La
selección española
agotó los elogios. «Samba roja», «baile a los charrúas», «jogo bonito
como patrimonio español», «dominio insultante» o «exhibición» en el
inicio de la «conquista de un nuevo continente». La prensa nacional e
internacional se mostró pródiga en elogios al debut en la
Copa Confederaciones del combinado de
Vicente del Bosque,
que, a pesar del exiguo 2-1 que puede llamar a engaños, asombró al
mundo en su estreno ante Uruguay. En el primer tiempo, ya que el final
emborronó una obra maestra, la selección lo bordó. Ofreció un nivel
jamás visto desde que el equipo que conducía Luis Aragonés hizo un canto
al fútbol en la semifinal ante Rusia (0-3) de la Eurocopa del 2008.
Aquella lección de Viena, con goles de Xavi, Güiza y Silva, se calificó
como el partido perfecto.
Una España con Marcos Senna como único medio
centro, del mismo modo que Busquets se sobró para ejercer en ese puesto
ante los uruguayos, sometidos de tal forma que parecieron un grupo menor
pese a ser cuartos en el Mundial de Sudáfrica y campeones de América.
Con el actual seleccionador, no se recordaba algo semejante desde la
final de la pasada Eurocopa ante Italia, con ese inapelable 4-0 de Kiev
sellado con las firmas de Silva, Alba, Torres y Mata.
Las sensaciones de los uruguayos, siempre
orgullosos pero esta vez rendidos a la evidencia, atestiguaban mejor que
nadie la soberbia puesta en escena española. «El resultado pudo ser
catastrófico para nuestros intereses. Antes del partido ya sabíamos de
esta realidad. Si España golea a Italia o a Alemania, por qué no iba a
hacerlo contra Uruguay», se preguntó Óscar Washington Tabárez. «El rival
impone sus condiciones en el campo y está jugando un torneo que es una
cuenta pendiente.
Solo les falta la Confederaciones en este momento
de predominio en el mundo», apostilló el director técnico de la
Celeste. «Nos dominaron completamente. Manejaron la pelota a su antojo y
nosotros fuimos incapaces de agarrarla», sentenció Luis Suárez, autor
del golazo de falta que maquilló la derrota de los sudamericanos. «A
nadie le gusta perder, pero España es muy superior a todos», zanjó
Forlán.
Son diversas las conclusiones que cabe extraer
desde el análisis. La primera reside en el guardián de la portería.
Discutible o no, Del Bosque cree en
Iker Casillas
porque entiende que a través del capitán comienza todo. Es un símbolo,
más que un portero. Se sintió como un novato el mostoleño. «Fue una
sorpresa jugar después de cinco meses sin actuar en un partido oficial.
Me sentí como cuando debuté ante Suecia hace trece años. Aunque lleve
145 partidos, parecía nuevo. Reviví momentos inolvidables. Contento por
el triunfo, por mis compañeros y por la selección. Ahora queremos seguir
ganando», reflexionó el portero.
Lo de Busquets fue un caso excepcional. Nadie echó de menos en la
selección española
a Xabi Alonso ni pudo quejarse con argumentos sólidos de que Javi
Martínez no fuera de la partida pese a su triplete bávaro. Alrededor del
pivote catalán crecieron todos. Iniesta fue ovacionado por los
brasileños y elegido el MVP del partido. «Nos vamos de Recife con un
buen sabor de boca. Movimos bien el balón, aunque la humedad nos afectó
un poco y bajamos el ritmo al final», concluyó el manchego, quien se
queda con el «respeto importante» que la selección provoca en los
rivales.
Cesc se sintió feliz con libertad, jugando por delante pero no de falso nueve. Recordó al mejor Fábregas del Arsenal.
Había confesado Del Bosque que le faltaba un
punta convincente y Soldado cuajó un partido completo. Marcó, buscó
espacios y se asoció con sus compañeros. Jugó muy bien de espaldas, una
virtud que exige este equipo. «Ser titular fue lo mejor para mí»,
explicó el delantero del Valencia, que peleaba por el puesto con Villa y
Torres. «Demostramos que somos un equipo ganador y mi gol nos dio
tranquilidad». Pedro abrió la lata y extendió su excelente racha
goleadora. Ya son 11 dianas esta temporada con la selección, a tres de
superar el récord que estableció Villa hace tres años. «Batir marcas nos
ilusiona a todos pero lo fundamental es que el equipo gane y ayudar a
los compañeros. Disfrutamos nosotros dentro del campo y los espectadores
seguro que vieron un bonito espectáculo. Jugamos una primera parte
maravillosa», reflexionó el tinerfeño.
Por encima de todo destaca el hambre que mostraron los jugadores de la selección española,
como si jamás hubieran ganado nada y buscasen con desesperación su
primer título. No es normal tanta voracidad en un equipo que ha
encadenado dos europeos y un título universal. Del Bosque, empero, apeló
a la cautela y reconoció que sus jugadores «echaron el freno con el
2-0» y acusaron el «calor y la humedad» reinantes. ¿El mejor primer
tiempo bajo su dirección? «Un buen partido, jugado bajo unas condiciones
muy exigentes. Llegamos un poco apremiados al final pero creo que
debíamos haber vencido con más holgura». Y tras ganarse a la parroquia
de Recife, la selección voló a Río de Janeiro. El jueves, a las 21.00
hora peninsular española, espera la exótica Tahití en el legendario
Maracaná. El fútbol es un puro contraste.
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