lunes, 8 de agosto de 2011

AQUELLOS AÑOS JUNTOS AL MAR--- LA CHICA Y EL PERRO

Al día siguiente todo fue igual,

Tan sórdido como siempre.

Se realzaba en la incesante espontaneidad

De hacer lo que guste, de ser propio.

Habiendo determinado una vida agridulce

Luchando continuamente por no perecer

En aquella casita del bosque

Se erguía complacido de su pasado.

En cuanto del futuro era desconocido

Se contentaba con el ahora

Y de estar al tanto, ni le digo.

Ensimismado en su mundo.

El eterno lago pincelado

Entre esos amplios terrenos verde vivo

Servía de pacificador para el viejo montañés.

Disfrutar amaba, de saber que

En cuanto entrase, sin monedas de todos modos

El intenso aroma a café con leche (o mate cocido) lo invadiría

Un mantel con manchas de tiempo, y un hogar a carbón.

El octavo tren pasó efímero y puntual

En una de las ventanillas, el rostro de una muchacha

Entre la niebla de la mañana

El vagón se difuminó.

Una astilla de la frágil caña

Se incrustó en su meñique

No fue el dolor quien lo invadió, sino la melancolía

De las pocas astillas que sobraban todavía.

Hundió las zapatillas en el agua y fijó rumbo.

Esa no iba a ser la mañana

De enigma de Agosto.

En aquella casita del bosque

Próxima al ombú más viejo

El rústico filósofo continuó

Coleccionando años.

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