Michael Fassbender-foto: ``Lo que me ha pasado los últimos dos años es de locos´´.
Este irlandés de origen alemán es el hombre de moda en Hollywood. Tarantino, Cronenberg, Ridley Scott, Jarmusch; los grandes directores del cine se lo disputan y su nombre suena como candidato al Oscar de este año. Fassbender no es un actor con un físico impactante, pero ha sabido convencer a todos con un insaciable apetito por la perfección. Ya lo comparan con Al Pacino.
Tiene su lógica que Michael Fassbender alcanzara la fama por una película llamada `Hunger´, hambre. Tras someterse a una dieta estricta y perder 14 kilos para interpretar a Bobby Sands, mártir del IRA, este actor irlandés de origen alemán ha devorado un papel suculento tras otro, haciendo gala de una voracidad recibida con idéntico entusiasmo por directores, público y crítica. Tan solo en el último año, Fassbender se ha prodigado en cuatro papeles memorables, convincentes y provocadores en Jane Eyre, X-Men: Primera generación, Un método peligroso y Shame [ya estrenada en EE.UU.; en España no la veremos hasta el 17 de febrero]. En esta última, el actor de 34 años se mete en la piel de un yuppie neoyorquino con un grave problema de adicción al sexo en una interpretación muy bien posicionada en todas las quinielas para la próxima edición de los Oscar. De hecho, ya le valió la Copa Volpi al mejor actor en el pasado Festival de Venecia.
Este año lo veremos también en los nuevos trabajos de directores tan renombrados como Steven Soderbergh (Indomable, 2 de marzo) y Ridley Scott (Prometheus, 8 de junio), además de rodar una de vampiros con el siempre sorprendente Jim Jarmusch. Como se ve, ahora que ha llegado a Hollywood, donde apenas lleva cuatro años, no parece dispuesto a dejar pasar la oportunidad de su vida. «Todo es cuestión de suerte, de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno -sostiene Fassbender-. Lo que necesitas es estar atento y preparado para cuando se presente la ocasión». Es lo que hizo cuando consiguió el papel en Hunger. «Sabía que debía hacerlo bien -rememora el actor-. Me habían concedido la posibilidad de meter el pie y no pensaba desaprovecharla. Ser consciente de ello me ayudó mucho». Y así sigue, aprovechando cada oportunidad que se le cruza por el camino.
XLSemanal. Se lo dirán mucho últimamente, pero ¡no para!
Michael Fassbender. ¡Y tanto que sí!
XL. En 2011 ha protagonizado películas memorables, pero ¿ha vivido algo que nunca olvidará?
M.F. No he tenido mucho tiempo para pensar en ello. Trabajé sin descanso hasta agosto. Luego, me tomé dos meses libres y viajé por Europa en coche. Quizá eso fue lo más especial, llevaba diez años pensando en ello y al fin se hizo realidad.
XL. David Cronenberg, Tarantino, Soderbergh, Ridley Scott..., es usted el hombre de moda. ¿Qué les da a los directores?
M.F. Bueno, sí, me han llamado directores muy buenos y parece que la cosa sigue por ese camino. Hay que tocar madera. Me siento el hombre más afortunado del mundo. Llevo trabajando como actor desde los 17 años y siempre soñé con llegar a este nivel. Lo que me ha pasado estos últimos años es de locos. Soy consciente de mi suerte y me siento agradecido por vivir una situación así.
XL. Ha desarrollado una relación especial con Steve McQueen, el director de Hunger y Shame.
M.F. Sí, tengo una fantástica relación personal y profesional con Steve. Siempre pensé que sería genial establecer una vinculación así con un director, como entre Scorsese y De Niro o entre Sidney Lumet y Al Pacino.
XL. En sus dos últimos trabajos -Un método peligroso y Shame- se trata el sexo de manera explícita. ¿Es casualidad o nos encontramos en la fase sexual de Michael Fassbender?
M.F. [Risas]. Sí, es una temporada de películas sexuales. Cuando rodaba Shame, no se me ocurrió pensar en posibles similitudes o paralelismos. Ambas películas surgieron de forma natural. Pero lo cierto es que no soy de esos actores que se piensan mucho las ofertas y lo planean todo al milímetro. Yo más bien trato de aprovechar las ocasiones tal como vienen.
XL. Para el papel de Brandon, el adicto al sexo de Shame, ¿habló con personas que padecen ese problema?
M.F. Así es y agradezco mucho haber tenido esa oportunidad. Recuerdo a un hombre en particular cuya honestidad me permitió entender la gravedad de la situación. Cuando eres prisionero de este comportamiento compulsivo, la diferencia con otro tipo de adicciones es que todo es parte de nosotros mismos. El alcohol, por ejemplo, es un elemento externo que estás añadiendo a tu vida, pero el sexo es algo que la mayoría de nosotros practicamos. Es un instinto primario muy fuerte.
XL. Este año lo hemos visto en X-Men: Primera generación, Jane Eyre y Un método peligroso. ¿Qué resulta más complicado: encarnar a un famoso personaje de tebeo, a un célebre mito literario o a un individuo de la vida real?
M.F. En realidad es lo mismo. Eso sí, hay que andarse con ojo y no perderle el respeto al personaje en cuestión. Hay muchos incondicionales de la novela de Brontë, de los X-Men o del legado de Carl Jung. Esa presión, para mí al menos, resulta positiva pues te obliga a hacer los deberes y a darlo todo al interpretar el papel. Pero conviene no tomárselo todo al pie de la letra. Uno debe mandar al infierno determinadas preconcepciones, tomar decisiones y asumir riesgos. Has de hacer tu propia interpretación. Si te dejas amedrentar por esas presiones en el rodaje, te acabas limitando. No me gustan la autocomplaciencia ni el apoltronamiento.
XL. ¿Qué aprende uno, personalmente, al meterse en la piel de un pionero del psicoanálisis como Carl Jung, su papel en Un método peligroso?
M.F. Lo que más me sorprendió fue saber que Jung, en lo fundamental, debía su ascensión a su esposa. Su mujer poseía muchísimo dinero y por eso no tuvo que superar las limitaciones de Freud, que tenía una familia que alimentar. Jung tenía libertad para realizar un trabajo más experimental y asumir más riesgos.
XL. En esa película hay una secuencia en la que Jung, durante una cena, se sirve enormes cantidades de carne. ¿El detalle ya estaba en el guion o fue cosa suya?
M.F. Fue una idea que se me ocurrió. En el resto de la película también salgo comiendo mucho. Me interesaba mostrar que Jung a la vez era un hombre muy sensual, dominado por la carnalidad, con ciertas debilidades, sobre todo en lo referente a Sabina Spielrein [amante de Jung, encarnada por Keira Knightley]. Jung era un individuo al que le gustaban los placeres, que disfrutaba de la vida y de las cosas bonitas.
XL. ¿Usted mismo es un poco así?
M.F. Sin duda, me gusta disfrutar de la vida y comer mucho. Si no lo hago, pierdo peso con rapidez. Resulta curioso, porque en la escuela de actores donde estudié [el Drama Centre londinense] éramos muy dados a agrupar a los personajes en categorías, lo que es una tendencia muy jungiana. Dentro de esas categorías, en mi caso personal, diría que todo lo relacionado con los sentidos es muy importante para mí; incluso por encima de las emociones. En el trabajo de actor siempre existe un cierto componente psicoanalítico. Uno intenta meterse en la mente del personaje, entender sus motivaciones, hasta dónde está dispuesto a llegar, cuáles son sus referencias morales...
XL. ¿Qué se siente al ser candidato a ganar importantes galardones?
M.F. Bueno, es estupendo, claro. Siempre es halagador, pero lo que me interesa en estos momentos es encontrar mi próximo papel, la próxima experiencia. No conviene obsesionarse con los premios porque, si lo haces, te vuelves loco.
Tiene su lógica que Michael Fassbender alcanzara la fama por una película llamada `Hunger´, hambre. Tras someterse a una dieta estricta y perder 14 kilos para interpretar a Bobby Sands, mártir del IRA, este actor irlandés de origen alemán ha devorado un papel suculento tras otro, haciendo gala de una voracidad recibida con idéntico entusiasmo por directores, público y crítica. Tan solo en el último año, Fassbender se ha prodigado en cuatro papeles memorables, convincentes y provocadores en Jane Eyre, X-Men: Primera generación, Un método peligroso y Shame [ya estrenada en EE.UU.; en España no la veremos hasta el 17 de febrero]. En esta última, el actor de 34 años se mete en la piel de un yuppie neoyorquino con un grave problema de adicción al sexo en una interpretación muy bien posicionada en todas las quinielas para la próxima edición de los Oscar. De hecho, ya le valió la Copa Volpi al mejor actor en el pasado Festival de Venecia.
Este año lo veremos también en los nuevos trabajos de directores tan renombrados como Steven Soderbergh (Indomable, 2 de marzo) y Ridley Scott (Prometheus, 8 de junio), además de rodar una de vampiros con el siempre sorprendente Jim Jarmusch. Como se ve, ahora que ha llegado a Hollywood, donde apenas lleva cuatro años, no parece dispuesto a dejar pasar la oportunidad de su vida. «Todo es cuestión de suerte, de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno -sostiene Fassbender-. Lo que necesitas es estar atento y preparado para cuando se presente la ocasión». Es lo que hizo cuando consiguió el papel en Hunger. «Sabía que debía hacerlo bien -rememora el actor-. Me habían concedido la posibilidad de meter el pie y no pensaba desaprovecharla. Ser consciente de ello me ayudó mucho». Y así sigue, aprovechando cada oportunidad que se le cruza por el camino.
XLSemanal. Se lo dirán mucho últimamente, pero ¡no para!
Michael Fassbender. ¡Y tanto que sí!
XL. En 2011 ha protagonizado películas memorables, pero ¿ha vivido algo que nunca olvidará?
M.F. No he tenido mucho tiempo para pensar en ello. Trabajé sin descanso hasta agosto. Luego, me tomé dos meses libres y viajé por Europa en coche. Quizá eso fue lo más especial, llevaba diez años pensando en ello y al fin se hizo realidad.
XL. David Cronenberg, Tarantino, Soderbergh, Ridley Scott..., es usted el hombre de moda. ¿Qué les da a los directores?
M.F. Bueno, sí, me han llamado directores muy buenos y parece que la cosa sigue por ese camino. Hay que tocar madera. Me siento el hombre más afortunado del mundo. Llevo trabajando como actor desde los 17 años y siempre soñé con llegar a este nivel. Lo que me ha pasado estos últimos años es de locos. Soy consciente de mi suerte y me siento agradecido por vivir una situación así.
XL. Ha desarrollado una relación especial con Steve McQueen, el director de Hunger y Shame.
M.F. Sí, tengo una fantástica relación personal y profesional con Steve. Siempre pensé que sería genial establecer una vinculación así con un director, como entre Scorsese y De Niro o entre Sidney Lumet y Al Pacino.
XL. En sus dos últimos trabajos -Un método peligroso y Shame- se trata el sexo de manera explícita. ¿Es casualidad o nos encontramos en la fase sexual de Michael Fassbender?
M.F. [Risas]. Sí, es una temporada de películas sexuales. Cuando rodaba Shame, no se me ocurrió pensar en posibles similitudes o paralelismos. Ambas películas surgieron de forma natural. Pero lo cierto es que no soy de esos actores que se piensan mucho las ofertas y lo planean todo al milímetro. Yo más bien trato de aprovechar las ocasiones tal como vienen.
XL. Para el papel de Brandon, el adicto al sexo de Shame, ¿habló con personas que padecen ese problema?
M.F. Así es y agradezco mucho haber tenido esa oportunidad. Recuerdo a un hombre en particular cuya honestidad me permitió entender la gravedad de la situación. Cuando eres prisionero de este comportamiento compulsivo, la diferencia con otro tipo de adicciones es que todo es parte de nosotros mismos. El alcohol, por ejemplo, es un elemento externo que estás añadiendo a tu vida, pero el sexo es algo que la mayoría de nosotros practicamos. Es un instinto primario muy fuerte.
XL. Este año lo hemos visto en X-Men: Primera generación, Jane Eyre y Un método peligroso. ¿Qué resulta más complicado: encarnar a un famoso personaje de tebeo, a un célebre mito literario o a un individuo de la vida real?
M.F. En realidad es lo mismo. Eso sí, hay que andarse con ojo y no perderle el respeto al personaje en cuestión. Hay muchos incondicionales de la novela de Brontë, de los X-Men o del legado de Carl Jung. Esa presión, para mí al menos, resulta positiva pues te obliga a hacer los deberes y a darlo todo al interpretar el papel. Pero conviene no tomárselo todo al pie de la letra. Uno debe mandar al infierno determinadas preconcepciones, tomar decisiones y asumir riesgos. Has de hacer tu propia interpretación. Si te dejas amedrentar por esas presiones en el rodaje, te acabas limitando. No me gustan la autocomplaciencia ni el apoltronamiento.
XL. ¿Qué aprende uno, personalmente, al meterse en la piel de un pionero del psicoanálisis como Carl Jung, su papel en Un método peligroso?
M.F. Lo que más me sorprendió fue saber que Jung, en lo fundamental, debía su ascensión a su esposa. Su mujer poseía muchísimo dinero y por eso no tuvo que superar las limitaciones de Freud, que tenía una familia que alimentar. Jung tenía libertad para realizar un trabajo más experimental y asumir más riesgos.
XL. En esa película hay una secuencia en la que Jung, durante una cena, se sirve enormes cantidades de carne. ¿El detalle ya estaba en el guion o fue cosa suya?
M.F. Fue una idea que se me ocurrió. En el resto de la película también salgo comiendo mucho. Me interesaba mostrar que Jung a la vez era un hombre muy sensual, dominado por la carnalidad, con ciertas debilidades, sobre todo en lo referente a Sabina Spielrein [amante de Jung, encarnada por Keira Knightley]. Jung era un individuo al que le gustaban los placeres, que disfrutaba de la vida y de las cosas bonitas.
XL. ¿Usted mismo es un poco así?
M.F. Sin duda, me gusta disfrutar de la vida y comer mucho. Si no lo hago, pierdo peso con rapidez. Resulta curioso, porque en la escuela de actores donde estudié [el Drama Centre londinense] éramos muy dados a agrupar a los personajes en categorías, lo que es una tendencia muy jungiana. Dentro de esas categorías, en mi caso personal, diría que todo lo relacionado con los sentidos es muy importante para mí; incluso por encima de las emociones. En el trabajo de actor siempre existe un cierto componente psicoanalítico. Uno intenta meterse en la mente del personaje, entender sus motivaciones, hasta dónde está dispuesto a llegar, cuáles son sus referencias morales...
XL. ¿Qué se siente al ser candidato a ganar importantes galardones?
M.F. Bueno, es estupendo, claro. Siempre es halagador, pero lo que me interesa en estos momentos es encontrar mi próximo papel, la próxima experiencia. No conviene obsesionarse con los premios porque, si lo haces, te vuelves loco.
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