martes, 1 de noviembre de 2011

PARIS MAYO 68.

París, mayo de 1968. Un hito histórico por donde se lo mire, que sin embargo ha pasado casi inadvertido al cumplirse 3 décadas de los hechos; llama la atención más aún, considerando que quienes vivieron aquellas jornadas como actores o como espectadores son hoy en día los que gobiernan y comunican en el mundo occidental.
Primero que nada: ¿Qué fue lo que pasó en aquel París? Más de alguno mal informado dirá que fue una movida hippie francesa, o una rebelión ante la represión política como las que conocemos por acá, etc...
No es fácil dar una respuesta corta. Una aproximación sería hacer la crónica de ese mes, de las jornadas en que una pequeña manifestación estudiantil se fue agigantando hasta convertirse en una revuelta a nivel continental, acompañada por masivas huelgas y preocupación seria por el futuro de los gobiernos (al menos el de Francia, al que algunos ciudadanos eminentes consideraron por momentos desahuciado). Pero no se entenderá mayo sin entender el 68, el año de la primavera de Praga, el año del asesinato de Luther King y de Robert Kennedy. Un año antes mataban al Che en Bolivia; un año después, Neil Armstrong pisaba la luna. Y no se entenderá el 68 sin tener una idea de lo que fueron los 60's, y de lo que fue la postguerra. Esta página no es lugar suficiente, ni soy yo el entendido requerido, para dar una buena perspectiva de todo esto. Pero espero poder dar un buen punto de partida.
Las protestas de aquel mayo no son del todo comparables a las de los estudiantes chinos en Tiananmen, a las de los coreanos a cada rato, a las de los sudamericanos en nuestra época de dictaduras y en algunos dolores de bolsillo posteriores. Si bien inauguraron la era del poder estudiantil (fue la primera vez que la juventud apareció como un factor social y político de importancia), no estaban en aquel momento respondiendo a una situación de autoritarismo, de desigualdades sociales extremas, etc. La rebelión sorprendió a sus contemporáneos no sólo por ser llevada a cabo por un grupo social hasta entonces mudo, sino porque se produjo en un mundo que llevaba dos décadas de crecimiento sostenido, de democratización, y en general de un bienestar como occidente no ha conocido en otro momento de este siglo. El boom económico estaba en su apogeo, las masas trabajadoras estaban tranquilas, la guerra fría pasaba por una época "tibia", había más educación, y el futuro se veía promisorio (recién en los 70's aparecieron los problemas que siguen quitando el sueño al mundo de fin de siglo).
La reacción, y eso es lo más interesante, fue contra el sistema completo, contra el establishment, contra la sociedad tal como se conocía. No importaba que hubiesen más y más televisores, ni que ahora se votara por De Gaulle en lugar de besar las botas nazis: lo que se criticaba era la sociedad occidental en sus fundamentos, en sus estructuras básicas. Si bien el marxismo revolucionario era la ideología de moda, el pensamiento que guió implícitamente los movimientos estuvo más cerca del anarquismo a la Bakunin, o tal vez un marxismo pero al estilo de Marcuse, que por cierto fue un pensador muy popular en aquella época (y el eco de su voz se siente en muchos de los graffitis y eslóganes). Se buscaba "transformar la sociedad", como hubiese querido Marx, pero también "cambiar la vida", como lo pidiera Rimbaud. La transformación profunda de la vida cotidiana era una exigencia tanto o más importante que la igualdad social. "Mis deseos son la realidad": la libertad por sobre todo. Rehacer la sociedad, utilizando la tecnología para crear un mundo definitivamente mejor, eliminando toda forma de autoritarismo, desde los exámenes universitarios hasta la presidencia de la República.
Por desgracia no tengo a mano mucha información en cifras o cosas así. Una breve descripción entonces. La cosa comenzó en Nanterre, en las afueras de París, en la hacía pocos años inaugurada Facultad de Humanidades. Allí comenzó en marzo del 68 un movimiento por mayor libertad de expresión política, en un momento en que las instituciones universitarias francesas estaban bastante anquilosadas (no piensen en nuestra universidad; tal vez la comparación habría que hacerla con nuestro sistema judicial, la institución más polvorienta que conozco). Esto pudo haber sido otra más de las habituales movilizaciones de grupos izquierdistas universitarios, y nada hacía prever lo que vendría. El 22 de marzo un grupo se tomó algunas dependencias, y se transformó en el Movimiento 22 de Marzo, liderado por Daniel Cohn-Bendit, un estudiante de sociología de 23 años que pronto sería conocido en todo el mundo como "Dany el Rojo". La reacción autoritaria de la Universidad y los ataques violentos de algunos grupos derechistas dio notoriedad a los "rabiosos" (como se les llamó desde un principio), y les granjeó popularidad. Por otro lado, ellos fueron generando un movimiento ajeno a los tradicionales sectarismos de las juventudes de los partidos políticos, y su convocatoria se fue ampliando. La detención de Cohn-Bendit y el allanamiento de su domicilio rebalsan el vaso, y empiezan amplias manifestaciones de apoyo, que son contestadas con el desalojo policial de la Facultad en Nanterre y algunas detenciones.
El viernes 3 de mayo se realiza una concentración en la Sorbona, en solidaridad con la situación en Nanterre. La policía cierra la Facultad, sin dejar entrar ni salir a nadie. Luego deja salir a la gente, prometiendo que no habrá detenciones, lo que no cumple. Los estudiantes que andan en el sector, y también simples transeúntes reaccionan ante la masiva y prepotente presencia policial, y el resto del día se suceden numerosas manifestaciones espontáneas. Al caer la noche la policía clausura la Sorbona y vigila las calles: cualquier estudiante es sospechoso. Hasta aquí las noticias informan sólo sobre "pequeños grupos de agitadores",y la izquierda tradicional -incluyendo al Partido Comunista y a su juventud- critica fuertemente a estos "grupúsculos exaltados". Los dirigentes estudiantiles se reunen y llaman al paro, teniendo como única exigencia la vuelta a la normalidad (liberación de los detenidos, reapertura de facultades, retiro policial).
El fin de semana del 4 y 5 de mayo, un tribunal condena a cuatro estudiantes a penas de prisión. Los estudiantes se organizan para la semana que vendrá.
El lunes 6 casi unánimemente los 600.000 estudiantes de Francia acatan el llamado a paro. Una comisión que debía juzgar a Cohn-Bendit y a otros se reserva su deliberación para el día siguiente, mientras 10.000 estudiantes marchan gritando "somos un grupúsculo", y organizan las primeras barricadas. La organización para el combate callejero funciona, y la policía se siente desbordada.
El martes 7 el gobierno comienza a preocuparse. Ya no habla de manifestación, sino de revuelta. Hay estado de sitio en el Barrio Latino. Las manifestaciones de solidaridad se multiplican, en el país y en el exterior. Las centrales obreras desconfían del movimiento, pese a que los sindicatos de base quieren solidarizar contra la represión. Nos alertaron. Fueron optimistas hasta la exageración, inocentes hasta la extenuación, utópicos hasta el delirio, pero ni frívolos, ni cínicos ocasionales. Fueron adelantados posmodernos del desastre, fagocitados por una izquierda profesional y divina, que los engulló, los disolvió y maltrató. Hoy podemos decir que fueron los últimos resistentes a un sistema universal, el capitalismo, que se ha convertido hasta en la izquierda en la única fórmula política y social. La revolución de la llamada juventud opulenta contra todo tipo de autoridad produjo, contra pronóstico, un mejor control anónimo e inaprensible de las sociedades modernas por el poder. De ello, los jóvenes revolucionarios, idealistas y libertarios no tuvieron la culpa, y por eso, este artículo pretende ir más allá de una crítica fácil y feroz a ese inocente movimiento revolucionario. Efectivamente, debajo de los adoquines estaba la playa que buscaban, la tragedia es que la encontraron y desde hace cuarenta años, no hemos dejado de perder nuestra inteligencia y lucidez en sus arenas lascivas y alegres. El fin de los grandes proyectos en política desapareció bajo el peso del insolente éxito estudiantil. El cuestionamiento radical de la autoridad político-conservadora, se trasladó a todos los ámbitos inviolables, como la familia, la educación, la escuela o la universidad. Pero esta permisividad que tanto preocupó a los conservadores fue utilizada por el sistema para facilitar las condiciones objetivas de un nuevo capitalismo global patológico y productivo. La dimensión del desencanto, más en la izquierda que en la derecha, generó una impresión de incapacidad para resolver los problemas sociales (empezando por el paro y terminando con la inmigración) cada vez más evidentes. Si en el 68 se decía todo es política, ahora en el 2008, nada de lo que confiere significado a nuestras vidas parece depender directamente de la política. Si en el 68 los jóvenes gritaban “seamos realistas, pidamos lo imposible”, hoy los jóvenes, alienados por una cultura de lo festivo, por un hedonismo paternalista, impuesto por sus mayores, no saben ni lo que pueden pedir. Los mass media han convertido a los políticos en actores de una telenovela de la realidad, que no son tomados en serio, de ahí la poca importancia de que mientan o digan la verdad. La política se ha convertido en un juego, en el que los dueños de los equipos políticos no son jugadores, ni les interesa el deporte, sino la economía y el espectáculo. En cierta manera, hay una especie de conjura sin conjurados, en la que la estupidez, el delirio festivo y la risa como diversión intrascendente, se imponen en las capas más jóvenes de ese grupo por edad revolucionario. El grito político Imperial romano de “Pan y circo”, ha sido sustituido por el democrático pacifista, conciertos de “Rock y botellón”. En aquel tiempo, existía la verdad y la mentira, y se pensaba que la verdad aunque no era de derechas, ni de izquierdas, tenía cierta tendencia hacia la segunda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario