Mar, 'belle epoque' y color cautivan a un viajero que encuentra en sus calles aires de otros tiempos
ESCAPADA FIN DE SEMANA.
Niza es sinónimo de mar, lujo y exclusividad. La capital de la Costa Azul francesa todavía conserva ese halo de grandeza, pero se abre al turista en general mostrándole el calor y hospitalidad mediterránea y la agresividad y belleza de las próximas crestas de los Alpes franceses.
Ubicada en una estrella zona de terreno llano, limitado por el macizo montañoso de Mercantour, lo primero que se percibe por la ventanilla del avión cuando se aterriza en su moderno aeropuerto es el mar. Sin embargo, si se mira por la otra ventanilla las cumbres nevadas de los Alpes sorprende a un viajero que, en la mayor parte de los casos, llega buscando el sol y la playa. Niza no es una ciudad fría, sino todo lo contrario, con temperaturas máximas en verano que pueden alcanzar los 35 grados. Al tener un clima mediterráneo sus inviernos son suaves, aunque desde el Atlántico llegan en invierno vientos húmedos cargados de precipitaciones.
La segunda cosa que sorprende al viajero es la playa. ¿Dónde está la playa? La costa de Niza y, por lo general de toda esta zona del Departamento de los Alpes Marítimos es de cantos rodados. Por lo que son necesarias unas zapatillas de goma para darse un chapuzón. Los franceses, con su buen hacer comercial, han hecho de tripas corazón y han convertido los cantos rodados en símbolo de la ciudad.
Y, como no podía ser menos, la entrada en Niza se hace por su largo y cuidado paseo marítimo. De oeste a este, por la Bahía de los Ángeles, donde paseantes se confunden con deportistas que hace 'footing', montan en bici o patinan. El Promenade des Anglais, luego Quai des Etats-Unis y posteriormente Quai Rauba Capeu o Quai Lunel abraza la ciudad, separándola del mar y ofreciendo al paseante toda un catálogo de edificios levantados en tiempos de opulencia, de los más representativos de la 'belle epoque', a funcionales, pasando por pequeñas casa señoriales.
Ecos de la realeza
En esta parte de la ciudad está una de las joyas arquitectónicas, el hotel Negresco, con su exclusivo restaurante Chantecler. Desde que en 1912 abrió sus puertas, toda la realeza ha pasado por sus suites. El visitante se sorprende a su entrada con la gran araña de cristal de Baccarat, que en su día fue encargada por el último zar de Rusia, Nicolas II, pero que nunca lució en el palacio de San Petersburgo. Sus salas despiden aroma de otros tiempos, donde el 'art nouveau' deja su impronta para impresionar a los más acaudalados bolsillos.
Siguiendo por el paseo se llega a un gran parque que se adentra en la ciudad. Esta arteria verde no es más que el cauce cubierto del río Le Paillón, que se ha ganado para el disfrute y el tránsito de modernos tranvías.
Sin dejar la costa se llega a lo que llaman 'Niza la vieja', que no es otra cosa que lo que en su día fue el origen de la ciudad. Aquí si se masca el aire mediterráneo. El viajero puede incluso, perdiéndose por sus callejuelas creerse que están en cualquier ciudad italiana. Incluso, la estética de la plaza del Palacio de Justicia recuerda a cualquier rincón de la misma Roma. Y es que, llegados a este punto, no es para menos aconsejar el deleitarse con un buen helado, dado que la receta es similar, cuando no igual, a la que emplean los vecinos de la península itálica.
Al rodear el Castillo -Château- y su parque, el paseo marítimo se eleva sobre un acantilado, desde donde se ve Niza en toda su magnitud y, dependiendo la hora del día, con distintos colores en los que el blanco y azul predominan. Siguiendo se llega al puerto, donde siempre cabrá asombro al ver yates exclusivos, alguno con helipuerto, propiedad de millonarios y famosos que buscan en el tipismo mediterráneo.
De las calles de Niza destacan las avenidas de Malaussena y de Jean Médecin -el que fuera durante años alcalde tras la Segunda Guerra Mundial-, una a continuación de otra, en las que las tiendas recuerdan la 'globalización comercial' en la que vivimos con cadenas de marcas que pueden encontrarse ya en cualquier punto del planeta.
TÍTULO: LAS VACACIONES.
Unas vacaciones para tu piel. Aceite de oliva, caviar y vino. Las propiedades rejuvenecedoras de estas joyas gastronómicas se "sirven" ya en los hoteles más exlusivos.
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