replantearse sus principios.
Enorme y generosa
Da igual un programa de televisión que un homenaje, una
película que un libro sobre su vida. Su exposición pública es un
capítulo cerrado. Pueden contarse con los dedos de una mano las
excepciones que la han sacado de su retiro de La Malagueta, quizás un
acto benéfico o la participación en un dueto para cumplir una promesa,
como hizo cuando la cantante Aurora Guirado grabó uno de sus últimos
discos. «Marisol es excepcional hasta para eso», observa Aguilar, que
recuerda su enorme «generosidad» cuando él le expuso el proyecto de la
biografía. «Estuvo ahí, en la sombra, apoyando el trabajo desde el
principio».
Ese rasgo de la «generosidad» es compartido en bloque por
todos los que en algún momento se han acercado a Marisol. El fotógrafo
malagueño Eugenio Griñán, testimonio vivo de la Málaga de la época,
guarda como oro en paño no solo la colección de fotografías inéditas que
acompañan este reportaje sino el recuerdo del día en que coincidió «con
aquella preciosidad de ojos azules». La década de los 50 daba sus
últimos coletazos y Eugenio, aún adolescente, acudió con su padre a un
patio de vecinos de la calle Refino a cumplir con el encargo de
inmortalizar aquella fiestecita. Ella tendría siete años y un desparpajo
que prometía. El resto es casi historia, aunque Griñán aún tuvo la
oportunidad de compartir con aquella niña «menuda y con trencitas» todos
sus años en Málaga, que coincidieron con su eclosión como estrella.
En sus archivos, que pronto formarán parte de un museo,
se acumulan cientos de imágenes de la vida de Marisol. Y todo gracias a
una relación fotógrafo-artista que nada tiene que ver con las
persecuciones y la ansiedad de ahora. «Es que antes ellos agradecían que
estuviéramos allí y te lo ponían todo muy fácil», recuerda Griñán, que
lo mismo disparaba a las puertas del Teatro Echegaray que la
inmortalizaba comprando en el mercado o abrazada a su abuela. «¡Incluso
te ponían un café!», insiste mientras muestra una de sus fotos
favoritas, con Marisol subida en su Vespa. Al relato se suman otras
tantas en la feria de Málaga, actuando con Antonio El Bailarín, en la
boda de su hermana con Félix Gancedo en la Catedral, en los toros o en
La Rosaleda. «Para mí ha sido una persona excepcional», concluye Griñán.
Las cualidades humanas de Marisol, entre las que se
destaca también el «compromiso y la coherencia», en palabras de Aguilar,
han corrido paralelas a su inolvidable huella en decenas de discos y de
películas, antídoto contra el olvido. En este sentido, tanto el cine
como la música le reservan un puesto de honor en su historia reciente.
El crítico Miguel Ángel Oeste se queda con la Pepa más madura, que
regaló interpretaciones «muy notables» en títulos como 'Los días del
pasado', de Mario Camus.
En aquella época, la actriz ya era un mito y los
españoles aún conservan en la retina la espléndida portada que publicó
'Interviú', con una fotografía de Pepa Flores que se convirtió en uno de
los símbolos de la Transición. Poco quedaba de aquella niña que en 1960
impactó a esos mismos españoles en 'Un rayo de luz', el título de Luis
Lucía que supuso el principio de todo. «Aquellas películas fueron un
bombazo», observa Oeste, que enumera en esta etapa títulos inolvidables
como 'Ha llegado un ángel', 'Tómbola' o 'Marisol rumbo a Río', siempre
«a razón de uno al año».
Javier Ojeda define aquella época como «deliciosa». De
ahí salieron algunas de las canciones más apreciables de su carrera:
'Estando contigo', 'Tómbola', 'Una nueva melodía' o 'Cabriola'. También
brilló Marisol de la mano de Juan Pardo o Juan Carlos Calderón, y en
plena madurez «tomó las riendas de su carrera» con 'Galería de
perpetuas'. En él, la artista exhibe su madurez vocal una vez cerrada la
primera época de «hacer discos como churros» y, además, se permite el
lujo de ser más selectiva. 'Háblame del mar marinero', de Manuel
Alejandro, regala los oídos del líder de Danza Invisible cada vez que lo
escucha. «¡Nadie como ella podía cantarla así!», concluye el vocalista.
Nadie como ella... Es uno de los giros más recurrentes
entre la legión de admiradores que la siguen, la quieren y la extrañan.
Ella lo sabe y lo agradece. Hoy habrá 65 velas en la tarta que soplará
en su retiro de La Malagueta rodeada de los suyos, sus tres hijas y su
nieto, los fieles guardianes que mantienen al mito, y a la mujer, con el
corazón contento.
TÍTULO: CARMEN FERNANDEZ DAZA ES UNA GRAN SASTISFACCIÓN ESTAR EN LA ACADEMIA;
En la última sesión ordinaria de la junta de la Real Academia de Extremadura, celebrada el día 19 de enero, en su sede del Palacio de,.
En la última sesión ordinaria de la junta de la Real
Academia de Extremadura, celebrada el día 19 de enero, en su sede del
Palacio de Lorenzana de Trujillo, la escritora y ensayista Carmen
Fernández-Daza era elegida nueva académica de número. Ocupaba así la
vacante dejada por Antonio de la Banda y Vargas.
Aunque nacida en Madrid, donde pasó buena parte de su
infancia y donde cursó sus estudios universitarios, Carmen se siente
extremeña, puesto que su familia siempre ha tenido sus raíces en esta
tierra. Sin embargo, fue en la capital de España donde se licenció
primero en Filología Clásica y se doctoró con posterioridad en Filología
Española con brillantes expedientes académicos.
«Me siento apabullada y con mucha satisfacción», confesó
en una entrevista concedida a HOY, en la que apuntó que «he recibido el
nombramiento con cierto temor y con un sentido de la responsabilidad muy
grande», después de recibir la noticia mientras pasaba un día de
descanso junto a su hijo.
La escritora y ensayista, actual directora del Centro
Universitario Santa Ana de Almendralejo, fundado por su padre el también
académico, ya fallecido, Mariano Fernández-Daza, reconoció que «no era
una ilusión vital, ni tenía el deseo de estar dentro, sin ninguna
petulancia», aunque ahora resulta de una «gran satisfacción» el
pertenecer a la Academia.
Ahora asegura que es una «responsabilidad altísima»
representar a Extremadura en una institución cuya defensa «del
patrimonio artístico y literario está por encima de cualquier otra
cosa».
Respecto a la institución, Carmen Fernández-Daza confiesa
que la labor de difusión cultural de la región que hace la Academia
«puede parecer desconocida para el gran público».
En la entrevista, reconoció que «muchas veces no
conocemos» la labor que realiza esta academia en pro de la cultura
extremeña, que se plasma en la organización de congresos sobre humanismo
o historia, de premios de investigación o de otras acciones.
«Siempre tendemos a no conocer en casa lo que desde fuera sí se conoce», apuntó, después de que la academia.
Colaboradora en la Enciclopedia Cervantina o en el
Diccionario Histórico de la Real Academia de la Historia, Fernández-Daza
es una empedernida investigadora, cuyos trabajos le han permitido
publicar varios libros, antologías, biografías como la de Carolina
Coronado o a publicar más de setenta estudios, entre artículos,
capítulos de libros o colaboraciones en diccionarios.
«Trabajaré en la sombra siempre que pueda, intentando
beneficiar a Extremadura en distintos aspectos», apuntó a HOY en una
entrevista donde adelantó que se pondrá a disposición del director y de
la Academia «para lo que quieran de mi».
Sobre el escaso número de académicas mujeres, Carmen
Fernández-Daza es la segunda, tras Carmen Ortueta, aseveró que «esto no
es una competición deportiva, donde las marcas entre hombres y mujeres
no sean las mismas». «Las generaciones nuevas ni siquiera se pueden
plantear esto afortunadamente».
Mientras tanto, ella sigue en su ardua labor de gestionar
el Centro Universitarios Santa Ana de Almendralejo, que fundó su padre y
que con los años ha ido incrementando el apoyo social e institucional,
siendo centro adscrito a la Universidad de Extremadura. Cada año ofrece
nuevos grados universitarios y master de diversas disciplinas
académicas.
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