Antonio Skármeta Branicic; Antofagasta, 1940) Escritor chileno. Descendiente de inmigrantes yugoslavos, Skármeta supo desde muy pronto que su vida se definiría por la errancia. Según la leyenda familiar, sus antepasados no cambiaron de país por necesidad, sino por el placer de orientar la nariz hacia lo desconocido. Las playas y el vino del Adriático les gustaban lo suficiente, pero querían respirar el sur del mundo. Con el mismo impulso, los padres de Skármeta se trasladaron primero a Santiago de Chile y luego a Buenos Aires, donde la mente juvenil de su hijo entró en contacto con la cultura pop. De vuelta en Santiago de Chile, estudió teatro y filosofía.
Con notable frescura y un incontenible deseo de hacer de la narrativa una experiencia sensorial, Skármeta comenzó a narrar en la cuerda de J. D. Salinger y Jack Kerouac. En la década de los sesenta, época en la que los jóvenes pasaron de ser una categoría biológica a ser una categoría cultural, recreó la contracultura juvenil y los discursos que modificaban los mensajes de la tribu urbana. Influido por el rock, el cine, el periodismo, los deportes y las más diversas zonas de la cultura popular, su primer libro de cuentos, El entusiasmo (1967), fue una fulgurante puesta al día de la imaginación latinoamericana. En 1969 obtuvo el premio Casa de las Américas con el volumen de relatos Desnudo en el tejado.
Primeros pasos en la literatura.
Los cuentistas posteriores encuentran en Skármeta un decisivo cruce de caminos entre el boom latinoamericano y la nueva narrativa estadounidense. El entusiasmo y Desnudo en el tejado combinan con eficacia la mezcla de realidad y fantasía de Julio Cortázar y las atmósferas cargadas de sensualidad de Juan Carlos Onetti con la velocidad cinematográfica de Norman Mailer y el tono coloquial de Salinger. No es exagerado decir que autores mucho más jóvenes (el argentino Rodrigo Fresán, el chileno Alberto Fuguet, el mexicano Guillermo Samperio) han escrito en la estela de este primer Skármeta.
De manera emblemática, el autor del cuento «A las arenas» (sobre unos latinoamericanos que venden su sangre para comprar entradas de un concierto de jazz) decidió instalarse en Nueva York, donde tradujo a Mailer y se graduó en la Universidad de Columbia con una tesis sobre Cortázar.
El golpe de estado de Augusto Pinochet (1973) le sorprendió siendo un profesor de literatura que dirigía obras de teatro y que había trabajado en una película sobre la Unidad Popular con el realizador alemán Peter Lilienthal. Se exilió entonces en Argentina, donde publicó el volumen de relatos Tiro libre, que refleja el clima que permitió el ascenso y la caída de Salvador Allende.
Con la dictadura de Pinochet perdió su territorio narrativo esencial, el mundo próximo de los barrios, los hipódromos, los bares a los que sólo se aventuran «halcones nocturnos» como los que el estadounidense Edward Hopper pintó en su célebre lienzo. El estadio de fútbol, en el que tantas veces sufrió en nombre de su equipo, se había transformado en un inmenso campo de concentración.
Skármeta tuvo que reinventar su escritura en el exilio, y su primera novela, Soñé que la nieve ardía (1975), llegó con una urgente carga memorística al narrar el golpe de Pinochet bajo la mirada candorosa de un joven futbolista. Desde el punto de vista formal, se trata de la más ambiciosa narración del autor. Historia de una educación sentimental y política, es un exacto cuadro de costumbres y, al mismo tiempo, una farsa circense y lúdica en torno a un personaje felliniano, el Señor Pequeño. Ninguna venganza más fuerte ante la dictadura que el sentido del humor.
Exilio en Alemania.
Después de permanecer un año en Argentina, se trasladó a Berlín Occidental, ciudad donde residiría durante quince años. Allí trabajó como profesor de guión cinematográfico, escribió para la radio, continuó sus colaboraciones con Lilienthal y fue una figura de referencia para la cultura latinoamericana en el exilio.
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