lunes, 10 de octubre de 2011

LIBROS Y HOJAS MUERTAS BAJO EL FRÍO SOL.

Desde la Cuesta de Moyano,
libros y hojas muertas bajo el frío sol de este otoño
y este azul vivo de Madrid,
en el mismo corazón del Prado,
hasta las piedras vetustas del templo egipcio de Debod,
a un lado de Ferraz
y del monumento más grande levantado a Cervantes,
sin una queja me lleváis con vosotros.
Atravesando este otoño helado de la Corte,
me lleváis en volandas como el mejor cicerone del mundo.
Sabéis más que nadie de aceras y semáforos,
escaleras y pasillos de hospitales y palacios convertidos en museos
y me enseñáis a ver el mundo sin escándalos.
Amigos, sólo tengo palabras de gratitud para vosotros.
Sed también, después de que mis pasos
hayan perdido el polvo del camino
y olvidado el peligro de las calles,
el relicario de mis sueños.
No más abrasar el alma
con sol que apagarse puede,
no más servir a señores
que en gusanos se convierten.
Y desmayóse de nuevo
hundido en maligna fiebre,
que puso su noble vida
muy a pique de perderse.
Este Marqués de Lombay
estaba a los pocos meses
en una mezquina celda
confundido y penitente;
y predicando a los hombres
con ejemplo tan solemne,
el desprecio que a las pompas
del ciego mundo se debe.
Hoy san Francisco de Borja
le llama la Iglesia, y tiene
culto propio, con que buscan
su patrocinio los fieles.”
Qué carga tan insufrible
en el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en sino terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer.

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