Más de cuarenta años como empresario teatral son muchos años... ¿Cómo fueron aquellos primeros pasos?
-A
los diecisiete años quedé huérfano, cuando aún no había terminado los
estudios. Ya por entonces tenía una gran pasión por el teatro y cuando
supe que la Federación de Boxeo concedía unas carpas no lo pensé mucho:
me hice boxeador. Así, durante tres meses al año organizaba combates y
los otros nueve, funciones teatrales. Es un capítulo de mi biografía que
me acaban de recordar hace poco, cuando me han entregado la Medalla de
Oro de la Diputación de Valladolid, y que no era de dominio público.
Luego ya vinieron otras etapas, en el teatro Alcázar y en el Beatriz, el
Maravillas, el Goya de Barcelona... hasta llegar a las cuatro salas de
ahora: el Reina Victoria, el Muñoz Seca, el Arlequín y el Real Cinema,
del que no soy propietario pero llevo la gestión. Nunca me paro a pensar
en lo que he hecho, pero mi afán en todo este tiempo sí ha sido
permanecer, estar en el teatro.
-Parece milagrosa su saludable supervivencia en un sector tan inestable...
-El
estado natural del empresario teatral es estar en la ruina. Con una
dedicación absoluta como la mía, apuestas once veces al año y de esas
once aciertas dos. Pero los beneficios de esas dos no te cubren las
nueve restantes. Vas saliendo al paso con una administración férrea y
conservando la capacidad de inversión necesaria, gracias a los buenos
amigos que tengo en los bancos. Pero no es la rentabilidad lo primero
que busco. Lo más importante es el éxito artístico y, después, lo que
venga. No soy de los que espera la llamada de la taquillera a ver cuánto
se ha hecho. Me suele llamar, pero si un día no lo hace no estoy
pendiente. Yo me encuentro cómodo en mi línea de teatro, la
costumbrista, de alta comedia y musicales. Con un exitazo como «Chicago»
tapé muchos agujeros.
-Usted ha creado y
consolidado el premio «Butaca de Plata». Se lo concedió a Juan Pablo II y
tuvo la ocasión de dárselo personalmente al Papa...
Enrique Cornejo, vallisoletano afincado en Madrid y
empresario con una amplia trayectoria en gestión de teatros, optará al
concurso para la explotación y gestión del teatro Zorrilla porque «llevo
en contacto con Valladolid toda mi vida, 47 años de profesional en el
mundo de la producción y estoy obligado a aportar todo lo que sé para
dárselo a la ciudad que me vio nacer».
Señala que ha gestionado hasta once teatros, entre ellos
los de Beatriz, Maravillas, Arlequín, Alcázar y el auditorio de El
Escorial. Enrique Cornejo manifestó su interés por el espacio escénico
que abrirá sus puertas previsiblemente en noviembre, después de cuatro
años de obra y unos 10 millones de inversión.
«Es una infraestructura que hay que rentabilizar y tiene
muchas posibilidades. Llevo un montón de años en producción y gestión de
espacios culturales, organizando eventos y me interesa este proyecto no
sólo por que es atractivo, sino porque es de mi ciudad. Uno debe acabar
donde empieza».
Entre sus galardones, Cornejo cuenta con el Premio de
Teatro Provincia de Valladolid, en el que el jurado valoró su apuesta
por la producción de obras de autores españoles, «algunos de ellos muy
comprometidos con la realidad social de la época», como Buero Vallejo,
Martínez Mediero o Alberto Miralles.
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