Kiko regresó a Alburquerque a los 37 años de edad sin apenas haber dado palo al agua. Se había limitado a trapichear durante el largo periodo de tiempo que pasó en Madrid desde que sus padres emigraron cuando él apenas contaba dos primaveras. Eso sí, recuerda que estando en la escuela fabricó una linterna con un trozo de corcho y a su padre le gustó tanto el invento que lo llevó al aula de FP en la que estudiaba, donde causó asombro la destreza del pequeño. Este éxito le animó a presentarse a un concurso de manualidades para escolares madrileños en el que confeccionó un busto con plastilina de don Cicuta, el inefable personaje del «Un, dos, tres.». Quedó el primero.
En casa había poco dinero, lo que Kiko suplía con mucha imaginación. Cuando jugaban a los pistoleros, él fabricaba su arma de tabla o de cualquier otro material que tuviera a mano. A la hora de jugar a los bolindres, él los hacía de barro. Eso sí, nunca le gustó trabajar. Hasta que su familia volvió al pueblo natal. Aquí, en Alburquerque, ha dado el callo como pintor, fontanero, electricista, albañil. aunque se decidió finalmente por ser zapatero al descubrir la facilidad tan extraordinaria que tenía para arreglar o fabricar elementos de zapatería.
Y ha sido también en esta localidad donde ha acabado de aflorar su capacidad creativa. Todo ello a pesar de que hace unos años sufrió un infarto cerebral y tiene además graves problemas de corazón, los meniscos rotos, una hernia discal y otra cervical, además de otras dolencias. Y eso que Francisco Rodríguez Victorino solo tiene 49 años de edad.
Aparte de ejercer como zapatero, y después de un periodo de fabricación de artesanía en cuero: bolsos, figuras decorativas, zahones, sandalias, polainas y hasta un gorjal con hombreras de un caballero medieval, entre otros productos, ahora está dedicado a crear objetos derivados de cuernos de toro y otros astados. Primero los cuece durante horas y los vacía posteriormente sacándoles el hueso y el tuétano. Les echa lejía como primera medida de desinfección, seguidamente agua con bicarbonato y, finalmente, cuando están limpios como una patena, los rocía con un líquido para esterilizar los juguetes de los niños.
Con cuernos de toro ha fabricado elementos decorativos y decenas de útiles como flautas, vasos, cuernos para monterías y hasta algún objeto propio de sex-shops. Ahora trabaja con los de buey, más anchos, para confeccionar bolsos y botas para beber el vino.
Kiko tiene en mente, para el próximo Festival Medieval de Alburquerque, a celebrar en agosto, hacer el negocio con la venta de vasos hechos con astas de toro, dado que a los visitantes les gusta usar elementos propios de aquella época histórica. Además, en su carro llevará antiguos cuernos de guerra, hoy usados con las realas en las monterías. Kiko posa con un gorjal y cuernos decorados-Foto.
Y no podía faltar la vestimenta en esta fiesta, así que igual se atavía con un gorjal con hombreras propio de un caballero medieval, al que no podía faltar la cota de malla, fabricada también por Francisco Rodríguez, entrelazando más de tres mil argollas de alambre galvanizado.
En el Festival Medieval de Alburquerque probará suerte vendiendo vasos.
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