TÍTULO: Entre la razón y el fuego por José Luis Alvite-foto-. Columnistas.
De la indiscreta lectura de sus labios durante un acto público de alto nivel parece que se desprende que Rajoy sospecha que sus decisiones de gobierno le van a costar una huelga organizada por los sindicatos. Semejante deducción no constituye sorpresa alguna. Lo novedoso sería que los sindicatos permaneciesen de brazos cruzados mientras disminuye su afiliación y se empobrecen sus arcas. Caben serias dudas sobre la capacidad de movilización que tienen a día de hoy los sindicatos, resentidos en su prestigio por una pasividad difícil de explicar en momentos en los que más necesaria parecía su presencia en las calles. Las centrales tendrán que pensar si lo que les conviene es azuzar a la opinión pública para indisponerla con el Gobierno, o permanecer a la expectativa, temerosas de que su convocatoria resulte fallida. A lo mejor resulta que la demagogia sindical arrasa en las calles en momentos de cierta euforia y se vende mal en tiempos de hambre y de cólera. Con un 25% de ciudadanos viviendo por debajo del umbral de la pobreza, cuesta creer que la gente esté dispuesta a salir a la calle detrás de la pancarta de unos sindicatos que han nutrido su tesorería gracias al derroche de las finanzas públicas. Esta vez no parece que los ciudadanos vayan a moverse por las consignas más de lo que tendrían que movilizarse por el hambre. Bastante suerte tendrán los sindicatos si en una hipotética explosión social la ciudadanía no se lleva por delante sus pancartas, su credo y sus sedes. En un momento en el que en nuestro país sólo crecen con regularidad los cementerios, la Historia nos enseña que cuando la miseria produce insomnio, los ciudadanos en su furia sustituyen sin vacilaciones las ideas que funcionan mal, por las cosas que arden bien.
TÍTULO: Mourinho y la soprano por José Luis Alvite.Almas del nueve largo.
Hay muchas maneras de tener razón y algunas de ellas se basan incluso en la sensatez. Puede ocurrir también que en cualquier debate una persona se salga con la suya porque se le dé la razón sin necesidad siquiera de tenerla. Es obvio que la fuerza bruta es muy útil como respaldo incontestable en cualquier argumentación, como lo demostraba Al Capone cuando para no andarse con rodeos oratorios empuñaba el bate de béisbol y le reventaba la cabeza al disidente de turno. El mafioso no era razonable, pero nadie discute que resultase convincente. Lo razonable resulta menos interesante que lo conveniente, sobre todo si se trata de salvar la piel. Es obvio que en esas circunstancias a veces lo sensato es renunciar a la razón, habida cuenta de que abogar por la supervivencia es más rentable que defender el orgullo. La historia de la humanidad está llena de episodios en los que incluso el deshonor resultó ser un hallazgo encomiable, como ocurrió en la II Guerra Mundial con aquellos soldados italianos que gracias a luchar en primera línea descubrieron que a medida que se va perdiendo la batalla, el heroísmo de seguir luchando es menos interesante que la cobardía de soltar las armas y pasarse al enemigo.
La suya no era una actitud razonable, pero resultaba sensata. A pesar de ser odiados, quienes detentan el poder suelen ser tan respetados como quienes poseen el dinero. ¿Será por eso que José Mourinho habla con la arrogancia de alguien que se cree en poder de la razón porque confunde la inteligencia con el dinero? Sus declaraciones son un compendio de estupideces y sin embargo tiene miles de admiradores. No tendría que sorprenderme. Al fin y al cabo, en los mejores teatros de ópera siempre hay quien aplaude el pedo de la soprano.
TÍTULO: Pilar Bardem y las palomas por José Luis Alvite.Almas del nueve largo.
La verdad es que me he enterado de que Pilar Bardem tenía una calle en Sevilla justo al leer la noticia de que se pretende retirar su nombre del nomenclátor urbano y sustituirlo por el de una advocación mariana. De inmediato han reaccionado los actores, indignados por la decisión, siempre tan atentos ellos a defender las causas que no se sabe muy bien si les hacen daño por repercutir en su orgullo o les molestan por perjudicar su bolsillo. A mí nunca me ha preocupado el nombre de las calles y considero un error el frecuente cambio del callejero. También me trae sin cuidado los méritos de la señora Bardem, cuya trayectoria cinematográfica creo que ganaría mucho si un productor avispado la contratase para interpretar en el cine la etapa de madurez de Paco Martínez Soria. Admito mi error, pero mi idea de la señora Bardem fue durante mucho tiempo la de que era la suya la voz que doblaba a Charlton Heston y lo cierto es que en relación con ese equívoco muchas veces creí que era también la señora Bardem el fulano que recuerdo que meaba de pie a mi lado en los ácidos retretes del cine. ¿Que merece una calle en Sevilla? No lo pongo en duda, como tampoco discuto la actitud de quienes se la niegan. Vivimos en un país que para resarcirse de los errores históricos recurre a la demolición de sus estatuas, muchas veces ignorante de que con el tiempo llega un momento en el que el pueblo se da cuenta de que para lo que sirven las estatuas no es para perpetuar las ideas que conmemoran, sino para que no caguen en el suelo las palomas. Por eso a mí no me importaría que le erigiesen a Pilar Bardem una estatua ecuestre, aunque al posar a caballo para el artista pudiesen dolerle los huevos.
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