martes, 8 de mayo de 2012

ALBERT BOADELLA: EN ESPAÑA SE TRABAJA POCO Y MAL.

TÍTULO: ALBERT BOADELLA: EN ESPAÑA SE TRABAJA POCO Y MAL.

El dramaturgo catalán estrena hoy en Sevilla «El Nacional», una obra de 1993 sobre los excesos y el despilfarro público en materia cultural que conserva toda su vigencia casi veinte años después.

Albert Boadella-foto- (Barcelona, 1943) dirige «Els Joglars» desde hace 50 años y celebra sus bodas de oro con la reposición de «El Nacional», una sátira sobre la relación entre cultura y poder.
—«Els Joglars» podría haber sido la Compañía Nacional de Cataluña, casi como el Barsa del teatro. Sin embargo, no pueden ni actuar allí. ¿Por qué se complicaron tanto la vida?
—Es cierto que hicimos cosas que no nos convenían como meternos con el nacionalismo o con la jerarquía eclesiástica y a partir de ese momento nos pasó igual que al mafioso de «El Padrino», que empezó con un asesinato y ya tuvo que seguir. Llega un momento en que quería la paz y quería dejar de matar, pero ya no podía. Tenemos el síndrome de El Padrino.
—¿Y por qué no pudieron parar?
—Por el público. Puso tantas esperanzas en nosotros que ya no podíamos salir con una comedieta fácil o correcta políticamente.
—«El Nacional» lo escribió en 1993, pero parece de plena actualidad.
—Ahora le hemos cambiado algunas cosas, pero es verdad que parece hecha ahora. Entonces también había una crisis, aunque esta es más intensa. Estamos en una época de desmontaje y eso es justo lo que pasa en la obra, que se desmonta un teatro.
—Usted se define como optimista, a pesar de todo. ¿Es lo que nos falta a los españoles ahora: optimismo?
—Tal vez. Pero es que nos hemos creído que esto era jauja y que el dinero público no se iba a acabar nunca.
—Y, además, no era «de nadie», según Carmen Calvo, entonces ministra de Cultura...
—Pues era nuestro y ahora empezamos a conocer el valor de las cosas.
—¿Se podrá salir de tanto despilfarro?
—Sí, pero pagando.
—«El Nacional» es una sátira sobre el despilfarro público, especialmente en las óperas. ¿No le gusta la ópera?
—Sí me gusta y más la zarzuela. Lo que no puede ser es el exceso de la Administración con la financiación de estos montajes. La ópera se come tres cuartas partes del presupuesto público dedicado a artes escénicas.
—Una ópera puede costar un millón de euros...
—Y más. Se pagan sueldos disparatados a cantantes con fondos públicos.
—Un director cobra en el Maestranza unos 60.000 euros por dirigir cinco funciones...
—Ese dinero lo tendrían que pagar con la entrada los espectadores. Quienes van a ver ópera no son muchos y además, suelen tener recursos económicos. ¿Por qué todos los contribuyentes deberían pagar este espectáculo? Verdi no tenía a un Estado como mecenas. La ópera mantenida con fondos públicos es insostenible. Y tampoco me parece justo.
—¿Cuánto cuesta una obra de Els Joglars?
—«El Nacional» costó unos 250.000 euros porque tuvimos cinco meses de ensayos. Pero ese dinero no me lo da el Estado y además la obra se amortiza mucho más que una ópera porque gira por toda España.
—Aparte de algunas óperas, ¿qué cree que se puede llevar por delante esta crisis?
—A corto plazo desaparecerán muchas compañías de teatro. En un primer momento sobrevivirá solo el teatro más comercial, pero los anticuerpos reaccionarán y sobrevivirán también otras compañías, que no solo buscan el puro entretenimiento.
—¿Podrá pagarse todo lo que se ha despilfarrado en estos años?
—Yo no lo veré, quizá mis nietos.
—¿La cultura de la subvención acabará antes de que las subvenciones hayan acabado con la cultura?
—El sistema proteccionista no tiene futuro. Y eso será bueno. Todos seremos iguales en la línea de salida.
—¿Por qué nos sentimos ahora tan engañados los españoles?
—Los españoles no somos inocentes. Somos corresponsables de todo lo que tenemos encima. Está bien que digamos bandidos a los políticos como catarsis pero también somos responsables.
—¿Piensa que somos tan vagos e improductivos como creen los alemanes?
—Sí. Nuestra frase favorita es «ya está bien así». España es un país muy precario desde un punto de vista profesional, desde el fontanero al ingeniero aeronático. Aquí se trabaja poco y mal. La incompetencia profesional es tremenda. Ni los taxistas son profesionales en España.
—A Fernando Savater le sorprende que los intelectuales españoles hayan criticado más en estos 120 días al gobierno del PP que en los 8 años que ha estado gobernando Zapatero. ¿A usted también?
—Zapatero consiguió una obediencia descarada en el mundo de la cultura, que tiene el complejo de que tiene que ser de izquierdas, como si hubiera acabado ayer la II Guerra Mundial. Y me pregunto: ¿cómo es posible que todo el mundo esté de un lado, el izquierdo?
—¿Será por las subvenciones?
—Sí. Los artistas se han arrimado a la izquierda por el dinero. Y la derecha ha tenido un desencuentro constante con el mundo cultural, quizá por un complejo, porque como ven que ellos están siempre del otro lado no han intentado acercarse a él. Han dado ese terreno por perdido y eso ha sido un inmenso error.
—Esperanza Aguirre lo nombró a usted director de los teatros públicos madrileños...
—Creo que ella se relaciona con todos los sectores del mundo de la cultura, aunque algunos la odien, sobre todo desde la izquierda. Y creo que a Aguirre no le importa la ideología de las personas que elige sino que tengan méritos, trayectoria profesional o capacidad para la gestión.
—¿Por qué cree que ni en situaciones de emergencia como la actual izquierda y derecha se ponen de acuerdo?
—Los españoles somos así. Y en Cataluña y en el País Vasco va a ser aún más difícil. Ojalá consiguiéramos con la crisis arrimar el hombro en torno a un objetivo común pero no hay que poner tantas esperanzas en esta crisis.
—Se ha reído de la nueva cocina en sus obras y ha dicho que no iba a El Bulli porque le gusta mucho comer...
—Creo que la nueva cocina es una excrecencia de países sobrealimentados. La cocina debe tener ante todo un aspecto funcional, es decir, que te quite el hambre, y una vez que cumpla esto, admito que aspire a ser emocional o sensual. Las mezclas de la nueva cocina atentan contra el estómago desde un punto de vista sanitario. Pero es que este tipo de cocina va contra la ética porque para conseguir un no sé qué de alcachofas, que es sólo un centímetro te destroza la alcachofa entera. Y es que esto es la base de estas cocinas de síntesis.
—O «deconstruir» una tortilla...
—Eso es una gilipollez a la que tienen de manera natural estas personas. También me parece una gilipollez que en España y otros países occidentales se trate mejor a los animales que a las personas.
—El arte contemporáneo es otro de su blancos favoritos. ¿Sigue pensando que el 90 por ciento es un fraude?
—Sí y creo que ya se empieza a ver que el rey está desnudo. La mayor parte de lo que puede verse en el mayor museo de arte contemporáneo español, el Reina Sofía, parece anterior a Altamira. Las pinturas de los hombres de las cavernas están más evolucionadas. El arte actual destruye el pasado y las tradiciones y cuando tú pierdes las referencias, no hay obra que lleve nada que tú puedas reconocer. Y entonces se pierde la emoción. Y el arte sin emoción no es arte, es otra cosa.
—Vargas Llosa denuncia la banalización de la cultura actual en su último ensayo. ¿Por qué cree que hemos llegado hasta eso?
—La cultura se ha convertido en un gran objeto de consumo y de distracción para las masas. Es un negocio y por esa razón los museos se han convertido en grandes parques temáticos. En el arte actual la primera vez que alguien dejó una tela en blanco pudo sorprender. La segunda es ya una repetición y la tercera una memez. Los comisarios de muchas exposiciones son expertos en buscar diferencias entre los dibujos de tu hija de 6 años y un Miró, cosa que no es fácil.

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