El dinero simboliza poder y seguridad. Decidir quién paga, y cómo, es crucial en una relación para evitar que lo económico se convierta en un ..
Las cuentas en casa, ¿moneda de cambio?, por Isabel Menéndez
- El dinero simboliza poder y seguridad. Decidir quién paga, y cómo, es crucial en una relación para evitar que lo económico se convierta en un arma para someter al otro.
El dinero nos hace sentir independientes y responsables de
nuestra vida. Tener una adecuada relación con él significa poseer un
buen equilibrio psíquico. Pero conseguirlo no es nada fácil.
No solo hay una educación familiar en relación al manejo del dinero, sino una transmisión social y cultural. Hace años había una asignatura llamada Economía doméstica
que, curiosamente, solo se impartía a las chicas. ¿Por qué? Quizá
porque prevalecía la idea de que el ámbito doméstico era competencia
exclusiva de ellas, lo que implicaba una concepción interesada en perpetuar a la mujer como un ser incapaz de alcanzar cotas de independencia al margen del hogar, y fuera del dominio masculino.
Mientras ellos eran lo suministradores de dinero, ellas lo administraban en ese reducto casi invisible. Desde entonces, hemos avanzado, pero estas actitudes son en la práctica de anteayer (de hoy, en muchos casos), y todavía quedan tics ligados a esta concepción de las relaciones.
Hombres y mujeres vemos el mundo de forma diferente en lo que se refiere al dinero. Deborah Tanen, experta en analizar los diferentes códigos de lenguaje, cita en el libro 'Tú no me entiendes' un estudio que deduce que a los hombres el dinero les proporciona sensación de poder, mientras que a las mujeres les produce seguridad y autonomía, porque les permite conquistar parcelas de libertad personal.
Las relaciones que mantenemos con el dinero no son del todo lógicas y razonables. La forma de manejarnos con él parece concernir al orden de nuestras vinculaciones afectivas y se enlaza a la forma de vivir el amor y a la construcción de nuestra sexualidad. Hablar de dinero da tanto pudor como hablar de sexo y ello sucede porque entre ambos existen conexiones. El dinero representa poder y tiene un valor fálico que proporciona placer.
Es probable que en esta época gastemos más dinero y energías psíquicas de lo habitual. Quizá las mujeres, que seguimos ocupándonos más de la intendencia doméstica, compramos más regalos y comida para las fiestas. El modo en el que nos sintamos con el dinero gastado tiene mucho que ver con cómo nos sintamos con nosotras y la educación emocional recibida.
Culpa frente al gasto
Habían salido a por los juguetes a los niños y, a pesar de que en estas compras Jorge tenía algo más de paciencia porque le gustaba poner los regalos para los pequeños, no podía evitar hacerlo deprisa. Alicia sabía que a su marido no le gustaba ir de compras. Jorge decidía en unos minutos, explícito y ejecutivo. No le importaba lo que costara, se lo regalaba a ella con gusto, pero pasarse tiempo de compras era algo que le cansaba.
Cuando Alicia salía con amigas de “shopping”, a ver y a disfrutar de las compras y a perderse dentro de las tiendas, pero con su pareja iba a tiro hecho. Sabía que respetar las diferencias que tenía con él en algunas cuestiones era la mejor manera de llevarse bien. Ella manejaba bien su dinero, siempre había oído a su madre decirle que una mujer tiene que ser independiente económicamente. Su madre siempre se sentía culpable cuando se gastaba algo para ella, no trabajaba fuera de casa y aunque su padre nunca le decía nada, ella no se sentía con derecho a gastar en sí misma. Sin embargo, le transmitió a su hija un deseo que ella no podía realizar.
Tradicionalmente el dinero y la ambición han sido características masculinas, la culpa frente al gasto es frecuente en la mujer y mucho menos en el hombre. En el manejo del dinero se encuentra también implicada una cuestión de amor; una cuestión de orden libidinal, inconsciente y de raíces infantiles. La familia que tenemos nos ha proporcionado la base para sentirnos más a menos a gusto con nosotros mismos. Y dentro de ella hemos aprendido a dar y a recibir, a intercambiar afectos, palabras, ayuda, reconocimiento, amor y también hemos aprendido a manejar nuestro dinero.
Gastar puede ser un placer o un sufrimiento. Según la psicoanalista Marie-Dominique Linder, nuestra relación con el dinero, refleja el modo como estamos construidos psíquicamente, nuestra autoestima, nuestra relación con los otros, los miedos, las ausencias y siempre evoca nuestra infancia. Además, el modo en que manejamos las cuentas dice mucho de nosotros, habla de nuestra relación con el placer. Quien administra bien el dinero suele administrar bien los afectos. Dado que la independencia económica es una condición necesaria para la autonomía, los conflictos con el dinero señalan una dificultad para sentirse libre, autónoma, independiente y propietaria de un mundo interno, donde la relación con el placer de ser prime sobre la necesidad de tener.
¿Qué nos pasa?
El que gasta más de la cuenta no sabe lo que tiene. En su fantasía, posee más de lo que dispone en la realidad. También puede significar la no aceptación de los límites propios, ni (en consecuencia) de los ajenos. El derrochador tapa con lo que da lo poco que él cree que recibe. Tiene la fantasía de que posee todo lo que quiere. Una tendencia interna conduce a estas personas a dar demasiado.
Los avaros sufren si se gastan porque, más que dueños de lo que poseen, son esclavos de lo que tienen. No intercambian los afectos de forma fluida con otra persona y gozan con el poder de la acumulación.
¿Qué podemos hacer?
Hay hombres que se sienten incómodos porque la mujer gane más que ellos. En estos casos, tienen asociada la virilidad solo al dinero y viven esta situación como si ellos fueran frágiles y las mujeres poderosas. En ese caso, las relaciones sexuales y la intimidad pueden organizar síntomas que deterioren la pareja. Unas entrevistas psicoterapéuticas juntos pueden comenzar a despejar el conflicto.
Mientras ellos eran lo suministradores de dinero, ellas lo administraban en ese reducto casi invisible. Desde entonces, hemos avanzado, pero estas actitudes son en la práctica de anteayer (de hoy, en muchos casos), y todavía quedan tics ligados a esta concepción de las relaciones.
Hombres y mujeres vemos el mundo de forma diferente en lo que se refiere al dinero. Deborah Tanen, experta en analizar los diferentes códigos de lenguaje, cita en el libro 'Tú no me entiendes' un estudio que deduce que a los hombres el dinero les proporciona sensación de poder, mientras que a las mujeres les produce seguridad y autonomía, porque les permite conquistar parcelas de libertad personal.
Las relaciones que mantenemos con el dinero no son del todo lógicas y razonables. La forma de manejarnos con él parece concernir al orden de nuestras vinculaciones afectivas y se enlaza a la forma de vivir el amor y a la construcción de nuestra sexualidad. Hablar de dinero da tanto pudor como hablar de sexo y ello sucede porque entre ambos existen conexiones. El dinero representa poder y tiene un valor fálico que proporciona placer.
Es probable que en esta época gastemos más dinero y energías psíquicas de lo habitual. Quizá las mujeres, que seguimos ocupándonos más de la intendencia doméstica, compramos más regalos y comida para las fiestas. El modo en el que nos sintamos con el dinero gastado tiene mucho que ver con cómo nos sintamos con nosotras y la educación emocional recibida.
Culpa frente al gasto
Habían salido a por los juguetes a los niños y, a pesar de que en estas compras Jorge tenía algo más de paciencia porque le gustaba poner los regalos para los pequeños, no podía evitar hacerlo deprisa. Alicia sabía que a su marido no le gustaba ir de compras. Jorge decidía en unos minutos, explícito y ejecutivo. No le importaba lo que costara, se lo regalaba a ella con gusto, pero pasarse tiempo de compras era algo que le cansaba.
Cuando Alicia salía con amigas de “shopping”, a ver y a disfrutar de las compras y a perderse dentro de las tiendas, pero con su pareja iba a tiro hecho. Sabía que respetar las diferencias que tenía con él en algunas cuestiones era la mejor manera de llevarse bien. Ella manejaba bien su dinero, siempre había oído a su madre decirle que una mujer tiene que ser independiente económicamente. Su madre siempre se sentía culpable cuando se gastaba algo para ella, no trabajaba fuera de casa y aunque su padre nunca le decía nada, ella no se sentía con derecho a gastar en sí misma. Sin embargo, le transmitió a su hija un deseo que ella no podía realizar.
Tradicionalmente el dinero y la ambición han sido características masculinas, la culpa frente al gasto es frecuente en la mujer y mucho menos en el hombre. En el manejo del dinero se encuentra también implicada una cuestión de amor; una cuestión de orden libidinal, inconsciente y de raíces infantiles. La familia que tenemos nos ha proporcionado la base para sentirnos más a menos a gusto con nosotros mismos. Y dentro de ella hemos aprendido a dar y a recibir, a intercambiar afectos, palabras, ayuda, reconocimiento, amor y también hemos aprendido a manejar nuestro dinero.
Gastar puede ser un placer o un sufrimiento. Según la psicoanalista Marie-Dominique Linder, nuestra relación con el dinero, refleja el modo como estamos construidos psíquicamente, nuestra autoestima, nuestra relación con los otros, los miedos, las ausencias y siempre evoca nuestra infancia. Además, el modo en que manejamos las cuentas dice mucho de nosotros, habla de nuestra relación con el placer. Quien administra bien el dinero suele administrar bien los afectos. Dado que la independencia económica es una condición necesaria para la autonomía, los conflictos con el dinero señalan una dificultad para sentirse libre, autónoma, independiente y propietaria de un mundo interno, donde la relación con el placer de ser prime sobre la necesidad de tener.
¿Qué nos pasa?
El que gasta más de la cuenta no sabe lo que tiene. En su fantasía, posee más de lo que dispone en la realidad. También puede significar la no aceptación de los límites propios, ni (en consecuencia) de los ajenos. El derrochador tapa con lo que da lo poco que él cree que recibe. Tiene la fantasía de que posee todo lo que quiere. Una tendencia interna conduce a estas personas a dar demasiado.
Los avaros sufren si se gastan porque, más que dueños de lo que poseen, son esclavos de lo que tienen. No intercambian los afectos de forma fluida con otra persona y gozan con el poder de la acumulación.
¿Qué podemos hacer?
Hay hombres que se sienten incómodos porque la mujer gane más que ellos. En estos casos, tienen asociada la virilidad solo al dinero y viven esta situación como si ellos fueran frágiles y las mujeres poderosas. En ese caso, las relaciones sexuales y la intimidad pueden organizar síntomas que deterioren la pareja. Unas entrevistas psicoterapéuticas juntos pueden comenzar a despejar el conflicto.
- Reflexionar sobre las causas que nos lleven a sentirnos culpables si gastamos dinero en nosotras mismas. Es probable que el dinero esté asociado solo a una persona y se tenga la fantasía inconsciente de que se lo quitamos. Entonces, no nos sentimos con derecho de manejar el dinero como adultas.
- Cuando el hombre hace depender mucho a la mujer de la riqueza que él tiene, está intentando dominarla porque no se cree con derecho a ser querido.
Mi relación con mi madre es muy difícil. Me compara con amigas que tienen mejores resultados en los estudios (estoy en 3º de carrera) y ...
Mi relación con mi madre es muy difícil. Me
compara con amigas que tienen mejores resultados en los estudios (estoy
en 3º de carrera) y envidia tener una hija como ellas. Creo que es
injusta: ella se marchó de casa siendo yo niña y tardó años en volver.
Padezco los encontronazos de mis padres y sufro por no tener una familia feliz. No
tengo ganas de estudiar y casi todo me parece triste. La relación con
mi padre y con mi novio es de lo mejor que tengo. E. F., correo
electrónico.
Tienes una capacidad reflexiva alta que te ayudará en la vida. Tu madre tiene conflictos psicológicos que no le dejan ejercer su función materna. No se encuentra bien consigo misma y descarga sobre ti y sobre tu padre sus incomodidades, lo que es injusto y neurótico. Rivaliza contigo y, si envidia una hija con mejores resultados, es porque compite con las demás madres.
¿Por qué se fue de casa? ¿Por qué volvió? Cuando dice que no haces nada con tu vida, debe de creer que no ha sabido hacer nada con la suya. Tú estás haciendo lo correcto: eres joven y estás estudiando. Has de convencerte de que lo que ella hizo nada tiene que ver contigo. No eres la responsable de lo que le ocurre, pero lo padeces. No sería extraño que, sin darte cuenta, te sintieras culpable por los sentimientos de abandono y rabia que una niña puede sentir hacia una madre que se va, además de los sentimientos de rivalidad normales que toda hija tiene con su progenitora.
Lo que es patológico es que sea la madre la que los tenga hacia la hija. Durante estos años has acumulado tristezas. Te conviene aceptar que lo más probable es que ella no cambie. Tú sí puedes cambiar tu vida y llegar a formar una familia diferente. Para ello, tienes que valorar lo que has conseguido: las relaciones afectivas con tu padre, tu pareja y tus amigos. Acabar los estudios representa un poco separarte de ella y lograr algo para ti. Tu madre se mete con lo que estudias como si fuera cosa suya, pero es solo tuya.
¿Ella estudió? Sus problemas psicológicos la hicieron irse de casa y, probablemente, te sentiste abandonada. No te quedes en una tristeza que te ata a ella. Es probable que ahora vuelvas contra ti toda la rabia que sufres por lo que te ha pasado y el ambiente emocional en el que has vivido, y sientas que tendrías que poder solucionarlo. No está en tus manos resolver cómo es tu madre ni mucho menos satisfacerla para que deje de protestar. Pasarlo mal por lo que no has tenido no te deja valorar lo que tienes ni lo que puedes llegar a conseguir.
Palabra clave: Labilidad
Es la dificultad para controlar nuestras emociones. La expresión de los sentimientos es muy rápida, y se encuentra fuera de la posibilidad de reflexión del yo, que nos sirve para analizar datos, tomar decisiones y expresar lo que se siente de una forma adecuada y sin hacer daño. Las personas con labilidad emocional son hiperemotivas y están regidas por sus procesos inconscientes. No han logrado un psiquismo desarrollado que les permita protegerse de la invasión emocional que sufren. Una persona normal recuerda lo que sentía cuando era niño o niña. Una persona fría lo ha olvidado. Un hiperemotivo sigue siendo un niño.
Tienes una capacidad reflexiva alta que te ayudará en la vida. Tu madre tiene conflictos psicológicos que no le dejan ejercer su función materna. No se encuentra bien consigo misma y descarga sobre ti y sobre tu padre sus incomodidades, lo que es injusto y neurótico. Rivaliza contigo y, si envidia una hija con mejores resultados, es porque compite con las demás madres.
¿Por qué se fue de casa? ¿Por qué volvió? Cuando dice que no haces nada con tu vida, debe de creer que no ha sabido hacer nada con la suya. Tú estás haciendo lo correcto: eres joven y estás estudiando. Has de convencerte de que lo que ella hizo nada tiene que ver contigo. No eres la responsable de lo que le ocurre, pero lo padeces. No sería extraño que, sin darte cuenta, te sintieras culpable por los sentimientos de abandono y rabia que una niña puede sentir hacia una madre que se va, además de los sentimientos de rivalidad normales que toda hija tiene con su progenitora.
Lo que es patológico es que sea la madre la que los tenga hacia la hija. Durante estos años has acumulado tristezas. Te conviene aceptar que lo más probable es que ella no cambie. Tú sí puedes cambiar tu vida y llegar a formar una familia diferente. Para ello, tienes que valorar lo que has conseguido: las relaciones afectivas con tu padre, tu pareja y tus amigos. Acabar los estudios representa un poco separarte de ella y lograr algo para ti. Tu madre se mete con lo que estudias como si fuera cosa suya, pero es solo tuya.
¿Ella estudió? Sus problemas psicológicos la hicieron irse de casa y, probablemente, te sentiste abandonada. No te quedes en una tristeza que te ata a ella. Es probable que ahora vuelvas contra ti toda la rabia que sufres por lo que te ha pasado y el ambiente emocional en el que has vivido, y sientas que tendrías que poder solucionarlo. No está en tus manos resolver cómo es tu madre ni mucho menos satisfacerla para que deje de protestar. Pasarlo mal por lo que no has tenido no te deja valorar lo que tienes ni lo que puedes llegar a conseguir.
Palabra clave: Labilidad
Es la dificultad para controlar nuestras emociones. La expresión de los sentimientos es muy rápida, y se encuentra fuera de la posibilidad de reflexión del yo, que nos sirve para analizar datos, tomar decisiones y expresar lo que se siente de una forma adecuada y sin hacer daño. Las personas con labilidad emocional son hiperemotivas y están regidas por sus procesos inconscientes. No han logrado un psiquismo desarrollado que les permita protegerse de la invasión emocional que sufren. Una persona normal recuerda lo que sentía cuando era niño o niña. Una persona fría lo ha olvidado. Un hiperemotivo sigue siendo un niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario