La falta de pudor a la hora de exhibir su anatomía en 'Shame' le privó de optar a un Oscar que le guiña el ojo desde hace tiempo y que, seguramente, conseguirá en breve. Decir que Michael Fassbender (Heidelberg, Alemania, 1977) es el actor de moda es abundar en un tópico destinado a estrellas de brillo efímero, pero no a alguien que ha forjado su carrera asimilando las enseñanzas de autores (Cronenberg, Tarantino o Andrea Arnold), pero que pisa con seguridad en el terreno del cine comercial (fue Magneto en 'X-Men: primera generación'). Su versatilidad le ha permitido enrolarse en la tripulación de 'Prometheus', con la que Ridley Scott pretende explicar el origen de la saga 'Alien'.
-De adicto al sexo en 'Shame' a replicante frío y calculador en 'Prometheus'. ¿No sintió algo de vértigo?
-Con Steve McQueen trabajé en Nueva York y esta película me permitió volver a casa, a Inglaterra, donde vivo. Fue un cambio radical, del drama a la ciencia ficción, pero también una transición maravillosa. La gran diferencia fue que nos metimos en un plató, con 300 personas y con un director (Ridley Scott) que vigila hasta el último detalle del vestuario y los decorados, mientras controla la posición de las cámaras (varias al ser 3D) y dirige a los actores. Y, sin embargo, consigue que el trabajo sea relajado. He aprendido mucho de él sobre este negocio.
-Durante los últimos años, el guión de 'Prometheus' ha sido uno de los secretos mejor guardados de la industria...
-A mí me lo enviaron con un guardaespaldas, que llegó con la orden de esperar a que yo lo leyera para llevárselo de vuelta, y créeme que soy realmente lento leyendo... Tuvo que estar esperando varias horas. Eso fue hace tres años, en Los Ángeles, justo después de que Ridley me hubiera visto en 'Hunger'. Nos tomamos juntos una taza de té y empezó todo.
-Y se encontró con uno de esos guiones que 'atrapan' al actor...
-Recuerdo que estaba en la página 30 y pensé: '¿Cuándo se va derrumbar?'. Pero no lo hizo y surgió una tensión de fondo que resultaba muy siniestra. El guionista Damon Lidelof ('Perdidos') ha desarrollado la tripulación de una nave espacial con un objetivo común, un grupo de humanos que trata de localizar a un 'creador' y de desafiarlo. Y por otra parte cada uno tiene sus intereses particulares. Y, en medio de todo, un robot...
-No es el primer androide que vemos en la serie de 'Alien'. ¿Qué ha heredado de sus predecesores?
-No quería parecer un androide tan avanzado como Ian Holm ('Ash') en la primera película. Te confieso que no la he vuelto a ver, pero tengo ese recuerdo. Hay algo que me resultó muy interesante desde el principio, el hecho de que exista un robot que no asuste a los humanos, que tenga siempre la respuesta correcta para no inquietarlos.
-Y siempre muy preocupado por su 'look', con ese peinado que copia a Peter O'Toole en 'Lawrence de Arabia'...
-No sé por qué cuando pensé en él se me vinieron a la cabeza primero Kevin Spacey y luego Greg Louganis, el nadador que ganó medallas olímpicas. Al final, el personaje tiene mucho de David Bowie, pero también de Pinocho, por la relación que establece con su creador.
-Esta es una de esas películas que coloca al actor en el punto de mira de los fans.
-Estoy acostumbrado a trabajar bajo presión y me gusta. Yo para eso tengo un truco. Es muy simple, consiste en estudiar todas las noches y presentarme al rodaje con los deberes hechos. Todos sabíamos que 'Alien' tiene muchos seguidores, y se trataba de ser leales a la saga, pero sin dejar de asumir algunos riesgos. De todos modos, me está encantando descubrir en los pases la pasión de los fans.
-¿Le 'roban' los personajes rasgos de su carácter?
-A veces es inevitable. Por ejemplo, el cinismo que tiene David es algo natural en mí y creo que lo ha heredado. El también me ha dado cosas, como la capacidad para controlar gestos y no transmitir emociones y ser neutral, que es lo que diferencia a un robot de un humano, y también a economizar mis movimientos.
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