Las 17 exposiciones del festival se aglutinan en torno a un interrogante: "Humanos ¿cómo somos?". La concisa pregunta aboca la propuesta a un registro documentalista en el que lo variado de la oferta no permite que se sucumba frente al estereotipo del compromiso maniqueo. El poliedro creativo queda fijado por la mirada subjetiva de cada fotógrafo, quien centra su trabajo en una realidad concreta que se momifica y congela. Si nosotros podemos ser espectadores de estas instantáneas temporales es por la firmeza, la insistencia dispendiosa y gratuita de la mirada de cada uno de estos fotógrafos; estas obras no se pueden concebir fuera de sus singulares circunstancias: el obturador actúa como una guillotina del tiempo y la imagen es la huella de la luz sesgada. Cada toma nos hace conscientes de que la caja oscura no es un agente reproductor neutro sino una máquina que produce efectos deliberados. Cada fotografía ha reducido el hilo del tiempo a un punto. Ya saben: "El tiempo de la foto no es el del Tiempo", aquello que sentenciara Denis Roche. Alegato obvio pero enfatizado si hablamos de fotografías documentales expuestas, ahora, sobre paredes desnudas con acompañamiento escaso de palabras; imágenes que se desprenden del anclaje al que las somete el texto que las acompaña cuando aparecen editadas en medios gráficos para instalarse en el más allá acrónico e inmutable de la imagen sobre la pared.
En Fotoencuentros se recogen trabajos pausados que recorren una vida (o casi) como los de José Miguel de Miguel (Centro Cultural Cajamurcia, Cartagena), cuya obra atrapa el tiempo de cigarros y legañas de la posguerra española. Un trazo en la historia a la que toma el pulso el periodista y editor de la revista FOTO Manuel López (Muralla Bizantina, Cartagena) y a quien el ex presidente Felipe González, en el texto de presentación, reivindica como testigo activo. Frente a la Historia con mayúsculas, relevos generacionales. Susana Girón (Centro Cultural Las Claras), con las instantáneas capturadas en su entorno familiar, nos sugiere que los cambios del tiempo no operan exclusivamente en la gran Historia sino también en el interior de esa pequeña historia cuya medida puede ser la existencia de cada uno de nosotros. Metáforas del tiempo que también destila la obra de Óscar Fernando Gómez (Puertas de Castilla, Murcia), que con sus tomas desde su taxi en Monterrey practica las tres virtudes que constituyen al verdadero artista: la vigilancia, la sabiduría y, la más paradójica de todas, la fragilidad.

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