Un buscador de almas estaba sintiéndose solo, 
salió a dar un paseo, buscando por si encontraba… 
se encontró con una paloma y cruzaron sus miradas.
Quiso quedarse con ella, quiso que fuera su amada. 
La conquistó con ternuras, la alimentó con palabras 
llenas de amor y de mieles, de felicidad y esperanza. 
Se alegraba el buscador hablando de sí a la paloma, 
ya no se sentía solo, tenía quien le escuchara. 
Pero un día la paloma, mientras que él la miraba, 
alzó el vuelo a las nubes para ejercitar sus alas. 
Él empezó a sentir miedo de que ella se escapara, 
pensó que debía evitarlo y empezó a construir una jaula. 
Esa paloma era suya; la enjauló, nadie debía mirarla.
Sólo él tenía el derecho de quererla y de cuidarla;
pero la paloma quiso ser libre y pidió que la soltara.
El buscador no entendía por qué la paloma lloraba.
La muy desagradecida olvidó todo cuanto le daba,
sus cuidados y cariños a ella no le importaban.
No la dejaría escapar, jamás perdería a su amada,
se sentiría muy solo si la paloma escapaba; 
pero a pesar de su empeño no consiguió retenerla
y de la jaula escapó… que egoísta y desgraciada.
No valoró al buscador, ni sus cuidados, ni nada,
con enfado se agachó y empezó a tirarle pedradas,
hirió con saña sus alas, cayendo al suelo dañada…
Ahora que te cuide otro, ya no quiero de ti nada,
eres una mentirosa, no se abandona a quien amas
y acercándose a ella escupió, dejándola allí tirada.

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