Nunca pensó Pepe Cardenal que a los cuatro años de haberse jubilado tendría un reconocimiento tan especial a su labor docente como el que le ha llegado por parte de la Federacion Regional Extremeña de Asociaciones de Padres y Madres de Colegios Públicos. En concreto, la Freapa ha hecho público el fallo de sus Premios Misiones Pedagógicas a la Labor Docente 2011 y uno de estos galardones, para profesorado con más de 25 años de docencia o jubilados, ha recaído en el maestro de Villanueva de la Serena José Cardenal Menea.
Unos premios dirigidos a los docentes que han destacado por su trayectoria personal y profesional dentro y fuera de la escuela, así como por sus buenas prácticas educativas, su compromiso y dedicación en su profesión.
Unos 'meritos' educativos que encajan perfectamente en el perfil educativo de Pepe, que admite con sinceridad que para él «la enseñanza ha sido una de mis pasiones». Una labor que ha desempeñado «con libertad, con responsabilidad e implicación de toda la comunidad educativa, tanto padres y profesores como alumnos».
Este maestro jubilado tiene claro que «la escuela debe ser reflejo de la sociedad que la crea», de ahí que siempre haya procurado que la escuela «sirviese de revulsivo» a esa sociedad.
Tras impartir la docencia en Badajoz, Alburquerque y Mengabril, recaló en Villanueva de la Serena, donde curiosamente en 1974 coincidió en el colegio El Cristo con don David, maestro suyo durante la infancia.
Sin embargo, donde Pepe realmente 'maduró' como docente fue en el colegio Santiago, a donde llegó en 1981 y estuvo hasta su jubilación. Allí creó el grupo de teatro 'Santiaguete', con el que procuró que el teatro no sólo sirviera a los alumnos como vehículo de expresión, sino que les hiciera más críticos y más libres.
Empezó con una adaptación de la obra 'El libro de la selva', comedia musical apropiada a pequeñines de 7 años que se representó en todos los colegios de la ciudad y comarca. Y en 1983 empezó su segundo montaje, 'Las aventuras de Queca, Pepa, Cuco y Calambuco', un canto a la fantasía, a la paz y a la felicidad. Teatro didáctico con el que los protagonistas aprendieron a resolver situaciones nuevas surgidas en la 'Isla de la Fantasía'. Una obra que se representó en Sevilla donde fue recibida como una «experiencia pedagógica singular». De hecho, ese año la cadena Ser les nombró 'Extremeños del año'.
En 1985 puso en marcha el programa de radio 'El Mago de Oz', que se emitía los sábados a las 12 y lo hacían chavales de 10 añitos. Entrevistaron a Butragueño, Ibarra, Espinete, a los hermanos Aragón ases del circo...
Luego vinieron las acampadas de 15 días que organizó, en las que los alumnos entraban en contacto con la naturaleza pero también recibían las clases como en el colegio; los talleres de madres y padres o las fiestas de los abuelos, donde los niños conocían las canciones de sus antepasados. En definitiva, como admite, «tuve libertad para ser un poco creativo en la forma de hacer escuela». Y ahora, ha llegado este premio.
Pero, como reconoce, su mayor reconocimiento es el saludo o el apretón de manos que le siguen dando sus ex alumnos por la calle. Y es que, como añade, «nada muere mientras sigue en el recuerdo, y si mis alumnos me recuerdan me doy por satisfecho».
TÍTULO: UN PERRO ANDALUZ:
La película comienza con el rótulo «Érase una vez». Un hombre (Luis Buñuel, como actor) afila una navaja de afeitar mientras observa, asomándose al balcón, cómo una filosa nube corta la luna. Del mismo modo, él secciona el ojo a una mujer.
Nuevo intertítulo: «Ocho años después». Un ciclista (Pierre Batcheff) pedalea por una calle desierta. Está ataviado con unos estrafalarios complementos: manteles blancos, tocado de monja, una caja a rayas diagonales a modo de colgante sobre el pecho... En tanto la joven de antes, que estaba leyendo, siente algo y se levanta, tirando el libro al suelo, que se queda justo abierto en una reproducción de La encajera, de Vermeer. El ciclista se detiene y cae golpeándose la cabeza bruscamente contra el canto de la acera. Ella corre escaleras abajo y lo besa frenéticamente.[10]
De vuelta a la habitación, dispone las ropas del ciclista encima de la cama, como recomponiendo la imagen del cuerpo. Al darse la vuelta, ve al mismo hombre mirando las hormigas que surgen de un agujero negro de su mano. Mediante fundidos encadenados, se transforma en el vello axilar, un erizo de mar y en un grupo de personas que rodean a una mujer de apariencia andrógina que tantea con un bastón una mano cortada que yace en medio de la calle. Un policía recoge la mano, se la entrega y el andrógino la mete en la caja de rayas diagonales que llevaba el ciclista. La gente se “disuelve” y un coche atropella al andrógino, dejándolo en el suelo inerte.[11]
El hombre y la mujer han visto toda la escena desde la ventana de la habitación, y la muerte y atropello del andrógino causa al hombre una gran excitación sexual, que le lleva a perseguir a la mujer al ritmo de un tango para acariciar sus pechos, que se funden en nalgas. Cuando le vemos, sus ojos están en blanco, su rostro en éxtasis y de su boca chorrea una baba sanguinolenta. Para defenderse ella le amenazará con una raqueta triangular, y el hombre busca algo a su vez, encontrando una cuerda en el suelo, pero al tirar de ella están atados dos trozos de corcho, dos frailes maristas y dos pianos de cola con sendos burros putrefactos encima. La joven emprende la huida, pero al cerrar la puerta atrapa la mano del hombre de la que brotan hormigas. El cuarto al que accede la muchacha es idéntico al de antes y tumbado en la cama aparece el ciclista con los ropajes de antes.[12]
Un nuevo rótulo «En primavera» aparece sobreimpresionado en el cielo donde se ve un paisaje desierto en el que están enterrados hasta el pecho el hombre y la mujer, según concluía el guion original, «ciegos, con los vestidos desgarrados, devorados por los rayos del sol y un enjambre de insectos».[15] [16]
Nuevo intertítulo: «Ocho años después». Un ciclista (Pierre Batcheff) pedalea por una calle desierta. Está ataviado con unos estrafalarios complementos: manteles blancos, tocado de monja, una caja a rayas diagonales a modo de colgante sobre el pecho... En tanto la joven de antes, que estaba leyendo, siente algo y se levanta, tirando el libro al suelo, que se queda justo abierto en una reproducción de La encajera, de Vermeer. El ciclista se detiene y cae golpeándose la cabeza bruscamente contra el canto de la acera. Ella corre escaleras abajo y lo besa frenéticamente.[10]
De vuelta a la habitación, dispone las ropas del ciclista encima de la cama, como recomponiendo la imagen del cuerpo. Al darse la vuelta, ve al mismo hombre mirando las hormigas que surgen de un agujero negro de su mano. Mediante fundidos encadenados, se transforma en el vello axilar, un erizo de mar y en un grupo de personas que rodean a una mujer de apariencia andrógina que tantea con un bastón una mano cortada que yace en medio de la calle. Un policía recoge la mano, se la entrega y el andrógino la mete en la caja de rayas diagonales que llevaba el ciclista. La gente se “disuelve” y un coche atropella al andrógino, dejándolo en el suelo inerte.[11]
El hombre y la mujer han visto toda la escena desde la ventana de la habitación, y la muerte y atropello del andrógino causa al hombre una gran excitación sexual, que le lleva a perseguir a la mujer al ritmo de un tango para acariciar sus pechos, que se funden en nalgas. Cuando le vemos, sus ojos están en blanco, su rostro en éxtasis y de su boca chorrea una baba sanguinolenta. Para defenderse ella le amenazará con una raqueta triangular, y el hombre busca algo a su vez, encontrando una cuerda en el suelo, pero al tirar de ella están atados dos trozos de corcho, dos frailes maristas y dos pianos de cola con sendos burros putrefactos encima. La joven emprende la huida, pero al cerrar la puerta atrapa la mano del hombre de la que brotan hormigas. El cuarto al que accede la muchacha es idéntico al de antes y tumbado en la cama aparece el ciclista con los ropajes de antes.[12]
Un nuevo rótulo indica «Hacia las tres de la madrugada». Un hombre con ademán autoritario ordena al hombre de las ropas extravagantes que las arroje por la ventana. Después, como en un castigo escolar, lo pone de cara a la pared y carga sus brazos en cruz con libros, que pronto se transforman en revólveres con los que tirotea a su doble, que cae contra la espalda desnuda de una mujer en un parque, de donde es recogido por transeúntes que por allí pasean.[13]
La mujer entra en la habitación y ve en la pared la Acherontia atropos, una mariposa cuyo tórax tiene un aspecto semejante a una calavera; y también al hombre, que carece de boca y que es sustituida por el vello de la axila que acaba de desaparecer de la de la muchacha. Esta abre la puerta y accede directamente a una agreste playa, donde aparece un nuevo joven con el que pasea, encontrando a su paso los adminículos del ciclista.[14]Un nuevo rótulo «En primavera» aparece sobreimpresionado en el cielo donde se ve un paisaje desierto en el que están enterrados hasta el pecho el hombre y la mujer, según concluía el guion original, «ciegos, con los vestidos desgarrados, devorados por los rayos del sol y un enjambre de insectos».[15] [16]
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