Antes que la muerte, como reza el
título, es Poirot el que visita al dentista. Allí en la sala de espera
se cruza con otros pacientes, todos nerviosos e intranquilos. Pero esto
no llama la atención a Poirot: Es la antesala del dentista.
Al día siguiente el médico aparece
muerto. En principio parece un suicidio, pero a Poirot no lo convence
del todo, a pesar de que uno de sus paciente ha muerto por sobredosis de
anestesia, aparentemente aplicada erróneamente por el doctor, lo que
podría ser motivo para el suicidio.
Empieza a recordar la actitud de todos
los pacientes y ahora empieza a parecerle algo más sospechosa. Hila y
deshila tramas, investiga, descubre, se sorprende, tropieza con todos
los obstáculos imaginables y al final, como era de esperar, descubre al
asesino. Porque, efectivamente, tal y como él había pensado, era un
asesinato.
Definitivamente no la había leído, ya
que si ese fuera el caso, la recordaría. Seguro. Una interesante
historia al estilo clásico de la escritora. El título original de la
novela está basado una vez más en una canción infantil inglesa, que se
utiliza para acompañar al juego de la rayuela. Esta canción viene
traducida literalmente y comprensivamente al principio del libro, lo que
te ayuda a entender por qué los versos de la canción son utilizados
para nombrar cada uno de los capítulos. Este recurso ya fue utilizado
por la Sra Christie en su libro “Y no quedó ninguno”, que al igual que ésta novela tuvo otros títulos alternativos, como “Diez negritos” o “Diez inditos”.
TÍTULO: NOVELA--LLÁMALO SEXO PLATÓNICO.
El viaje
casi había concluido».... Paradójico modo de arrancar una novela a la
que restan 470 páginas y, más curioso, en un libro que habla de la
renuencia a los finales. Pero es marca de la casa «Lee», autor que gusta
de comenzar sus historias en el momento en que sus personajes sienten
haber llegado a su destino. Concluida esta entrega, no resulta extraño
que «The New Yorker» y «Granta» le destacaran como uno de los más
prometedores escritores del nuevo siglo. Hay narradores que no pasan de
amanuenses con buen pulso mientras que, los menos, saben provocar un
cortocircuito entre el discernimiento y la semántica.
Asistimos aquí a la historia de tres personas cuyas vidas se cruzaron en un orfanato durante la guerra de Corea y para quienes los acontecimientos de aquellos años cincuenta les marcarán el resto de su existencia, a pesar de la autonegación y de sus continuos esfuerzos por reinventarse. June es huérfana de guerra. Llegará allí dejando atrás una tragedia imposible de imaginar. Héctor es un soldado americano que huyó de las insignificantes tragedias de su pueblo para servir a su país. Y el tercer miembro del triángulo es Sylvie, esposa del médico-misionero, que se convertirá en objeto de deseo de los otros dos... Porque en «Rendidos» hay más sexo que amor; y más platónico que real. Pero siempre con un sentido utilitario: como arma, como moneda de cambio, como paliativo contra el dolor. Los tres, que tienen algo en común –resultar desagradables al lector–, van cambiando de marco y edad pero regresarán a aquel espacio donde se sentían con sus miserias a buen recaudo.
Asistimos aquí a la historia de tres personas cuyas vidas se cruzaron en un orfanato durante la guerra de Corea y para quienes los acontecimientos de aquellos años cincuenta les marcarán el resto de su existencia, a pesar de la autonegación y de sus continuos esfuerzos por reinventarse. June es huérfana de guerra. Llegará allí dejando atrás una tragedia imposible de imaginar. Héctor es un soldado americano que huyó de las insignificantes tragedias de su pueblo para servir a su país. Y el tercer miembro del triángulo es Sylvie, esposa del médico-misionero, que se convertirá en objeto de deseo de los otros dos... Porque en «Rendidos» hay más sexo que amor; y más platónico que real. Pero siempre con un sentido utilitario: como arma, como moneda de cambio, como paliativo contra el dolor. Los tres, que tienen algo en común –resultar desagradables al lector–, van cambiando de marco y edad pero regresarán a aquel espacio donde se sentían con sus miserias a buen recaudo.
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