lunes, 2 de septiembre de 2013

IDENTIFICAN AL ABUELO DE LAS RATAS,./ UN MUSEO PARA EL BARCO DE ENRIQUE VIII,.

TÍTULO: IDENTIFICAN AL ABUELO DE LAS RATAS,.

El hallazgo en China del fósil de un roedor extinguido hace 160 millones de años está ayudando a los científicos a explicar la evolución de los llamados multituberculados, los ancestros de las ratas actuales. Su nombre proviene de la estructura de los molares, con muchas cúspides (tubérculos) y un par de incisivos en la mandíbula inferior.
La especie de los multituberculados floreció durante la era del Cretácico, la cual terminó hace 60 millones de años y, como ocurre con los roedores hoy en día, llenaron varios nichos del hábitat terrestre, bajo tierra, sobre el suelo y en los árboles, según recoge la revista 'Science'. Hacia el final de su existencia, los multituberculados habían desarrollado una completa dentición que les permitió disfrutar de dietas vegetarianas y contaban con habilidades locomotoras que les facilitaban moverse por las copas de los árboles.
Este nuevo fósil, el rugosodon eurasiaticus, es el ancestro más antiguo en el árbol genealógico de los multituberculados. Se asemeja a una pequeña rata o ardilla, con la que no guarda parentesco alguno. El esqueleto está casi completo, lo que proporciona información sobre las características que ayudaron a los multituberculados a evolucionar y sobrevivir, según explica Chong-Xi Yuan, miembro de la Academia China de Ciencias Geológicas de Pekín, en la investigación realizada junto a otros colegas estadounidenses.
El fósil desenterrado fue preservado en los sedimentos del lago, lo que sugiere que la criatura pudo haber vivido en las orillas. Sin embargo, los investigadores dicen que las articulaciones del tobillo de este animal ya mostraban una alta movilidad y sus dientes estaban orientados a una dieta omnívora. 

 TÍTULO; UN MUSEO PARA EL BARCO DE ENRIQUE VIII,.
Un museo para el barco de Enrique VIII 
Cuando se hundió en la tarde del 19 de julio de 1545 en el estrecho de Solent, al sur de Inglaterra, lloró una nación orgullosa de su poderío naval. El rey Enrique VIII, que había mandado construir el 'Mary Rose' en 1510, lo vio irse a pique en la segunda batalla naval de su reinado desde el castillo de Southsea, en Portsmouth. A su lado estaba la mujer y futura viuda de Sir George Carew, el comandante del navío. El 'Mary Rose' fue el primer buque de la Armada británica armado con cañones de bronce. Y, 500 años después, los historiadores no saben si se hundió al realizar un bordo debido al sobrepeso o si se fue a pique tras lanzar la primera salva de cañonazos contra la flota francesa.
Llevaba 415 tripulantes a bordo: 185 soldados, 200 marineros y 30 artilleros. En honor a estos hombres, los muelles de Portsmouth en los que se construyó el buque han reabierto al público el Museo Mary Rose, cerrado desde 2009, tras una inversión de unos 40 millones de euros: nueve destinados a la conservación del casco y unos treinta para el nuevo edificio. El 65% de la financiación proviene del Fondo para el Patrimonio de la Lotería Nacional, y el resto de donaciones y patrocinios privados. En un alarde de orgullo marino y submarino, Portsmouth reflota una de las grandes estrellas de sus Muelles Históricos sin una libra del Gobierno. Por el camino, el proyecto ha aportado a la ciencia nuevas técnicas de tratamiento de la madera y descubierto bacterias que no se conocían.
Los restos del 'Mary Rose' son los únicos de un buque del siglo XVI expuestos en el mundo. Y reposan ahora dentro de un nuevo envoltorio de madera con forma elíptica hecho a medida. «Hemos construido el museo desde dentro hacia fuera, a partir del casco», explican desde el equipo de Wilkinson Eyre arquitectos. La madera exterior del edificio está arañada por inscripciones y grafitis como los que usaban los tripulantes del buque, analfabetos, para marcar sus pertenencias. A su lado puede visitarse el 'HMS Victory', el buque insignia del almirante Nelson en Trafalgar.
El buque insignia del rey Tudor cayó al fondo del estrecho sobre el lado de estribor, que permaneció así enterrado en el copioso fango que caracteriza las aguas de Solent. Esa parte del casco y todo lo que contenía quedó protegida de la erosión y las bacterias más dañinas. Aunque especialistas venecianos ya lograron acceder al pecio en los años posteriores al hundimiento, el buque permaneció olvidado hasta su 'descubrimiento' en 1836 por dos pioneros del submarinismo, John y Charles Deane. El 'Mary Rose' fue rescatado de las aguas en octubre de 1982. La proeza arqueológica fue seguida por 60 millones de personas por televisión, y alimentó el orgullo marino de un país que había derrotado a la dictadura argentina meses antes en las Malvinas.
La Pompeya inglesa
Del pecio se rescataron unos 19.000 objetos. «El Mary Rose es la Pompeya inglesa, preservada por el agua, y no el fuego; toda la vida en la era de los Tudor está ahí», ha dicho el historiador David Starkey.
Zapatos, peines, violines, utensilios de cocina y medicina y hasta el esqueleto casi completo del terrier macho que apareció junto a la cabina del carpintero están expuestos frente al casco que los protegió. El espacio expositivo está distribuido en tres niveles -los mismos del barco- en los que los visitantes pueden ver, a un lado, los restos de madera del casco y, enfrente, los objetos correspondientes.
«Hubo que construir los vanos y puertas en función de los objetos que debían pasar por ahí, instalar rampas y andamios, y hasta construir nuestra propia vagoneta hidráulica para transportar los cañones», explica Nick Butterley, coordinador de exposiciones.
Un reto científico
Además del recorrido histórico por una de las épocas más 'sexy' de la Historia de Inglaterra, el nuevo museo constituye un hito científico por el complejo reto de secar una criatura de los mares. Desde que emergió del mar, sujetaron el casco con una estructura de titanio y lo rociaron con agua -primero salada y luego dulce- durante doce años para reducir su temperatura a entre 2 y cinco grados. «Era imprescindible para matar las bacterias y microbios, algo que no es tan simple como pueda parecer porque se hacen inmunes a los productos químicos», detalla Eleonore Schofield, responsable de la preservación. A partir de 1994, tuvieron que rociarlo con dos soluciones diferentes de polietilenglicol (conocidas como PEG 200 y PEG 2000) para sellar una madera en la que podían meterse los dedos cuando emergió.
El casco está conservado ahora dentro de una 'caja de calor', en la que unos tubos insertan aire caliente para seguir secándolo. El museo estima que hasta dentro de cuatro o cinco años, cuando la temperatura y la humedad estén controladas, el medio millón de visitantes que según calculan visitarán el museo cada año no podrán contemplarlo sin la cristalera actual.

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