Pasó por la puerta principal con el corazón saltándole dentro, y preguntó al primer funcionario dónde sería el desembarque de los pasajeros que venían de Uruguay. Recibida la información, dijo un breve "gracias" y salió apresurada. Por el camino, pensaba que aquel aeropuerto hasta era agradable, y qué bueno sería pasar por allí nuevamente, ya tomados de la mano con Héctor.
Llegó al lugar de desembarque, y constató que el vuelo todavía no había llegado. Excelente, tendría tiempo de calmarse, si es que eso era posible!. Se sentó en uno de los sillones y se tranquilizó, dándole órdenes a su corazón: "cálmate, cálmate por favor!". Pasó los ojos por el lugar y vio a otras personas que allí, como ella, también esperaban por alguien. Pero, con toda certeza, ninguna de ellas estaba tan llena de ilusión. Todo su cuerpo hervía, era la propia emoción en ebullición. Se sentía como en un carrito de montaña rusa , justo en aquel punto de espera agonizante, en que para por unos segundos antes de la caída vertiginosa.
Ansiosa como estaba, se levantó y fue al baño.. Dos mujeres estaban allí, pero ella ni se dio cuenta de eso. Fue hasta uno de los lavabos, abrió el grifo y colocó ambas manos bajo el chorro de agua. Era muy buena la sensación del agua helada en sus manos hirvientes, tanto que permaneció así por algunos minutos, aunque no sabría precisar por cuánto tiempo. Mientras sus dedos bailaban en el agua, ella se miraba en el espejo en un auto-reconocimiento. Su rostro era bonito, pero.... le gustaría a Héctor?. Estaba casi sin maquillaje, como siempre. Apenas un rímel transparente en los ojos y un carmín de color rosa claro, combinando con las rosas de su vestido blanco. Cabellos lisos y brillantes que reflejaban la luz fría del lugar. Pasó sus dedos mojados por ellos, pensando lo bueno que sería cuando fuesen los dedos de Héctor los que los acariciaran. Secó sus manos con una toalla de papel , y después usó otra para quitar el 90% del rouge. "Hum, no sé por qué insisto en usar esto, si no me gusta!" Nueva mirada al espejo, contorneó sus labios con su dedo índice, y las palabras de Héctor le vinieron a la mente una vez más " ... y mi dedo que dibuja tu boca que no conozco..."
Estaba en este devaneo cuando oyó por el altoparlante una voz de mujer que anunciaba la llegada del avión proveniente de Uruguay. Entonces su cuerpo pasó del fuego al hielo. Sintió su corazón latir tan fuerte que se adormecieron sus manos. Y seguiría allí, sin moverse, si la Alita del espejo no le hubiese gritado: "Vé! Ahora! Adelante!"
Y ella se fue, caminando lo más rápidamente que sus sandalias de taco alto le permitían. En verdad, casi corría, como un niño la mañana de Navidad, que sabe que sus regalos le esperan junto al árbol. Se detuvo frente a la puerta de vidrio, por donde ver a los pasajeros descendiendo del avión, a lo largo de la pista. "Dios, está muy lejos, no podré didstinguirlo entre los otros." Y de pronto la duda : y si él no vino???? Vamos, qué bobada, Alita, qué bobada!" Los pasajeros se aproximaban y ella clavó sus ojos en un hombre blanco, alto, cabellos castaños. Sería él? Lo observó cuando llegó a retirar su equipaje de la cinta. Y en el momento que él sonrió a la azafata, diciéndole algunas palabras, ella tuvo la certeza de que era Héctor. Reconoció inmediatamente la sonrisa de la foto en su computadora, esa foto que ella miraba y admiraba todos los días, desde que la recibiera.
El vino caminando lentamente en dirección a la puerta, y, al mismo ritmo de sus pasos, ella se alejaba, retrocediendo, como si tuviera miedo de ese encuentro tan esperado. Paró a algunos metros de la puerta, y esperó que él llegase hasta ella, sin despegarlo de sus ojos . "Dios, no me dejes desmayar, da fuerza a mis piernas..." Fue cuando sus miradas se cruzaron por primera vez, y ella sintió aquel estremecimiento por su cuerpo, que sólo Héctor le provocaba. El sonrió, ella intentó sonreír. El hombre se detuvo a menos de treinta centímetros de ella, tan cerca que podía sentir su perfume, su respiración. Ojos en los ojos, con un dedo él acarició su cara, secando la primera lágrima que rodaba. Una primera caricia, tan suave, tan sutil, pero que le provocó sensaciones indescriptibles.
"Alita, Alita...por qué lloras? Tu pájaro ahora está contigo" Ella lo tocó, paseando suavemente con los dedos por el rostro del hombre que tanto amaba, y le preguntó en un susurro casi inaudible: "Héctor, esto es un sueño?" Sí, dulce Alita, todo es un sueño hecho sólo para nosotros. Vamos a soñarlo juntos. "Y la besó. Beso caliente, tierno, atemperado por lágrimas del más puro amor....
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