domingo, 5 de mayo de 2013

FIEBRE POR LOS MARATONES-- ZANCADAS QUE SALVAN VIDAS / HISTORIA LOS HERMANOS GOERING EL DIABLOS .....el ángel -,./

TÍTULO: FIEBRE POR LOS MARATONES-- ZANCADAS QUE SALVAN VIDAS,.

Fiebre por los maratones. Zancadas que salvan vidas -  

Al terminar mi primer maratón, les dije a mis amigos: ¡Los que hacéis esto dos veces al año estáis locos!. Eso sí, al mes siguiente ya estaba .

Deporte

Fiebre por los maratones. Zancadas que salvan vidas

capacidades aeróbicas para la carrera de resistencia que los demás animales no tienen. Al correr, el hombre aumenta sus defensas, alarga su vida y genera sustancias que lo hacen más feliz. Quizá por ello hay cada vez más corredores enEspaña. Hablamos con los que se atreven con los 42 kilómetros del maratón
El corredor Héctor Carmona (Fotos: Daniel Méndez).
Al terminar mi primer maratón, les dije a mis amigos: '¡Los que hacéis esto dos veces al año estáis locos!'. Eso sí, al mes siguiente ya estaba apuntada para correr otro».
Aquello fue en Londres, en 2009, y desde entonces Rosa Asensio Rosita, como la conocen en el entorno deportivo ha completado los maratones de Londres, Nueva York, Boston, Berlín, Chicago, Barcelona y, hace apenas unos días, Madrid. Vive en Alcorcón, pero hasta ahora no se había animado con el duro trazado de la capital, célebre por sus cuestas. El año que viene le toca Tokio, en febrero, aunque solo sea por completar los llamados majors. Pero no es solo por eso.«La satisfacción al cruzar la meta no la iguala nada. Se te viene a la cabeza todo el esfuerzo de los meses anteriores, los días en que saliste a correr sin ganas». Ella llega a cubrir hasta 140 kilómetros semanales, arañándole horas al trabajo e incluso al sueño. Empezó en su tercer año de universidad y se ve corriendo «hasta que el cuerpo aguante». ¿Qué tiene este deporte que engancha tanto? «El reto personal que supone y que te vuelves más positivo: te acostumbras a sufrir, a esforzarte, y afrontas la vida de otro modo». Y añade entre risas: «Otra cosa que nos lleva a correr a casi todas las mujeres es lo que adelgaza. Te cambia hasta el metabolismo y puedes comer lo que quieras».
¿Por qué corren ellos? ¿Y ellas? Según un estudio de la Universidad de Temple (Filadelfia, Estados Unidos), en ellos prima la competición. En ellas, sentirse bien consigo mismas. No olvidemos que hasta 1972 no se permitió a las mujeres correr oficialmente en un maratón. Y aún impactan las fotos de un hombre tratando de expulsar por la fuerza a la corredora Kathrine Switzer del maratón de Boston, en el que se había colado inscribiéndose con sus iniciales. Al final pudo llegar a la meta, escoltada por amigos y simpatizantes. También acierta Rosa al mencionar los cambios en el metabolismo y la influencia del running en el estado anímico. Durante el esfuerzo físico, nuestro cuerpo genera una serie de sustancias que le permiten resistir el dolor y que, en última instancia, afectan a nuestra sensación de felicidad. Las endorfinas un neurotransmisor importante en el enamoramiento o el orgasmo y con una actividad análoga a la morfina tienen su componente adictivo. Pero el deporte de resistencia también incrementa los niveles de serotonina (un antidepresivo natural) y de las catecolaminas, unas hormonas que funcionan como neurotransmisor, compuestas de sustancias como la adrenalina o la dopamina. Todas ellas influyen en lo que se llama el 'bienestar del corredor', esa sensación de placer, casi de euforia, tan familiar a los deportistas y que se produce tras una sesión deportiva.
Un corredor de maratón entrena muchas horas al día durante los meses previos. Rosa compite en la categoría 'popular': la no profesional. Héctor Carmona, en cambio, se mueve a un nivel semiprofesional: a sus 32 años entrena cuatro horas diarias. Su mundo es el atletismo y, de hecho, su novia es la actual campeona de España de 800 metros. El récord de Héctor para cubrir los 42 kilómetros del maratón es de 2 horas y 37 minutos. La marca la hizo en Sevilla, y en otoño buscará restarle aún 15 minutos más en Berlín donde ya ha corrido, en Fráncfort o en Ámsterdam. Para ello corre unos 20 kilómetros al día. «El mayor reto dice es muscular. A partir del kilómetro 30 no sabes cómo va a reaccionar tu cuerpo. La pájara viene por ahí: hay un momento en que empiezas a sentir calambres y mucha gente no puede seguir». Incluso algunos se lanzan sin prepararse lo suficiente... y en ocasiones acaba en un susto serio. No es necesario, en cualquier caso, pensar siempre en el gran reto. Diez minutos de ejercicio intenso son suficientes para crear cambios metabólicos en nuestro cuerpo cuyos efectos se prolongan durante más de una hora. Y entre una y dos horas y media de ejercicio semanal nos harán más longevos. El año pasado se presentó el Copenhagen city heart study, un ambicioso estudio que ha seguido, durante 35 años, a veinte mil personas de entre 20 y 93 años para analizar la relación del deporte con enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, insuficiencia cardiaca, patologías pulmonares, demencia, apnea del sueño... El informe concluía que el riesgo de muerte fue de un 44 por ciento menor entre quienes corrían de 60 a 150 minutos a la semana. Por otro lado, los hombres deportistas vivieron 6,2 años más de media y las mujeres, 5,6 más.
Héctor Carmona, 32 años
Mejor marca: 2 horas Y 37 minutos. próximo reto: Rebarjarla en 15 minutos.
"Estuve a punto de correr en Boston. Impresiona mucho..."
XLSemanal. ¿Cómo empezó a correr?
Héctor Carmona. Llevo ya tiempo con el atletismo. Al principio con distancias más cortas, pero me di cuenta de que lo mío era el maratón. Y mi edad, 32 años, es buena para esto. Es cuando coges fondo. En España ves a poca gente de menos de 30 en esto.
XL. ¿Qué es lo más duro?
H.C. El mayor reto es muscular. A partir de los 30 kilómetros, te empieza a dar la pájara.
XL. Duro, ¿no?
H.C. Sí, te empiezan a entrar calambres. En ese momento se producen más abandonos. Es muy duro y nadie debe hacerlo sin una correcta preparación previa. ¡Son 42 kilómetros!
XL. ¿Cómo reaccionó ante el atentado de Boston?
H.C. Me dejó sin palabras. Estuve a punto de ir, pero me puse malo y no pude prepararme bien. Impresiona. No hay duda de que a los deportistas nos afecta más.

Rosa Asensio, 33 años
Mejor marca: 3 horas Y 25 minutos. próximo reto: lograr el 'major' que le falta, Pekín.
"Es mejor correr en grupo: los otros te ayudan a vencer la pereza"
XLSemanal. ¿Cuándo le picó el gusanillo?
Rosa Asensio. Mi padre llevaba corriendo toda la vida, pero yo no empecé hasta tercero de la universidad. Para comenzar, 45 minutos dos o tres veces por semana para airearme. Mi primer maratón lo hice en el año 2009.
XL. ¿Sola o acompañada?
R.A. Unas veces, en equipo y otras, no. Pero es mejor ir en grupo. Al principio, correr puede ser aburrido. Los otros te ayudan a vencer la pereza y unos vamos tirando de otros. Te esfuerzas más.
XL. ¿Corre a diario?
R.A. Sí: unos días, tramos más largos y otros, carreras más cortas, que te desarrollan más la musculatura.
XL. Usted corrió en Boston...
R.A. Sí, es muy especial para mí. Por un lado, es precioso y, por otro, lo corrí en una época en que tuve un cambio personal muy importante y terminarlo significó mucho. Cuando vi lo que pasó, me entraron unas ganas tremendas de llorar. Fue muy duro. Pero ¿miedo? ¡Al revés! Te entran ganas de correr más.

Patricio Concetto Santoro, 70 años
Mejor marca: 1 hora y 58 minutos en medio maratón. próximo reto: mantenerme en menos de seis minutos por kilómetro.
"La vejez es inexorable, pero corriendo llega más tarde"
XLSemanal. ¿Cuándo empezó?
Patricio Concetto Santoro. Tarde, a los 45 años, cuando el fútbol empezó a ser muy duro para mí. Y apareció el colesterol alto, la hipertensión... Entonces busqué una salida física para contrarrestarlo. Correr es como un seguro de salud. La vejez es inexorable, pero así llega más tarde.
XL. ¿Le sirvió para mejorar su salud?
P.C.S. Sí, mantengo el colesterol a raya y hago controles cardiológicos anuales, con buenos resultados. Realmente mi salud no se corresponde con el mensaje del espejo. Ahora corro con un grupo de gente cuya edad está entre 25 y 50 años. ¡Yo tengo 70!
XL. ¿Cómo vivió el atentado de Boston?
P.C.S. Los corredores no podemos tener una visión corporativa. Lo de Boston fue terrible, no hay duda. Pero al día siguiente hay un terremoto en China y ¿cuánto espacio le dedican las noticias? Parece que los muertos de Occidente pesan más que los que hay en otros sitios, como Egipto o donde sea.
Para principiantes
Evite un entrenamiento demasiado intenso. Nunca, bajo ninguna circunstancia, debe llegar a sentirse totalmente agotado tras la sesión de carrera. Si este es el caso: reduzca el ritmo en la siguiente sesión. Prolongue lentamente las fases de carrera y reduzca el número de minutos en los que camina. Al cabo de ocho semanas debería poder correr sin esfuerzo media hora seguida. ¡Prometido! Puede sonar burocrático, pero funciona: lleve un diario de entrenamiento. Lo ayudará a controlar el rendimiento y aumenta la motivación. Anote la duración de la sesión, la ruta, el pulso... y lo bien que se sintió al terminar. De esta manera, los corredores habituales pueden comprobar de una forma directa lo rápido que han ido aumentando su resistencia y velocidad. También le permite ver si se sienten en mejor forma ciertos días de la semana o a horas concretas. Además, en este diario puede anotar cuál es su pulso en reposo por las mañanas o cuánto pesa. Con todos estos datos podrá apreciar mejor sus progresos o detectar más fácilmente sus posibles errores para seguir optimizando su entrenamiento.
Con estos consejos irá rodando
Atenerse a unas sencillas reglas permite aumentar el rendimiento y la sensación de bienestar. Regla número uno: nada de estrés.
Principiantes. Basta de excusas. Si es joven y está sano, empiece ya. Pero si tiene más de 35 años, sométase antes a un reconocimiento médico, que incluya pruebas cardiológicas. Cuidado: las personas con sobrepeso o hipertensión, diabetes o colesterol altos y los fumadores son grupos de riesgo. Si pertenece a alguno de ellos, consulte al médico y vaya poco a poco (vea página anterior).
Avanzados. El mejor modo de perder el placer de correr es compararse con los demás. No se exija demasiado. El cuerpo necesita su tiempo. Los tendones y ligamentos se adaptan a los esfuerzos más despacio que los músculos. Para correr un medio maratón, hay que entrenar al menos un año; para un maratón completo, un año y medio. Paciencia.
Comer y beber. Puede tomar alimentos fáciles de digerir hasta 45 minutos antes de correr. Los plátanos aportan energía y minerales. Si no, fruta o pan con queso fresco y miel. Tras la carrera: beba mucha agua. El cuerpo necesita, además, hidratos de carbono. Lo mejor: otro plátano. Si el entrenamiento fue intenso, las proteínas ayudan a crear músculo: patatas, huevo...
Antes y después. Tómese con calma los primeros diez minutos de entrenamiento. Antes de una sesión estire. Caliente por intervalos (de 15 a 20 minutos). Nunca termine la sesión con un esprín: al final de una sesión, el cuerpo está sin energías; la capacidad de concentración, reducida, y el riesgo de lesión es mayor. Termine con cinco minutos de trote relajado. Tras una sesión camine diez minutos y estire.
Para saber más: Manual Práctico del Corredor. Del Footing al Maratón. John Hanc. Editorial Tutor, 2000.   www.maratonmartinfiz.com Página del ex atleta Martín Fiz con consejos para preparar la prueba.

TÍTULO: HISTORIA LOS HERMANOS GOERING EL DIABLOS .....el ángel -

  1. Hermann Goering era muy distinto a su hermano Albert, por el que intervino en el nazismo para salvarle la vida.
    Los hermanos Goering. El diablo y...el ángel -
    Marzo de 1938. Varios miembros de las SS se mofan de una anciana a la que han colgado un cartel con la inscripción «soy una cerda judía», ...
     
    Historia

    Los hermanos Goering. El diablo y...el ángel

    Albert Goering dedicó su vida a salvar a muchos de los judíos que su hermano mayor, Hermann, número dos de Hitler, buscaba eliminar. Incluso se las ingenió para financiar a la resistencia. Sale a la luz su fascinante historia
    Marzo de 1938. Varios miembros de las SS se mofan de una anciana a la que han colgado un cartel con la inscripción «soy una cerda judía», y a la que exhiben en el escaparate de la tienda de su propio hijo. Un hombre apuesto pasa por allí por casualidad. Entra y le quita el cartel a la mujer. Un oficial armado le cierra el paso. Él se limita a enseñar su carné de identidad.
    Su nombre es Goering, Albert Goering. El hermano pequeño de Hermann Goering, el número dos de Adolf Hitler y autor de la 'solución final a la cuestión judía en Europa'. Albert se llevó a la anciana sin resistencia. Antítesis de su hermano, odiaba a los nazis y desde el principio dijo que Hitler significaba guerra y se marchó de Alemania. Primero, a Austria; luego, a Praga. Durante los años del nazismo salvó a muchos de la muerte que su propio hermano propiciaba.
    Albert Goering era un galán. Ingeniero de profesión, tocaba el piano y tenía mucho éxito con las mujeres. Pese a su aspecto de bon vivant despreocupado, resultó ser un hombre con convicciones morales, como dice George Pilzer, el hijo de una de las personas a las que salvó la vida. No se sabe a cuántos salvó. A muchos los ayudó a huir, pero a otros los sacó incluso de los campos de concentración. Además, financió a la resistencia y miraba hacia otro lado cuando en la fábrica de armamento donde ocupaba un puesto de responsabilidad desaparecían armas para la lucha contra el régimen nazi.
    Durante los 12 años transcurridos entre el ascenso al poder de los nazis y la capitulación alemana, los hermanos no se vieron a menudo; como mucho, en las grandes celebraciones familiares. Pero Albert necesitaba a Hermann y supo utilizarlo. Sin su respaldo habría sido arrestado y ejecutado por la Gestapo, que conocía perfectamente con quién se relacionaba y a qué se dedicaba. Pero Hermann siempre les recordó que los miembros de su familia eran intocables.
    «Muchas personas le debieron la vida en aquellos años al hermano del todopoderoso Hermann Goering», escribió Ernst Neubach, autor de un extenso artículo titulado Mi amigo Göring en la revista Aktuell en 1962, el primero en reivindicar a Albert. Era judío y le debía la vida: Albert lo ayudó a huir a Francia. El menor de los Goering también salvó a su médico, Max Wolf, de ser enviado a Dachau. A su amigo Oskar Pilzer, un productor de cine, lo llevó en persona hasta la frontera. Más tarde, instalado ya en Praga, escribió una carta al comandante del campo de Dachau: un folio con membrete oficial y en el que solo figuraba el apellido Goering y en el que exigía que se liberara a Josef Charvát, médico y miembro de la resistencia. El comandante tenía dos Charvát en el campo y, por si acaso, soltó a los dos. De ese modo, el líder comunista quedó libre.
    Por detalles como estos, la historia de la salvación de «judíos a los que conocía y a los que no conocía», como escribió Neubach, adquiría en ocasiones tintes de comedia, a pesar de ser tremendamente seria. Tan seria que también podría haberle costado la vida al propio Goering, tal y como manifiestan los informes de los propios servicios nazis de seguridad durante su estancia en Praga.
    En un informe completo sobre sus actividades, fechado el 23 de octubre de 1944, se puede leer que resultan llamativos sus «frecuentes contactos con los círculos judíos» y que incluso se habría casado con una posible judía. Goering había contraído matrimonio con una checa, si no judía, sí al menos eslava, de un pueblo a cuyos habitantes los nazis consideraban infrahombres.
    Pero nada pudieron hacer. Su hermano mayor extendió su mano protectora sobre él, pese a que quizá nunca hablaron del tema. Miembros de la numerosa familia Goering cuentan que nunca se trataron cuestiones políticas en las reuniones familiares. Sus dos hermanas estaban también casadas con nazis destacados. Es probable que ninguno quisiera saber exactamente qué hacía el otro. Albert fue a la cárcel varias veces, pero siempre salía al poco tiempo, conversación con Berlín mediante. Solo una vez estuvo a punto de no escapar. En 1944 realizó el acto más audaz de todos: salvar a internos del campo de concentración de Theresienstadt, donde murieron 33.000 prisioneros. Su amigo Jacques Benbassat contó más tarde: «Llegó y dijo: 'Soy Albert Goering, de Skoda (la fábrica de Praga que dirigía). Necesito trabajadores. Y llenó un camión de prisioneros. El jefe del campo no planteó ningún problema; era Albert Goering. Luego los llevó al bosque y los liberó». Fue su última intervención. Enterado Heinrich Himmler, fue directamente a por él, pero Hermann fue alertado y dejó todo para salvarlo. «Mi hermano me dijo que era la última vez que me podía ayudar», declaró Albert en Núremberg.
    Pero ¿por qué se lanzó Albert Goering a tan arriesgada tarea? El nazismo le resultaba repulsivo, es cierto, pero en su biografía se incluye un motivo más personal. Un pariente -que prefiere que no se cite su nombre- afirma que en la familia era un secreto a voces que Albert solo era hermanastro de Hermann. En realidad era fruto de un romance que Fanny -su madre- tuvo con un médico, Hermann von Epenstein, un hombre rico y cultivado... y judío.Esto explicaría la decisión de Albert de ayudar a las víctimas del nazismo. Pero si la Gestapo hubiese descubierto este secreto familiar, acaso ni Hermann Goering hubiese sobrevivido.
    Los hermanos se reunieron por última vez en mayo de 1945, en una cárcel de tránsito en Augsburgo. En el patio de la cárcel se abrazaron y Hermann dijo: «Lo siento mucho, Albert. Has tenido que sufrir mucho. Pero tú vas a salir libre pronto. Encárgate de mi mujer y de mi hija. ¡Adiós!». Un año después, Hermann fue condenado por crímenes contra la humanidad. Antes de ser ejecutado, se suicidó con una cápsula de cianuro.
    Pero Albert Goering no fue liberado pronto. En absoluto. Cuando el 9 de abril de 1945 se presentó ante los estadounidenses en Salzburgo, pensó que se le mostraría cierto respeto por sus acciones humanitarias. En los interrogatorios contó quién era y lo que había hecho. Nadie lo creyó. Para probar sus actos, presentó una lista muy detallada de 34 personas a las que había salvado. Entre ellos estaban la esposa de Franz Lehár, compositor de origen judío. Fue ella la que salvó a Albert Goering. Llevaba un año como prisionero de guerra cuando entró en servicio un nuevo especialista en interrogatorios, un hombre llamado Victor Parker. La casualidad quiso que la esposa del músico húngaro fuera tía suya. Los estadounidenses por fin creyeron su historia y lo sacaron de la prisión. No quedó en libertad: lo enviaron a Praga por si allí había pendiente algún cargo contra él.
    Albert llegó a la cárcel de Pankrác, donde compartió celda con criminales de guerra y asesinos. Un tribunal popular checo se encargaría de juzgarlo. Comparecer ante un tribunal en la Praga de 1947 siendo alemán y llevando el apellido Goering equivalía a una sentencia de muerte. Sin embargo, empleados de la empresa Skoda y miembros de la resistencia checa declararon uno tras otro a favor del acusado. El tribunal decretó su puesta en libertad en marzo de 1947. En 1962, cuando Ernst Neubach quiso llamar la atención del mundo sobre su amigo Albert, nadie se interesó por él. En 1998 un documental británico se aproximó, pero pasó inadvertido. Unos años más tarde un joven australiano, William Hastings Burke, fascinado por el personaje, se propuso recuperar su memoria. De ese esfuerzo surgió el libro El hermano de Hermann. ¿Quién fue Albert Goering?, editado el año pasado.
    Burke investigó cómo había sido la vida de Albert tras su puesta en libertad en Praga. Tenía 52 años. En 1947, se reunió con su familia en Salzburgo. No pudo conseguir trabajo. El apellido Goering era un lastre. Trabajó como escritor, dibujante y traductor, pero esporádicamente y muy mal pagado. El encontrarse sin nada provocó un derrumbe en Albert; cayó en la depresión, en la infidelidad y en el alcoholismo. Su última esposa checa, Mila, pidió el divorcio y junto con su única hija, Isabel, emigró a Perú. Él nunca más volvió a ver ni hablar con su hija. Sus últimos años los pasó en Múnich, viviendo con paquetes de comida enviados por judíos a los que había ayudado. Murió a los 71 años, el 20 de diciembre de 1966, de un cáncer de páncreas en una casa de alquiler junto con su casera, con quien se casó poco antes de morir.
    Albert Goering habría podido cambiarse el nombre, como hicieron tantos nazis. Pero prefirió no hacerlo. Dicen sus parientes que por lealtad a su padre 'oficial'. Cuentan que mencionaba que lo había tratado siempre bien, como a un hijo. Y Albert, un hombre de principios, habría considerado una traición renunciar a su apellido. 
    Para saber más: Thirty four, libro de William Hastings Burke dedicado a Albert Goering y editado por Wolfgesit Publishing (en inglés). Documental sobre Albert Goering basado en el libro de Burke (en inglés).

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