Nuevo arquetipo misógino o “girl power”? Hollywood está haciendo caja con esta generación de mujeres valientes, tenaces... y mentalmente ...
Sola ante el peligro y armada hasta los dientes, la teniente Ripley se
enfrentó al espeluznante alienígena que había secuestrado su nave y
aniquilado a toda la tripulación.
Corría el año 1979 y con
aquella titánica lucha, mantenida por la versión más letal de Sigourney
Weaver, “Alien” daba a luz a un personaje inédito en la historia del
cine. Nacía la heroína de acción. Y, casi al mismo tiempo, aquel icono feminista caía precipitadamente en el olvido.
A
excepción de las secuelas de la saga de Ridley Scott y de un puñado de
personajes (Sarah Connor en “Terminator”, la Novia de “Kill Bill” o
Alice, el personaje de Milla Jovovich en la saga “Resident evil”),
Hollywood se olvidó de ellas. Y siguió apostando por una
fórmula copiada sin pudor del clásico cuento de hadas: héroe + villano +
damisela en apuros = a taquillazo de acción. Y así, mientras ellas
volvían al papel de víctimas gritonas, Stallone, Schwarzenegger y
compañía se apropiaron del género en los 90 y Matt Damon (con su Jason
Bourne) o Daniel Craig (en la enésima encarnación de James Bond) tomaron
el relevo para estrenar el siglo.
Y entonces llegó Lisbeth Salander. Era un bicho raro de manual:
superviviente de una niñez traumática, “hacker” reconvertida en
investigadora, solitaria, bisexual y chica dura de moto, con chupa de
cuero y look andrógino adornado de piercings y tatuajes. Así la concibió
Stieg Larsson para la saga “Millenium”.
Con la adaptación por
duplicado de su primera parte, “Los hombres que no amaban a las
mujeres”, Salander (interpretada por Noomi Rapace en la versión original
sueca y por Rooney Mara en la americana) ponía otra vez de moda a las
heroínas. Tan capaz de piratear cuentas bancarias como de
torturar a su violador, Lisbeth logró además invertir roles inamovibles:
Mikael Blomkvist (interpretado en la versión norteamericana por Daniel
Craig) era la víctima indefensa en aquel sótano de los horrores y
Salander, su heroica salvadora.
Pero, pese a su brillante hoja de servicios, Salander no encajaba en el perfil clásico del héroe.
Arrastraba
demasiado lastre: había sufrido abusos sexuales en su infancia, era
descrita en la novela como “paranoica”, “psicótica” o “esquizofrénica”, y
se mostraba absolutamente incapaz de ser feliz. Y en esa
personalidad tan compleja como fascinante, Hollywood ha encontrado los
ingredientes para construir un nuevo arquetipo de heroína capaz de
impartir justicia y, sobre todo, de llenar los cines. Salander es el
paradigma, pero no está sola.
Agentes dobles
También cumple con esos requisitos Maya, la agente de la CIA
obsesionada con cazar a Bin Laden a la que interpretaba Jessica Chastain
en “La noche más oscura”. Sin vida social ni ambiciones
personales, vive por y para capturar al villano. Su clon televisivo, la
espía interpretada por Claire Danes en la serie “Homeland” que emite
Cuatro, sufre los mismos males: y los guionistas le han sumado un
trastorno bipolar y un par de intentos de suicidio.
Fuertes e independientes, su causa suele ser justa y sus métodos, de una
moral laxa. Pero su diagnóstico psicológico es demoledor.
Raras
de pedigrí, traumatizadas hasta la médula y sociópatas sin vida
privada, su habilidad para completar su misión suele ser directamente
proporcional a su grado de desequilibrio mental: cuanto más raras y más
infelices, más eficientes. Y de ahí, las críticas que tachan a
este nuevo estereotipo de invento misógino. “No es un icono feminista
ni nada que se le parezca. Es un arquetipo tan pernicioso y reaccionario
como otros que ha dado lugar el cine a lo largo de su historia”,
escribía la periodista Tanya Gold en un reciente artículo del Sunday
Times.
Sin embargo, cualquier superhéroe que se precie tiene
traumas infantiles (Spiderman) o personalidad sociópata (Batman, que
vive en una cueva, lleva máscara y solo se relaciona con su mayordomo), o
es un perfecto ególatra (Iron Man).
La nueva generación
Katniss Everdeen –encarnada por la omnipresente y oscarizada Jennifer
Lawrence– ha tomado por fin el relevo de la teniente Ripley. Como ella,
es una superviviente en un universo hostil, obligada a competir en “Los
juegos del hambre” para salvarle la vida a su hermana.
No solo
se defiende con el arco y las flechas, sino que es noble, valiente,
inteligente y hasta tiene tiempo para el amor en medio de la batalla.
Pero más allá de arquetipos perniciosos o iconos feministas, la buena
noticia es que Hollywood parece haberse caído por fin del guindo y ha
empezado a pensar en las mujeres como protagonistas de sus cintas más
taquilleras. No ha sido fácil. El año pasado, Meryl Streep se quejaba
públicamente, en una entrega de premios a mujeres cineastas:
“Las
horribles estadísticas detallan la poca representación que tienen las
mujeres en este negocio. Solo el 10% de los directores, productores,
guionistas o directores de fotografía son femeninos.
Y eso pese a que, en los últimos años, cinco pequeñas películas sobre
mujeres recaudaron 1.600 millones de dólares [1.250 millones de euros]:
“Criadas y señoras”, “La dama de hierro”, “Mamma Mia”, “El diablo viste
de Prada” y “La boda de mi mejor amiga”. Por ejemplo, “La dama de
hierro” costó 14 millones y recaudó 114. [11 y 88 millones de euros,
respectivamente] ¡Puro beneficio! Así que... ¿por qué no quieren los
estudios ese dinero?”. Streep tenía razones para enfurecerse.
Aunque
la mitad de los espectadores norteamericanos son mujeres, solo un 33%
de los personajes de las 100 películas más vistas de 2011 eran
femeninos. Y lo más preocupante: únicamente un 11% de esas cintas tenía a una mujer como protagonista indiscutible.
Pero Hollywood sí quiere el dinero. Y está empezando a
reclamarlo. Tras cintas como “Salt” (con Angelina Jolie) o “Haywire”
(con Gina Carano), el año pasado la tendencia dio un vuelco con tres
hits consecutivos: “Los juegos del hambre” (535 millones de euros en
todo el mundo), “Blancanieves y la leyenda del cazador” (306 millones) y
“Brave” (414 millones). Además de sus millonarias
recaudaciones, las tres cintas compartían algo mucho más importante.
Eran proyectos de gran presupuesto, altas dosis de acción, pensadas para
el consumo masivo y con tres protagonistas femeninas fuertes, capaces e
independientes. Y no parece una moda pasajera. Mientras la trilogía de
“The Host” se ha estrenado con Saoirse Ronan ejerciendo de estrella,
Ridley
Scott ha anunciado que la esperadísima secuela de “Blade runner” tendrá
una protagonista femenina. Han tenido que pasar más de 30 años, pero la
teniente Ripley ya no está tan sola ante el peligro.
Princesas guerreras
Blandiendo espadas y con armaduras sobre el vestido, las princesas ya no
son lo que eran. Hollywood ha reinventado también los cuentos de hadas y
sus mujeres ya no son damiselas a la espera de un príncipe azul.
Como
muestra, las dos versiones de “Blancanieves” (protagonizadas por Lily
Collins y Kristen Stewart) y un par de cintas de animación: Rapunzel, de
“Enredados”, y Mérida, de “Brave”, la primera protagonista femenina de
Pixar.
TÍTULO; Novias de alta costura, del 'atelier' a la pasarela
Con
color, de inspiración “vintage” y llenas personalidad. Así son las
propuestas nupciales “haute couture” presentadas en la I Edición de la ...
ya tiene pasarela de
novias. El pasado 27 de junio, en un escenario palaciego, los diseños de
alta costura más especiales se pudieron ver en la primera edición de la
Pasarela Santillana, en la que participaron seis de los mejores
diseñadores de vestidos de novia de nuestro país. Esta iniciativa, como
dice su directora, Teresa Escudero, “nace con espíritu de continuidad,
para que Madrid no se quede sin su cita de moda nupcial”.
Con el
apoyo de Marca España y el Palacio Santillana, un edificio que
perteneció a Enrique IV y que sirvió de telón de fondo al desfile, se
reunieron los grandes nombres de la alta costura nupcial española: Ion
Fiz, Isabel Zapardiez, Rafael Urquízar, Jordi Dalmau, Ana Torres y
Rosario Díaz. Un elenco de creadores que “no tienen las
herramientas de marketing de las grandes cadenas, pero que hacen un
trabajo artesano para cada novia. Diseños muy especiales que hay que
promocionar dentro de la moda española”, apostilla Escudero.
Sobre la pasarela, novias con mucha personalidad, como las que propone
Isabel Zapardiez, de aires rockeros, con faldas con volúmen y cinturas
de avispa; con líneas futuristas y detalles de cuero negro que
contrastaban con el clásico blanco nupcial, como las de Rafael Urquízar;
e incluso una novia de rojo, ideada por Rosario Díaz.
El
ejemplo más claro de la originalidad de las propuestas fue el joven
Jordi Dalmau, que dejó al público boquiabierto con una original puesta
en escena y novias que se transformaban sobre la pasarela. Como
él mismo confiesa, “miro las tendencias, lo que hacen los demás, y voy
en contradirección”. Y es que esta no es una pasarela al uso. No se
trabaja igual y todos los creadores saben la importancia de los
sentimientos a la hora de diseñar cada traje. “Lo que diferencia la moda
nupcial del “prêt-à-porter” es la carga emocional que se traduce en el
vestido”, aclara Isabel Zapardiez.
Las siluetas hiperfemeninas de Ion Fiz pusieron el broche final
a la I Edición de la Pasarela Santillana. Él demostró que los conceptos
naturalidad y sofisticación pueden ir de la mano en un vestido de
novia.
Los creadores de sueños
La perfección natural de Ion Fiz
Si algo tiene claro, es que “menos es más, y ninguna novia debe caer en
el exceso”. Por eso, asegura, “el vestido no puede estar por encima de
la novia, sino ser una extensión de ella y de su manera de ser”,
asegura.
La vuelta al mundo de Rosario Díaz
Para la diseñadora, “el vestido 10 es el que mejor muestra la
personalidad y estilo de la mujer que lo luzca”, aunque señala que “para
ir perfecta, el único secreto es que la novia esté enamorada; eso se
refleja por fuera”.
Una ventana al futuro, Raquel Urquízar
Lo tiene claro: “Cada novia es única,
pero todas deben evitar disfrazarse. El vestido no tiene que estar
ligado a la tendencia, sino ser el reflejo de cada mujer. Que dentro de
10 años siga reconociéndose y viéndose guapa”.
Las 'sinvergüenzas' de Jordi Dalmau
“La inspiración sale sola y cada novia, de acuerdo con su estilo, tiene
su diseñador”, afirma. Sus novias son “atrevidas, diferentes,
“sinvergüenzas”, sexys y siempre cómodas”, confiesa Jordi Dalmau.
'Love me, tender'... Isabel Zapardiez
Un traje habla 100% de la novia, de cómo es”, reflexiona. Y aunque tiene
claro que “no existe el vestido perfecto sin los complementos
adecuados”, la verdadera clave para que una novia esté radiante no es
otra que “la felicidad”.
La elegancia clásica de Ana Torres
Según la diseñadora, “el vestido debe ser un reflejo de la personalidad
de la novia, de su manera de ser, potenciando siempre lo mejor de cada
una”. Y nos regala un consejo: “A una fiesta, ve sexy; a tu boda, muy
elegante y delicada”.
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