BELA KISS era un húngaro que vivía en el pequeño pueblo de Czinkota. Allí había llegado acompañado de su esposa, una joven que respondía al nombre de Maria, y la gente le adoraba por su carácter amable y atento. Era lo que solemos confundir con una "buena persona".
Tenía dinero, de modo que cuando llegó al pueblo alquiló una casa y empleó a dos criados que pasaban la noche en sus propios hogares por deseo expreso del húngaro. Ambos hombres hablaban maravillas de su atención pero coincidían en que tenía gustos raros y era poco hablador.
El húngaro solía pasar épocas fuera de casa y los habitantes del pueblo se percataron de que durante aquellas ausencias María se veía en la casa con un joven llamado Paul Bihari. Justo cuando aquellas gentes consideraron justo avisar de la infidelidad de Maria, Bela se encontró con la casa vacía y una carta de su esposa que le avisaba de su abandono. Los criados le encontraron llorando con la carta en la mano.
Al tiempo que el pueblo se acercaba a él para tenderle su apoyo, él se aislaba del resto del mundo para consolarse y sufrir en soledad.
En la nueva época de su vida en lugar de los criados vino a trabajar una ama de llaves. En cierto momento Bela le pidió que durante unos días no pasara por la casa porque iba a venir una antigua amiga suya. Y llegó la joven distinguida. Unos días después Bela llamó al ama de llaves para que volviese al trabajo.
De nuevo hizo otro viaje a Budapest y volvió con una mujer. No era la otra, era una chica más alta, y el ama de llaves tuvo órdenes de no volver a la casa hasta nuevo aviso. El húngaro vivía de rentas, no trabajaba y se gastó un dinero en fabricar unos depósitos cilíndricos de gran tamaño en su sótano. Mientras tanto el ama de llaves se apenaba de que las mujeres que le visitaran no llegasen nunca a quedarse con Bela, pero imaginaba que algún día tendría suerte y volvería a casarse.
En aquella época el Condestable del pueblo tuvo una conversación con él acerca de una posible y próxima guerra, y ambos estuvieron de acuerdo en que se echaría en falta la gasolina si aquello se producía, de modo que Bela invitó al Condestable a visitar su sótano y le mostró uno de los bidones que estaba lleno de gasolina. El Condestable aprobó su carácter previsorio y le felicitó.
Bela Kiss continuó trayendo a casa a mujeres, tiempo durante el cual el ama de llaves era despedida y contratada intermitentemente, y los periódicos de Budapest daban avisos de mujeres desaparecidas. Se tenía como sospechoso a un tal Hoffman, pero éste también terminó desapareciendo.
Con el estallido de la primera guerra europea Bela fue disminuyendo sus viajes y sus citas, y éstas fueron definitivamente ya imposibles cuando fue reclutado para luchar. Bela alegó no poder enrolarse porque sufría del corazón pero tras hacerle una revisión médica descubrieron que la enfermedad era falsa y lo reclutaron.
Bela, que en su visita al sótano con el Condestable le había ofrecido a éste que hiciera uso de los bidones si él moría, le recordó ahora su promesa. Si moría, el Condestable debía hacerse cargo de los bidones. Confiado, le entregó la llave y marchó con el Cuerpo de Ejército.
Cinco meses después se recibió en el pueblo la noticia de la muerte de Bela Kiss, aquel triste y maravilloso hombre que tanto adoraban en Czinkota, y el Condestable hizo público el deseo del húngaro de que se utilizase el combustible de los bidones de su sótano.
Un día pasó por allí un camión militar falto de gasolina y el hombre les dijo que podían usar la gasolina de los bidones de Bela Kiss. Les ofreció que cogieran uno y los soldados trataron de mover uno de los bidones pero se quejaron de que algo sólido parecía moverse dentro del líquido y pesaba demasiado.
Los hombres abrieron el bidón y gritaron al unísono al descubrir a una joven desnuda, estrangulada con una bufanda de seda y conservada en litros de alcohol. Haciendo acopio de valor abrieron el resto de los bidones y en cada uno de ellos descubrieron cuerpos jóvenes, desnudos y asesinados del mismo modo conservados en alcohol. Sólo un bidón contenía gasolina. Tras dar parte a la policía y proseguir las investigaciones se supo que el desaparecido Hoffman, aquel sospechoso al que se perseguía por las desapariciones femeninas, era Bela Kiss, que había estado manteniendo correspondencia con 19 mujeres a través de las cuales supo de sus posiciones económicas y situaciones familiares. Todas las mujeres estaban repartidas entre aquellos bidones de alcohol y un almacén de un pueblo cercano a Czinkota. Además se descubrieron los cuerpos de Maria y su amante, Paul Bihari, en el sótano de la casa. Un día llegó a Budapest una increíble noticia: Bela Kiss no había fallecido en la guerra, había desertado. Se hizo una búsqueda que no fructificó y se escucharon muchos relatos acerca de dónde se le podía haber visto, pero fue un desertor de la Legión Extranjera francesa quien dio seguramente la pista más fiable: el hombre dijo que había conocido a un tipo que alardeaba de haber hecho una fortuna asesinando a mujeres ricas.
La policía ya le había echado el ojo pero antes de echarle el guante y capturarle, Bela, con un sexto sentido y sin sospechar que estaba en el punto de mira de la policía, volvió a huir. Se supuso que se había exiliado en algún lugar de Sudamérica donde su aspecto moreno le haría pasar desapercibido. No se supo más de él.
Tenía dinero, de modo que cuando llegó al pueblo alquiló una casa y empleó a dos criados que pasaban la noche en sus propios hogares por deseo expreso del húngaro. Ambos hombres hablaban maravillas de su atención pero coincidían en que tenía gustos raros y era poco hablador.
El húngaro solía pasar épocas fuera de casa y los habitantes del pueblo se percataron de que durante aquellas ausencias María se veía en la casa con un joven llamado Paul Bihari. Justo cuando aquellas gentes consideraron justo avisar de la infidelidad de Maria, Bela se encontró con la casa vacía y una carta de su esposa que le avisaba de su abandono. Los criados le encontraron llorando con la carta en la mano.
Al tiempo que el pueblo se acercaba a él para tenderle su apoyo, él se aislaba del resto del mundo para consolarse y sufrir en soledad.
En la nueva época de su vida en lugar de los criados vino a trabajar una ama de llaves. En cierto momento Bela le pidió que durante unos días no pasara por la casa porque iba a venir una antigua amiga suya. Y llegó la joven distinguida. Unos días después Bela llamó al ama de llaves para que volviese al trabajo.
De nuevo hizo otro viaje a Budapest y volvió con una mujer. No era la otra, era una chica más alta, y el ama de llaves tuvo órdenes de no volver a la casa hasta nuevo aviso. El húngaro vivía de rentas, no trabajaba y se gastó un dinero en fabricar unos depósitos cilíndricos de gran tamaño en su sótano. Mientras tanto el ama de llaves se apenaba de que las mujeres que le visitaran no llegasen nunca a quedarse con Bela, pero imaginaba que algún día tendría suerte y volvería a casarse.
En aquella época el Condestable del pueblo tuvo una conversación con él acerca de una posible y próxima guerra, y ambos estuvieron de acuerdo en que se echaría en falta la gasolina si aquello se producía, de modo que Bela invitó al Condestable a visitar su sótano y le mostró uno de los bidones que estaba lleno de gasolina. El Condestable aprobó su carácter previsorio y le felicitó.
Bela Kiss continuó trayendo a casa a mujeres, tiempo durante el cual el ama de llaves era despedida y contratada intermitentemente, y los periódicos de Budapest daban avisos de mujeres desaparecidas. Se tenía como sospechoso a un tal Hoffman, pero éste también terminó desapareciendo.
Con el estallido de la primera guerra europea Bela fue disminuyendo sus viajes y sus citas, y éstas fueron definitivamente ya imposibles cuando fue reclutado para luchar. Bela alegó no poder enrolarse porque sufría del corazón pero tras hacerle una revisión médica descubrieron que la enfermedad era falsa y lo reclutaron.
Bela, que en su visita al sótano con el Condestable le había ofrecido a éste que hiciera uso de los bidones si él moría, le recordó ahora su promesa. Si moría, el Condestable debía hacerse cargo de los bidones. Confiado, le entregó la llave y marchó con el Cuerpo de Ejército.
Cinco meses después se recibió en el pueblo la noticia de la muerte de Bela Kiss, aquel triste y maravilloso hombre que tanto adoraban en Czinkota, y el Condestable hizo público el deseo del húngaro de que se utilizase el combustible de los bidones de su sótano.
Un día pasó por allí un camión militar falto de gasolina y el hombre les dijo que podían usar la gasolina de los bidones de Bela Kiss. Les ofreció que cogieran uno y los soldados trataron de mover uno de los bidones pero se quejaron de que algo sólido parecía moverse dentro del líquido y pesaba demasiado.
Los hombres abrieron el bidón y gritaron al unísono al descubrir a una joven desnuda, estrangulada con una bufanda de seda y conservada en litros de alcohol. Haciendo acopio de valor abrieron el resto de los bidones y en cada uno de ellos descubrieron cuerpos jóvenes, desnudos y asesinados del mismo modo conservados en alcohol. Sólo un bidón contenía gasolina. Tras dar parte a la policía y proseguir las investigaciones se supo que el desaparecido Hoffman, aquel sospechoso al que se perseguía por las desapariciones femeninas, era Bela Kiss, que había estado manteniendo correspondencia con 19 mujeres a través de las cuales supo de sus posiciones económicas y situaciones familiares. Todas las mujeres estaban repartidas entre aquellos bidones de alcohol y un almacén de un pueblo cercano a Czinkota. Además se descubrieron los cuerpos de Maria y su amante, Paul Bihari, en el sótano de la casa. Un día llegó a Budapest una increíble noticia: Bela Kiss no había fallecido en la guerra, había desertado. Se hizo una búsqueda que no fructificó y se escucharon muchos relatos acerca de dónde se le podía haber visto, pero fue un desertor de la Legión Extranjera francesa quien dio seguramente la pista más fiable: el hombre dijo que había conocido a un tipo que alardeaba de haber hecho una fortuna asesinando a mujeres ricas.
La policía ya le había echado el ojo pero antes de echarle el guante y capturarle, Bela, con un sexto sentido y sin sospechar que estaba en el punto de mira de la policía, volvió a huir. Se supuso que se había exiliado en algún lugar de Sudamérica donde su aspecto moreno le haría pasar desapercibido. No se supo más de él.
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