Este Santuario, lugar de peregrinación desde la Edad Media, es un ejemplo de gótico mudéjar extraordinario y guarda tesoros incalculables de los que el viajero puede disfrutar. La Puebla, es decir, el entorno de casas que se organizó alrededor de él desde los inicios, posee un encanto propio del norte de la provincia de Cáceres.
Situada al sureste de la provincia de Cáceres, sobre la falda sur de la Sierra de Altamira y en las estribaciones de las Villuercas, la zona disfruta de un clima templado a lo largo de todo el año, lo que propicia una gran variedad de áboles frutales, grandes pinares y castañares, que configuran un hermoso paraje, sobre todo en la época veraniega.
Fue el rey Alfonso XI, quien ordenó ampliar la primera ermita, concediendo grandes privilegios a la iglesia y a los moradores del lugar.
En el Monasterio predomina el estilo mudéjar, aunque tiene importantes elementos góticos, renacentistas y barrocos. El gótico aparece ya en la iglesia de Alfonso XI, comenzada a construir en el siglo XIV, con su fastuosa fachada con puertas de bronce repujado. En el interior destacan la reja de la capilla mayor, del s. XVII, los lienzos de Vicente Carducho y Eugenio Caxé, la sillería del coro, de estilo barroco y del s. XVIII, y la capilla de Santa Ana, con el magnífico sepulcro de los Velascos. En la antesacristía hay importantes pinturas de Carreño, y en la sacristía puede admirarse la extraordinaria colección de ocho espléndidos Zurbarán, que se completa con otras pinturas suyas existentes en la capilla de San Jerónimo. El camarín de la Virgen es una gran concentración de riquezas, en cuyo joyel son innumerables los objetos artísticos, las alhajas y los mantos de valor incalculable. Hay, asimismo, unos bellos lienzos de Lucas Jordán.
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