domingo, 8 de abril de 2012

EL ALMIREZ. Pescaíto./ EL HOMBRE PEZ. CAMILLE LACOURT./ ¿Funciona de verdad la división de poderes? / INTERNET-- ¡Limpia tu pasado en la Red!

TÍTULO: EL ALMIREZ.
Pescaíto.

José María Sbarbi y Osuna (1834-1910) era un gaditano de pura cepa, musicólogo notable y lingüista original. Cuenta en su Gran diccionario de refranes que, en tiempos de Felipe IV, el que –después de Felipe V y Alfonso XIII– más años (44) reinó en España, había en Madrid un calderero notorio. «Un pillo que esto supo se propuso engañarle y reírse a su costa. Se fue a su tienda y pidió a este una sartén. Dióle el calderero una que estaba rota por abajo. No lo notó el comprador, pero le dio en pago una moneda falsa que el sartenero guardó sin mirar; pero, viendo que el comprador reía, le dijo: `Al freír será el reír´».
No es por enmendarle la plana al admirable Sbarbi; pero, cuando la sartén no está deteriorada, el aceite es el adecuado –de oliva, por supuesto– y el frito es de pescado, al modo gaditano, hay que decir, pícaros aparte, que al freír será el gozar. Según el también gaditano Dionisio Pérez, Post-Thebussem, «las freidurías gaditanas son una especialidad. Casi todas las existentes vienen transformándose (...) por traspasos pagados a precios de oro» y, añado yo, es frecuente que el maestro freidor sea descendiente de gallegos. Uno de ellos, bien sea por reencarnación o por generación, ha recalado en Madrid, y se ha instalado en un chiringuito modesto, al borde de lo cutre, en donde, por ejemplo, el bienmesabe (el cazón adobado) alcanza la perfección de los mejores que conozco en Cádiz y en su provincia. La Caleta c/Tres Peces, 21, Madrid) es un rincón exótico que, regido por María y Ángel, dará que hablar. Es, en pescado frito –el pescaíto propiamente dicho–, el retorno al clasicismo y a la sencillez que aconsejan los tiempos.

TÍTULO: EL HOMBRE PEZ. CAMILLE LACOURT.

"Espero que no se fijen solo en mi físico"
Camille Lacourt-foto- es la gran esperanza europea para triunfar en los juegos de Olimpicos de Londres este verano. Pero el campeón de natación francés- 27 años, 2 metros y 85 kilos- triunfa también fuera del agua como modelo. Se lo presentamos.
"No me dedico mucho tiempo a cuidarme, pero procuro estar presentable por educación."
"En Londres espero batir récords. Si se mira a la luna, pueden alcanzar las estrellas".
"Creo en la igualdad de oportunidades, y los bañadores de poliuretano no la propiciaban".

TÍTULO:

¿Funciona de verdad la división de poderes?

Clama al cielo la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de invalidar la sentencia de otro tribunal tan supremo como el primero, pero constituido uno por jueces y el otro por un jurado popular. Déjenme decir enseguida que la admisión por el legislador de jurados populares para decidir sobre determinados asuntos debió obedecer a algo y, en principio, los jueces deberían ser los primeros en aceptar esa competencia de jurados más legos que ellos, pero tan populares y justos.


Primero se trata de un refinamiento de la clásica división de poderes sobre la que se asienta la democracia. No basta con asegurarse de que cada poder se ciña a sus competencias, es decir: los jueces, a la observancia de los códigos y leyes; el Congreso, al desarrollo de los equilibrios necesarios para el bienestar económico, social y moral; el Gobierno, a la consecución de los objetivos aprobados. Se trata de evitar que a los miembros del Congreso les dé por nombrar jueces, que a los jueces se les antoje cambiar la ley, y al Gobierno no hacer caso ni al Poder Judicial ni al Legislativo. Se trata del requisito esencial de todos los sistemas democráticos y el más difícil de aprender, como se ha visto en la democracia española con la intromisión de la política en el Poder Judicial.


La división de poderes comporta también una presencia testimonial y real, según las culturas en que se desarrolla, del poder soberano de los ciudadanos para que existan válvulas de escape de la división de poderes: el Congreso puede legislar, pero, hasta cierto punto, marcado por la convocatoria de elecciones generales; en el Poder Judicial mandan los jueces expertos en la aplicación de la leyes, pero, hasta cierto punto, marcado por la soberanía popular a la que se recurre con el sistema de jurados; son ciudadanos corrientes y molientes asesorados por jueces, pero que deciden en función de las emociones y la cultura paralela del sentir general. El poder omnímodo del Gobierno lo es también hasta cierto punto, ya que está sometido a cantidad de cortapisas marcadas por el jefe de Gobierno, que puede cambiarlo, y este, que puede ser cuestionado.


Yo, personalmente, me alegro de contar con un sistema judicial independiente; falta nos hacía. Pero me alegro tanto o mucho más de contar también con el testimonio y poder de decisión no mediatizado únicamente por los códigos, sino por el pueblo soberano.
Los jueces pueden saber mucho de leyes, pero no se les puede exigir que, al margen de estas leyes, tomen en consideración el estado emocional de la nación y su impacto sobre la conducta de los demás. El acoso sufrido por determinados ciudadanos por delincuentes armados, a los que la propia ley no castiga como merecen, crea miedos incontenibles que pueden llevar a tomar la justicia por su
cuenta y a validarla determinados jurados populares.


El cuestionamiento de la justicia administrada por esos medios por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no puede ni debe responder únicamente a la ley que ellos aplican. En realidad, no deberían poner nunca en entredicho el sistema constitucionalmente aceptado de los jurados populares; a estos jurados los asesoran jueces ordinarios, pero sus sentencias intentan dar cabida a las emociones activadas por las exigencias de la cultura del momento; hacerlo contradiría su propia ley. Es posible que estemos lejos todavía de sancionar con naturalidad lo que ya hemos admitido legalmente; a saber –parafraseando lo que un premio Nobel me dijo en privado un día–, «los que más me han enseñado son los que no sabían nada de lo mío».

TÍTULO: INTERNET--
¡Limpia tu pasado en la Red!

Estás cansado de esa foto tuya tan comprometida. No sabes cómo borrar esa notificación judicial que lleva años `clavada´ en el BOE. Dijiste algo en un foro que te gustaría eliminar… No te resignes. Tus datos en Internet no tienen por qué quedar expuestos para siempre. Ya hay empresas dispuestas a echarte una mano. Hablamos con los `limpiadores de Internet´.



The suicide machine 2.0
es, como su nombre indica, la máquina del `suicidio´ on-line. Es decir: cómo hacer desaparecer todo lo que somos en las redes sociales con solo apretar un botón. La iniciativa, a medio camino entre la provocación artística y la reivindicación de la propia privacidad, la puso en marcha hace algún tiempo un grupo de artistas holandeses reunidos bajo el nombre de moddr_.


«Todo el mundo debería tener el derecho a desconectar», dicen en su web, www.suicidemachine.org, donde el servicio para borrarse de la Red sigue activo, pese a las reticencias de Facebook. Pero, ojo, no es una broma. Si uno se inscribe, se borra para siempre toda la información relacionada con nuestros perfiles en Facebook, Twitter, Linkedin y MySpace. Y es irreversible: una vez puesto en marcha el proceso, no hay vuelta atrás y no queda otra opción que contemplar cómo el ‘suicidio digital’ se produce lentamente ante nuestros ojos. Llamativo, pero no único. En 2009, un colectivo de artistas italiano puso en marcha una iniciativa similar: se llamaba Seppukoo, término tomado del japonés seppuku, sinónimo de `harakiri´. No duró mucho: en 2011, Facebook consiguió obligarlos a retirar el servicio. Pero hay alternativas. Un grupo de investigadores del departamento de ingeniería de la computación de la universidad de Washington puso en marcha la plataforma Vanish (‘desvanecer\\\''\'', en inglés) con el mismo fin.


Menos radicales son las herramientas que utiliza un sector creciente de empresas especializadas en proteger la reputación on-line y en defender el \\\''\''derecho al olvido\\\''\'' de empresas y particulares frente a Internet, ese panóptico que todo lo ve y, como Funes el Memorioso –célebre personaje de Borges–, nada olvida. «No somos hackers», explica Samuel Parra, de la empresa ePrivacidad, «utilizamos solamente las herramientas que la legislación –ya sea la española, la europea o la internacional, dependiendo del país donde se aloje la página en cuestión– pone a nuestra disposición. Con la ley en la mano, solicitamos que se elimine un determinado contenido o que, al menos, no aparezca en los buscadores».



Los buscadores, como google (que utiliza el 80 por ciento de los internautas españoles), Yahoo o Bing, se han convertido en un arma de doble filo en cuanto se refiere a la privacidad y la reputación on-line. El problema: son demasiado eficientes. Y una foto colgada irreflexivamente en una red social o un tweet tecleado en un arrebato pueden costar caros.


El problema, con todo, no queda ahí. Además del contenido de las redes sociales, hablamos también de la información publicada en los periódicos; y en el Boletín Oficial del Estado o en el Boletín de las Provincias, que se han convertido en un elemento peligroso. Si una notificación judicial no alcanza a su destinatario, la ley establece que debe publicarse en el Boletín Oficial… que en 2009 dejó de imprimirse para quedar reducido a su versión digital. Esto, más los robots de Google (y otros buscadores) que automáticamente indexan el contenido de la Red, supone una condena añadida para muchos: cualquiera puede toparse, al teclear el nombre, con la notificación judicial.


La fecha de la digitalización definitiva de los boletines oficiales coincide con el momento en que Samuel Parra señala como el boom en cuanto a peticiones relacionadas con el `derecho al olvido´: 2010.


«Los datos personales –resumía recientemente Stefan Gross-Selbeck, presidente de la red social para profesionales Xing– son el petróleo del siglo XXI». Y, como este, puede convertirse en un peligroso agente contaminante si se producen vertidos incontrolados… algo que es inherente al flujo de información digital de la era Internet».


Hay casos curiosos, como el de
una joven cuya desaparición había sido denunciada por su familia, según explica Samuel Parra. «Y ella nos contactó para decirnos que había desaparecido voluntariamente y que quería que desaparecieran sus datos –fotografía, edad, descripción física…– porque no quería que la encontrasen». Pero hay otros paradigmáticos, como el caso de una familia que logró a mediados del año pasado que la Agencia Española de Protección de Datos obligara a Google a `desindexar´ las páginas del BOE donde se recogía una condena por un delito cometido en 1996. El mecanismo es relativamente sencillo: basta con integrar en la página que contiene los datos que se quieren camuflar el llamado `protocolo de exclusión de robots´(o, más sencillamente, `robots.txt´), que consigue que los robots encargados de indexar automáticamente el contenido de una página web hagan caso omiso de cierta información. Como una condena judicial publicada en el Boletín Oficial. Ha sido uno de los casos más difíciles que ha llevado Samuel, aunque tras dos años de recursos tiene un final feliz.


«El problema–resume el abogado Miguel Corbacho, director de salirdeinternet.com– es que ya no se trata solo de la hemeroteca del BOE o de los periódicos, donde había que acudir a la edición en papel en una oscura biblioteca». Ahora queda a disposición de todo el mundo. «A esto se añade que muchos creen todavía que Internet es un folio en blanco donde puedes decir lo que quieras sin consecuencias». En la actualidad, desde salirdeinternet.com manejan casos de unos 500 clientes, en algún caso preocupados por un solo enlace a una información indeseada, pero en la mayoría por muchos más: «Algunos nos vienen con 70 enlaces; otros, con 300… Ahora mismo estamos batallando aproximadamente unos 2500 o 3000 enlaces». Desde un chaval de diez años a quien sus compañeros de escuela le han creado un perfil falso, con fotos y datos privados, donde ‘se declara’ homosexual hasta un caso pionero contra Google o la primera resolución favorable conseguida en España frente a Bing, el buscador de Microsoft.



Así las cosas, el abogado especializado en nuevas tecnologías Francisco Pérez Bes sostiene que pronto nos daremos cuenta de la necesidad de convertirnos en nuestros propios community managers: «Cada uno es dueño de su información, y vamos a tener que monitorizar lo que se dice en la Red de nosotros y reaccionar a tiempo». Para hacerlo, existen herramientas gratuitas como el servicio Google Alerts, que permite recibir información cada vez que se cuelga contenido referente a unas palabras determinadas (por ejemplo, nuestro propio nombre o el de nuestra empresa). «Pero hay herramientas de pago mucho más eficaces», sostiene. «Gestionar la reputación on-line con solvencia no es algo que se pueda hacer manualmente». Para ello hay empresas especializadas como las mencionadas hasta ahora o Uneon, asesores de derecho informático afincados en Barcelona, con la que colabora el propio Francisco. Él alude principalmente a dos estrategias. Por un lado, podemos tratar de eliminar el contenido negativo: «La más radical, pero también la más complicada». Si no se consigue, se pueden invertir los términos. El problema no es solo que la información esté accesible on-line (al fin y al cabo, las hemerotecas han existido siempre), sino que sea tan fácilmente localizable. Para ‘camuflarla’, podemos tratar de hacer que el contenido positivo aparezca mejor posicionado en el buscador. «Los buscadores utilizan una serie de algoritmos para decidir qué noticia debe aparecer antes que otra. Entre otras cosas se basa en el número de visitas. Si logras que mucha gente visite la página deseada, consigues que aparezca entre los primeros resultados de Google. Pero, ojo, no se trata de falsear nada, simplemente de utilizar las herramientas a tu alcance. El tiempo lo pone todo en su sitio».




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